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Amanecía en Bogotá. El ambiente era frío, sombrío. Armando estaba recostado en el sofá, tapado con una manta. No había conciliado el sueño en toda la noche, pensando imaginando cosas sin sentido, junto a aquella botella de whisky con la que intentaba mitigar su desconcierto, su rabia, sus celos. Se había negado a dormir al lado de Betty.

Y ¿cómo podría después de lo que sus oídos oyeron? -pensaba-

A eso de las ocho de la mañana, despierta y se levanta Beatriz. Se sentía algo más repuesta de la noche anterior. Pero no se atrevía a mirar a los ojos a Armando. Su mirada penetrante, le recordaba aquel sueño, del que no quería hablar, que no quería contar. La carcomía la culpa.

Los ojos de Armando, se clavaron en Betty.
¿Y usted no me dará ni siquiera los buenos días Beatriz? - dijo Armando en un tono muy extraño-

Ella lo miró por un segundo, pero no pudo sostenerle la mirada.

Buenos días. Armando. -contestó Beatriz entrando al baño-

El ambiente estaba demasiado extraño. Beatriz, estaba esquiva, distante. Armando no soportó más. Era hora de hablar.

Al salir del baño, Beatriz, noto lo descompuesto y alterado que se encontraba Armando. Y sintió un jugo en la garganta y el estómago.

Beatriz, ¿al fin me dirá qué pasó anoche? -soltó Armando sin ningún filtro-

Yo... tu...tuve una pesadilla. - contestó Beatriz con evidente nerviosismo-

Ya veo, una pesadilla. Pero su rostro era placido, mientras la tenía ¿no?... Una pesadilla... ¡una pesadilla maldita sea, con,Ricardo! -gritó Armando sin poder contener la rabia y la impotencia-

¿Pero que pesadilla tan tierna no? Que perdí la razón al verla totalmente sudada y con la ropa interior humedecida y sus pezones erectos, Beatriz. No, no fue una pesadilla, usted soñó con él. Y no me lo vaya a negar, escuche perfectamente cómo lo llamaba. ¡Usted tuvo un sueño erótico con él! Es que no lo puedo creer, ¡no lo puedo creer, Beatriz! - gritaba Armando tomándose a dos manos la cabeza, caminando de un lado a otro-

¡Cálmese, por favor! ¡No me grite más!
-dijo Beatriz soltando lágrimas-

Esta bien, lo admito. Verlo ayer me afectó. Su abrazo, su aroma, me afectó. Sus palabras quedaron en mi mente y si, lo soñé. -dijo Beatriz con franco nerviosismo-

¿Su aroma? ¿Sus palabras? ¿Acaso usted se escucha Beatriz?... ¡qué le dijo ese cretino! ¡Conteste! -dijo Armando mientras la agitaba de los hombros-

Qu...Que me extrañaba, que extrañaba mis labios. -contestó Beatriz-

¡Ay, no, pero que divino! Y usted en retribución, sueña eróticamente con él. De solo imaginar que aunque sea en sueños alguien ajeno a mi la toque... recorra su piel con sus manos...¡No lo soporto!¡Dígame, por qué! ¡Dígame por qué me hace esto usted Beatriz! Si usted sabe que yo la amo. Que no concibo mi vida sin usted. No concibo que tenga en la mente a otro que no sea yo. Beatriz, yo soy su hombre.- decía Armando supremamente exaltado -

Me siento la estúpida más grande. No se por qué razón la cercanía de él me afecta. Pero no siento nada por él. Créame cuando le digo que al único que amo es a usted.  - decía Beatriz entre sollozos-

¿Cómo creer en ello Beatriz, como puede pretender usted que no me llene de dudas, que no me coja la desconfianza, si usted me confiesa que su cercanía le afecta? Para mi no existe otra en mi mente. Yo sueño con usted, vibro por usted. Pero al parecer para usted Beatriz, yo no soy suficiente. Y ya no me diga más, no quiero seguir oyéndola. -dijo Armando sintiéndose herido en el corazón-

Beatriz lo miró, no era el mismo Armando. Fue como mirar a un total desconocido. Y percibió por fin cuanto lo había herido. Se sintió culpable, culpable por él, por esa extraña sensación que la embargaba.

Mientras Armando se duchaba, y las lágrimas de impotencia se perdían entre el agua. Su sentimiento de posesión era tan grande que se sentía engañado. Sentía perderla. No concebía que los pensamientos y sueños de su esposa fueran de otro, con otro. Pensaba en esos pequeños que venían en camino y torturaban su mente. No podía dejarla, dejarlos.

Después de unos 20 minutos bajo el agua, salió de aquel baño. Algo más tranquilo. Pero con los ojos enrojecidos. Sentía el cuerpo totalmente dolorido, la tensión y el estrés que cargaba no era para menos.

Mientras Betty, estaba sentada en el balcón de la habitación, mirando la nada. Sus pensamientos divagaban en lugares insospechados. Pero al verlo entrar a la habitación, verlo así, la sacó de aquellos pensamientos.

Armando, lo siento. No quiero perderte amor. Sabes que tampoco concibo la vida si no es contigo. Por favor, ya no peleemos más. Esto se transformó en un sinsentido. Por favor, piensa con claridad, eres lo único real e importante en mi vida. No he echemos por la borda todo lo que hemos vivido por un sueño estúpido que carece de afectividad para mi. - dijo Beatriz-

Lo único que sé, es que no quiero perderla Beatriz. Me siento confundido, mal, me duele el cuerpo, la cabeza. Por favor déjeme descansar. Con la cabeza fría, podré pensar mejor las cosas. - dijo Armando-

¿Quieres que te deje solo? -inquirió Betty-

No. Tiéndase aquí a mi lado por favor. Quiero sentir su calor, su aroma, sentirla mía Beatriz. -dijo Armando mientras se le escapaba un suspiro-

Beatriz lo miró con ternura. La mirada de él había vuelto a ser la misma. Ella también suspiro.

Armando, sabes que te pertenezco completamente. Siempre seré tuya. - le dijo Betty mientras se tendía a su lado y le abrazaba-

Armando la abrazó fuertemente, suspiro profundo y dijo:

Betty, mi Betty, mi amor... embriagándose con su aroma dulce, llevándolo a lugares insospechados en sus pensamientos. Quedándose profundamente dormido a su lado. Mientras Beatriz, le entrelazaba sus dedos en su pelo, acariciando su cabeza, relajándolo.

Después de unas dos horas, Armando despertó. Beatriz, no estaba. Miró para todos lados.

¡Betty! -gritó Armando-

La mujer que no soñé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora