"La revolución que más necesitas está hecha de silencios"
Noviembre del 2017
[...]
La chica perdida en sí misma, Grecia Wilson, esa era yo. Sentada en un asiento de avión rumbo a mi nuevo y distante destino; Dominicana. ¡Joder! ¿En qué momento había pasado esto, en qué jodido momento había cambiado tanto mi miserable vida?
«—Hasta nunca. —Aquellos aparatos conectados a su cuerpo se descontrolaron, yo me fuí sin mirar atrás; sin importarme nada, así como no les importo a ellos.»
Esos recuerdos aún vagaban por mi mente, esas razones por las que estaba aquí me seguían atormentando, y justo entonces una lágrima peleó por salir ¿qué diablos?
No podía llorar, no en frente de tanta gente que ni me conocía. Grecia, tienes que calmarte, dije para mis adentros.
-Señorita ¿desea algo de tomar?- Era la tercera vez que esa mujer pasaba por mi lado a cuestionarme lo mismo, recibiendo mi misma respuesta.
-No, gracias.- mustié, para luego suspirar hacia otro lado.
Aquella azafata que normalmente seguía su recorrido, se detuvo junto a mí, observando al chico que me acompañaba.
A mi lado iba un niño, por cierto tenía algunos problemas de hiperactividad, aquel pequeño castaño ojos miel se le podían ver las minúsculas goticas de sudor en la frente. A pesar de estar el avión climatizado, él sudaba levemente, ¡Cómo no iba a hacerlo! si había estado saltando en el lugar desde que subimos.
La mujer se quedó enternecida viéndolo, cosa que no entendí entonces.
-Ya sé, estaré tranquilo y leeré las revistas de niños.- pronunció el castaño para calmar a la uniformada con kilos de maquillaje.
-Genial, ese es mi chico, pronto te llevaré a casa.
-¿Ya no tendré que leer más revistas de niños aburridos? -cuestiona con cara de angustia.
-No pequeño, ya podrás leer tus libros de grandes.- Suaviza con sus palabras la expresión del pequeño
-Eres increíble, Meery. -chilla el niño emocionado.
¿Libros de grande? ¿Aquel pequeño?
Esa escena me recordó a cuando yo tenía más o menos su edad, siempre amé los libros clásicos o de adultos como solían llamarse, y al ver que si habían pequeños como yo, por primera vez en mucho tiempo sonreí.
¿Enserio había sonreído? Ya era tarde cuando me dí cuenta y por lo menos me quedaba la satisfacción de que no fue algo falso como las que le daba a mis amigos; si a eso se le puede llamar amigos.
Después de arrepentirme un poco por la acción y dejando de lado los pensamientos de esas personas que siempre me venían a la cabeza, decidí hablar con la persona a mi lado.
¿Hablar? Hace tanto que no hablaba con nadie por decisión propia. Bueno si el castaño había logrado sacarme esa sonrisa al recordarme a mi misma, lo más cortés de mi parte era hablarle.
─Hola, chico ¿cómo estas?─ el niño me miró algo descolocado ya que llevamos sentados ahí unas ocho largas horas y justo ahora fue que me había dignado a hablarle.
─Hola señora ─ De dónde habían sacado a este niño ¿señora? si solo tenía diecisiete años y no aparentaba mucha más edad, aunque hay que reconocer que el tono con miedo con el que me lo dijo me hizo un poco de gracia; y ahí estaba yo riéndome con un desconocido.
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El Silencio Que Dejaste.(Proceso)
Teen FictionGrecia calla muchas cosas que siente y eso hace que pierda mucho en el intento, pero ¿Por qué decide callar? ¿Será que sus motivos no son suficientes para luchar? [...] "La cura existe, si al principio hubo herida" Borrador(faltas de ortografía) C...