· James en multimedia ·
Al parecer el mar hoy está algo revoltoso, como si se hubiese despertado enfadado con el mundo y quisiese demostrarlo. Hace bastante aire y, por desgracia, la actividad que hay planeada para hoy tiene lugar en la playa. No se ha cancelado nada, aunque tampoco creo que desperdicien un día entero porque el temporal esté un poco alterado. La fina arena se cuela entre los dedos de mis pies, raspándome la piel. No me quejo, es agradable sentir algo así.
—¿No te parece precioso? —me pregunta Leah, señalándome con su dedo índice hacia el mar.
No puedo tener una respuesta clara cuando se trata del mar. Siempre me ha parecido algo precioso y majestuosos a partes iguales. Todo lo que esconde en lo más profundo está oculto por una fina capa exterior que, al mirarla, nos hace sonreír y estar en paz. Es parecido a algunas personas: bonitas por fuera, malvadas por dentro.
—Sí, es bonito —sonrío—. Pero no pienses que estaré más de cinco minutos en lo más profundo. Me da miedo.
Leah voltea los ojos. Caminamos hacia el interior de la playa en cuanto escuchamos que los profesores nos llaman.
—Como supondréis, hoy vais a practicar surf —el profesor de Educación Física aprovecha para colocarse bien las gafas de sol—. Si miráis hacia la derecha, encontraréis a los monitores que van a guiaros en esta actividad. Podéis ir hacia allí. Divertíos y no causéis problemas.
El grupo de monitores charla animado al lado de un montón de tablas de surf. Todo lo que esté relacionado con el mar y con hacer algún tipo de deporte dentro de él me produce bastante respeto, así que espero que las siguientes horas sean lo menos agonizantes posible. No puedo decir qué edad tienen, pero me da la impresión que ninguno supera los veinte.
—Mira aquel pibonazo —la voz de Leah hace que me sobresalte. Está señalando, sin ningún tipo de disimulo, a uno de los monitores que sujeta una tabla de surf de color verde llamativo. Tiene el torso al descubierto y mojado, supongo que de haberse refrescado en las duchas que hay al salir de la arena—. Ya he decidido quién es el afortunado que va a enseñarme a hacer surf. ¡Me voy antes de que me lo quiten!
De un segundo a otra me quedo completamente sola, viendo como mis compañeros buscan desesperadamente alguien que quiera impartirles una divertida clase de surf. Luke está entre ellos, mirando a todas las monitoras y decidiendo cuál de ellas va a pasar las próximas horas a su lado. Le lanzo una mirada que grita «vigila con lo que haces, hermanito» a lo que él me responde con una que dice «todo controlado».
—¿Buscas monitor?
Me giro al escuchar una voz masculina a mis espaldas. Creo que si sigue mirándome de ese modo terminaré enterrada varios metros bajo el suelo. Como la mayoría de los monitores, tiene el cuerpo al descubierto, mostrando los músculos que, supongo, ha conseguido después de muchas horas de entrenamiento. Su piel es morena, a juego con unos ojos que también son oscuros. Lo que más me llama la atención, irónicamente, son sus infinitas pestañas. Ojalá las tuviese así.
El chico me sonríe hasta que consigo reaccionar.
—¿Te estás ofreciendo?
—Puede. Solo si tú quieres, claro.
—No tengo otra opción —me encojo de hombros.
—Mi nombre es James. ¿Tú eres...?
—Brooke. ¿Es muy complicado subirse sobre... eso?
—Eso se llama tabla de surf —James ríe a la vez que coge una tabla de surf de color roja y la coloca junto a otra, que ya está en la arena—. No voy a mentirte, al principio, sin práctica, es algo complicado. La clave está en mantener el equilibrio, así que nos centraremos en eso. ¿Quieres que comencemos a practicar las posturas?
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Stay Away
JugendliteraturConocer a Zack Price no entraba en los planes de Brooke. Conocer sus secretos, todavía menos.