· Leah Anderson en multimedia ·
—No puedo creer que esté aquí —murmuro mientras subo los escalones del autobús. Los que esperan detrás de mí comienzan a desesperarse—. ¡Ya voy! ¡Esta bolsa pesa más que yo!
—Cuando lleguemos sentirás la paz recorriendo tus venas —comenta Leah mientras avanzamos por el pasillo que forman los asientos. Nos sentamos en los primeros que encontramos vacíos después de colocar las maletas en el deposito—. No me digas que no tienes ganas de llegar.
—No tengo ganas de llegar —me dejo caer sobre el asiento—. ¿Un campamento? Es la mayor estupidez que vamos a hacer durante este curso. Y mira que hacemos estupideces a lo largo del día.
—Deja de ser tan pesimista —voltea los ojos antes de sacar una revista del bolso que ha dejado sobre su regazo—. ¿Quieres leer conmigo?
—Gracias, pero paso.
Conecto los auriculares al móvil, pongo la primera canción que hay en la lista de reproducción y dejo que la música me evada del mundo real.
Por suerte, los profesores han tenido la buena idea de separar los dos cursos en autobuses distintos. Digo por suerte porque, tal y como está la situación con mi hermano y Brad, prefiero no tenerles demasiado cerca durante el trayecto. He intercambiado alguna palabra con ellos, pero no más de las justas y necesarias. Por añadir algo más, también puedo decir que tendría que soportar la presencia de Zack, algo que no me apetece demasiado después de nuestra última conversación.
La tarde de compras con Leah, según ella, fue provechosa. Para ella sí, desde luego, porque acabó gastándose parte de sus ahorros en renovar todo lo que tenía en el armario por cosas más nuevas y bonitas. Yo simplemente me compré un bañador de color salmón fluorescente porque, según mi mejor amiga, resaltaría sobre el tono de mi piel.
Cierro los ojos y trato de centrarme en la letra de la canción mientras espero llegar muy lentamente a nuestro destino.
* * * * *
Un zarandeo en el brazo derecho hace que abra los ojos de golpe. Leah me mira con una sonrisa de oreja a oreja. Por un segundo me planteo preguntarle si su número de la lotería era el ganador porque, en mi caso, solo sonreiría de ese modo por algo así. Me quito los auriculares, que aún reproducen la música a un volumen moderado.
—¿Qué pasa? —aún estoy algo adormecida, así que la expresividad y euforia de Leah no va a ayudarme en absoluto a tener un buen despertar.
—Hemos llegado, ¡por fin! —grita dando palmadas—. ¿No es increíble?
Leah corre la cortina de la ventana para que pueda ver el paisaje. El instituto envió información a casa y, por lo que leí, es un lugar de mar y montaña, perfecto para poder practicar todo tipo de actividades al aire libre. Por lo que veo, de momento, el lugar está compuesto por cabañas —lugar donde vamos a dormir— rodeadas de muchos árboles. Desde esta posición no consigo ver nada más.
—Id bajando, en orden y con cuidado.
Como es evidente, nadie le hace caso. Cualquiera que vea la situación desde fuera pensará que el autobús está infectado de ratas. Yo, en cambio, me tomo mi tiempo para terminar de despertarme y para cargarme la mochila a las espaldas.
—Os vamos a asignar el número de la cabaña donde dormiréis así que, por favor, estad atentos —dice la profesora una vez hemos formado una agrupación—. Cuando lo sepáis, podéis ir a dejar las mochilas y a ordenarlo todo. Tenéis treinta minutos porque después vamos a comer, ¿de acuerdo?
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Stay Away
Novela JuvenilConocer a Zack Price no entraba en los planes de Brooke. Conocer sus secretos, todavía menos.