Ha pasado un tiempo desde que le declaré mis sentimientos a Zack. Sin tapujos, sin máscaras, sin miedo a qué pensaría ni a qué pasaría después. Abrí mi corazón al completo por primera vez en la vida, sintiéndome libre y completamente feliz. Conocer a Zack había sido lo mejor que me había pasado durante ese año y, por supuesto, conseguir afrontar mis miedos para acabar junto a él había sido todavía mejor. Supongo que, como todas las parejas, tendremos que afrontar las distintas etapas de una relación, pero ahora mismo soy feliz de sentirme en un sueño del que no quiero despertar jamás.
Siguiendo con los motivos por los cuales soy feliz, me alegra poder gritar a los cuatro vientos que la Navidad está a la vuelta de la esquina. Desde que tengo uso de razón esta fecha nunca ha significado nada especial para mí, siempre lo he visto como un mes frío en el que estás obligado a reunirte con la familia para que te hagan preguntas estúpidas e incómodas. Este año las cosas han cambiado, sin duda, así que mi visión acerca de esta festividad también lo ha hecho. Me he despertado con ganas de que nieve, con ganas de ver colocados los adornos navideños por las calles de la ciudad, con ganas de pasar las vacaciones con mi familia, amigos y, sobre todo, con Zack. Él es el que, mayoritariamente, lo ha cambiado todo. Bueno, mayoritariamente no. Él lo ha cambiado todo. Y siempre para mejor.
Desde que ha comenzado el mes de diciembre tengo la costumbre de mirar por la ventana de mi habitación para ver qué día hace. Tengo la pequeña esperanza de que algún día pueda sorprenderme al ver copos blancos cayendo del cielo. Lamentablemente, aquí es poco frecuente que nieve, así que solo he tenido ocasión de ver el paisaje de ese modo un par o tres de veces a lo largo de mi vida. Sería genial que este año, dado que las cosas han cambiado tanto, el cielo decida que es un buen momento para teñir las calles y los tejados de blanco.
Zack y yo hemos quedado para dar una vuelta por la tarde, aprovechando el aire festivo y risueño que se respira por la ciudad. Eso quiere decir que tengo toda la mañana para hacer lo que me plazca y, sinceramente, me apetece quedarme en casa, tapada con una manta y viendo una película. Mamá y papá se han marchado a hacer algunas compras, así que Daniel, Luke y yo nos hemos quedado solos en casa. Puedo decir, con años de experiencia cargados en mi espalda, que eso no es motivo para alegrarme.
Salgo de la habitación y me dirijo al salón. Lo primero que veo es una caja de pizza con algunos trozos mordisqueados encima de la mesita del café. Mis queridos hermanos, cómo no, han decidido desayunar las sobras de la cena. Están tan absortos mirando la televisión que ni siquiera se han percatado de que los estoy lanzando una mirada abrasante. Eso significa que podría volver atrás y encerrarme de nuevo en la habitación como si nada hubiese pasado pero, lamentablemente, estoy demasiado aburrida como para permitirlo.
—Gracias por guardarme un trozo, chicos —ironizo acercándome a ellos.
—¡Sht! —chistan los dos al instante.
—Eh, ¿de qué vais?
—¿Acaso no te has dado cuenta de lo que estamos viendo?
—¿Un partido de fútbol...?
—El partido de fútbol —dice Daniel.
—Sois insoportables —ruedo los ojos—. Iba a proponeros ver una película juntos, ya que mamá y papá no están.
—Lo sentimos, hermanita, pero el partido acaba de comenzar y no vamos a perdérnoslo por nada del mundo —me responde Luke a la vez que choca el puño con nuestro hermano mayor.
—¿Vais a ser tan crueles y despiadados de dejar que me aburra sola en la habitación?
—Sí —contestan al unísono.
—Genial —ironizo—. Es un lujo tener hermanos como vosotros.
Luke y Daniel no se molestan en responderme, vuelven a estar absortos en el partido mientras terminan de comerse los dos últimos trozos de pizza.
ESTÁS LEYENDO
Stay Away
Teen FictionConocer a Zack Price no entraba en los planes de Brooke. Conocer sus secretos, todavía menos.