Capítulo 24. "-Prométemelo"

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Intento no pensar demasiado en lo que tengo que hacer porque, cuanto más lo haga, más ganas tendré de salir corriendo. No me fijo en nadie más que no sea el chico con el que habla Zack. Es el más accesible y, por lo tanto, la primera opción que ha cruzado mi mente para acabar cuanto antes. Mientras camino solo soy capaz de pedir que Zack no me guarde rencor por hacerle esto. Debe tener la cabeza hecha un lío, pero no le juzgo. Es imposible que se imagine lo que está ocurrido.

Camino a pasos cortos pero rápidos, con la mitad de mi cuerpo queriendo acabar cuanto antes y, la otra mitad, gritándome que me vaya del país. Los chicos del grupo que están frente a mí me miran expectantes, sin entender por qué una chica como yo estoy acercándome a ellos. De hecho, nunca antes lo había hecho. Zack se encuentra entre ellos y, por lo tanto, no despega los ojos de mí. Sé que no arregla nada, pero intento pedirle perdón sin abrir la boca.

Toco el hombro del chico, consiguiendo que se gire. Cuando tengo sus ojos negros mirándome de cerca, el miedo termina de apoderarse de mí. Lo único que puedo mirar son los piercings que tiene en el labio inferior. Me produce pavor. Si tuviese la oportunidad de escoger a otra persona, probablemente lo haría.

—Perdóname —le susurro.

—¿Qué...?

No dejo que termine la pregunta. Junto mis labios con los suyos de manera delicada, intentando que el contacto sea mínimo. No me gustaría que pensase cosas que no son, por muy contradictorio que parezca. Al parecer, el chico no entiende lo mismo que yo, porque empieza a mover sus labios con rapidez, provocando que apriete los míos con fuerza. Lleva sus manos hasta mi cintura, apretándome con fuerza. Sus movimientos son tan bruscos que, cuando intento apartarme de su lado, no lo consigo. El sabor a cigarrillos me produce ganas de vomitar. Golpeo su pecho con los puños, manteniendo los ojos cerrados. No sirve de nada, parece que le importa bien poco cómo esté yo en este preciso momento.

—¡Déjala en paz, gilipollas!

El grito resuena tan fuerte que soy incapaz de no dar un pequeño salto. No necesito buscar a la persona de la que proviene, la conozco lo suficiente como para saberlo. Eso es suficiente para que el chico me suelte, a regañadientes. Me separo unos cuantos pasos de él, limpiándome la boca con la mano. Creo que ha sido una de las cosas más asquerosas que he hecho nunca.

—Tío, ha sido ella quién me ha besado —se excusa el chico.

Tiene toda la razón del mundo, no se lo puedo reprochar. Nada de esto hubiese pasado si yo no me hubiese acercado a besarle. De todos modos, he dejado bien claro desde el principio que no quería llegar tan lejos. Solo buscaba un efímero contacto entre nuestros labios, nada más.

—Estaba incómoda —responde Zack, igual de enfadado que antes—. Todo el mundo se ha dado cuenta.

—Colega, no te enfades —el chico ríe—. Ha sido un besito.

—Como no te calles te voy a partir la jodida cara.

El chico traga saliva mientras asiente con la cabeza. Sabe tan bien como yo que Zack no está bromeando. Ha entendido que no debe hacer ni decir nada más.

Desvío mi mirada hasta Zack, con los ojos llorosos. Soy incapaz, una vez más, de controlarme. Su mirada es una mezcla de sentimientos y, por mucho que lo intento, no logro descifrar cuál predomina por encima de los demás. ¿Tristeza? ¿Desolación? ¿Cansancio? ¿Confusión?

Reprimo un sollozo. No puedo consentir que, después de estar haciéndole todo esto, sea él quien deba verme llorar. Es totalmente injusto y egoísta. Si quiero evitarlo, solo puedo irme de ahí. Salgo corriendo, sin decir nada y sin mirar a nadie más. No sé hacia dónde voy ni durante cuánto rato muevo mis piernas, hasta que el cansancio no se apodera de mí no paro de hacerlo. Me siento en un banco y, durante varios segundos, le limito a respirar hondo. Me sirve de poco, porque termino levantándome para golpear un contenedor de basura que hay enfrente de mí. En cuanto noto el dolor subiendo por mis nudillos, sé que ha sido mala idea. Intento pensar en que, como mínimo, me ha servido para desfogarme.

Stay AwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora