Capítulo 3. "-Tenemos que hablar"

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· Daniel Parks en multimedia ·

Abro mi taquilla medio adormilada, con la cabeza en Marte y las ojeras rozando el suelo del instituto. Me ha sido imposible pasar buena noche y, por consecuencia, mi día no ha empezado de la mejor manera. Si a eso le sumo que en diez minutos tengo una aburrida clase de Tecnología Industrial, mis ánimos no pueden ir en aumento de ninguna de las maneras.

Alzo mi mano derecha para coger el libro que necesito, pero la torpeza mezclada con el escaso descanso que recorre mis venas provoca que se resbale y termine cayendo al suelo.

—Joder —murmuro.

A duras penas me agacho para recoger el libro, pero una mano aparece en mi campo de visión. En días como hoy, las personas que se cruzan en mi camino deberían tener en cuenta una de las reglas más importantes para evitar empeorarme el día: evitarme. Sí, tan sencillo como eso. Evitar todo contacto físico y verbal es lo mejor que pueden hacer.

—¿Necesitas ayuda? —al alzar los ojos veo que Brad está agachado junto a mí. Normalmente habría reconocido su voz sin tener que mirarle, pero hoy estoy demasiado dormida como para darme cuenta. Aparto rápidamente la mirada y cojo mi libro antes de que lo haga él—. Parece que no.

—¿Qué quieres, Brad? —pregunto haciendo ver que ordeno mi taquilla para no tener que mantenerle la mirada.

—Quiero que hablemos —noto cómo se apoya contra la taquilla de al lado, por lo que termino cerrando la mía—. Necesitamos aclarar lo que ocurrió ayer. Tanto tú como yo lo sabemos.

—Creo que tú eres el único que lo necesita, porque yo estoy perfectamente. No eres mi mayor prioridad, Brad. No pienso en ti todo el día.

—No hace falta que seas tan dura —me recrimina—. Solo te estoy pidiendo que hablemos. Por favor.

—Si acepto tu propuesta, ¿qué vas a decirme? —alzo una ceja—. ¿Que lo sientes mucho y que te comportaste como un imbécil? Puedes ahorrártelo.

—Precisamente no pensaba decirte eso. No quiero que estés enfadada conmigo por nada del mundo. Solo busco protegerte, lo hago por tu bien.

—¿Por mi bien? —suelto una risa—. Brad, como te dije ayer, no soy ninguna niña pequeña que no sabe cuidar de sí misma. No necesito que nadie me proteja. Sé con quién debo y con quién no debo juntarme y, en caso de equivocarme, sabré asumir mis errores y rectificaré. ¿Lo entiendes?

—Si realmente sabes con quién debes juntarte, ¿por qué te hablas con Zack?

—¡Me lo encontré al salir del baño! —pronuncio lentamente, marcando todas las sílabas de la oración—. No sé qué hago, no tengo por qué darte ninguna explicación acerca de mi vida.

—No me dio la sensación de que estuvieses muy frustrada.

—¿Sabes qué? —le miro fijamente a los ojos—. Esta noche he estado pensando en todo este asunto y me he dado cuenta de cosas que ayer creía impensables. Me parece totalmente absurdo no poder hablar con una persona por el simple hecho de haber ser mejor jugador de fútbol que mi hermano. Puedo hablar con quién quiera, Brad.

—No es solo por eso, Brooke. No es buen chico.

—¿Le conoces? —me cruzo de brazos—. ¿Acaso tú tienes derecho a decir quién es buena persona y quién no? Por favor, Brad, no me hagas reír.

—Es la sensación que tengo. Por favor, hazme caso.

—Me plantearé hacerte caso si me dices algo coherente y maduro. Ahora, déjame —intento pasar por su lado, pero levanta su brazo, impidiéndomelo—. Tengo que irme o llegaré tarde a clase.

Stay AwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora