Capítulo 37. "-Te lo hizo pasar mal a ti, no a mí"

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—¿Crees que, pidiéndoselo de un modo muy respetuoso y poniendo tu mejor cara de perrito abandonado, tus padres te dejarían hacerlo?

—Lo del perrito abandonado ha sido cruel, Leah.

—Deja de sacarle punta a todo lo que te digo y contesta.

—Creo que es más que evidente. ¿Quieres celebrar una fiesta de ese calibre en mi casa, un viernes por la noche, y pretendes que mis padres estén de acuerdo? —arqueo una ceja—. Claro, seguro que hasta nos ofrecen su cama para poner a dormir a aquellos que más se emborrachen.

Las ideas de Leah siempre han sido locas, atrevidas y, hasta un cierto punto, bastante divertidas, pero lo que me está proponiendo sobrepasa todos los límites establecidos. Una cosa es que mis hermanos celebren una pequeña fiesta aprovechando que mis padres no hay nadie en casa y, otra muy diferente, que pretenda organizar una fiesta enorme con la aprobación y consentimiento de mis padres. Sé que todos los años se esfuerza en organizarme el mejor cumpleaños posible, pero esto es algo que no tiene ni pies ni cabeza.

—Además —prosigo—, ¿desde cuándo me gustan las fiestas de este tipo, Leah? ¿Te resulta muy complicado pensar en algo más... sencillo?

—¿Cómo pretendes que sea algo sencillo si yo no lo soy? —se cruza de brazos, indignada por no haber aceptado su propuesta—. Dime qué te gustaría para el día de tu cumpleaños. No quiero tirarme otra noche entera pensando en algo que después vas a repudiar de este modo.

Pongo los ojos en blancos. Qué exagerada.

—Cualquier cosa menos una fiesta en mi casa. Es todo lo que pido.

—Habría sido genial, Brooke.

—¡Querías traer un stripper, Leah! —alzo las manos—. Por Dios, ¿qué cara habrían puesto mis padres?

—De acuerdo, es probable que esa no fuese la mejor de mis ideas... —Leah mira por encima de mi hombro, encontrándose con algo que, al parecer, no le causa ninguna emoción positiva—. ¡Alerta! Una chica se está acercando a tu macho.

Antes de poder preguntarle qué narices le ocurre, me agarra de los hombros y me obliga a girarme para poder verlo con mis propios ojos. Hago un esfuerzo enorme por mantener las pulsaciones a un ritmo normal y por calmar mi respiración. Giselle está cuchicheando con sus amigas y, por las miradas que va lanzándole a Zack, está claro que tiene pensado ir a hablarle.

—Eres una leona, protege a tu león —me susurra Leah al oído.

Me limito a asentirle con la cabeza para no tener que preguntarle de dónde ha sacado esa ocurrencia. Zack no está enterándose de nada, simplemente guarda la bolsa del entrenamiento en su taquilla mientras mantiene una charla poco importante con otro miembro del equipo. En un determinado momento, justo cuando he dado mi primer paso, el chico le golpea suavemente en el vientre y le señala a Giselle con la cabeza. Él enseguida desvía su mirada hacia ella. Parece que su rostro esté gritando a los cuatro vientos: «¡esto va a traerme problemas!».

—Hola, Zack —Giselle ya está a su lado, poniendo su mirada más angelical y enrollándose un mechón rubio en el dedo índice—. ¿Cómo estás?

Acelero mi paso hasta quedar prácticamente encima de ella. Zack tiene la boca entreabierta, a punto de responderle, pero enseguida se calla al verme. Me coloco enfrente de él, dándole la espalda, para responder en su lugar.

—Está fuera de tu alcance, Giselle. Y, ahora, largo.

Puedo ver de reojo la reacción orgullosa de Leah. Esto no es algo que habría hecho, normalmente. Soy más de mantenerme al margen y actuar en caso de que sea estrictamente necesario. Por desgracia, con alguien como Giselle Lewis me resulta completamente imposible. Me engañó, haciéndome pensar que ella y Zack tenían una cita y, por mucho que él me haya asegurado que no pasó nada entre ellos, sigo sin estar totalmente tranquila cuando se le acerca. No consigo olvidar que, hace unos días, ella tenía sus piernas desnudas encima de él, en una fiesta.

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