Capítulo diez.

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Sostengo a Mía con fuerza, apoyando mi mentón en su cien, mientras susurro una canción. Las lágrimas caen por mi mejilla con demasiada rapidez.

Observo cómo Billie golpea David, una y otra vez.

Y me sorprendo al pensar en cuán rápido llegó Billie a nuestro rescate. O qué habría pasado si hubiera llegado solo unos minutos después. Quizá no podría pensar en ello, no viviría para contarlo.

-Recoge tus cosas, tn___ -Ordena Billie, dándome un suave beso en la frente. Lo miro confundida. ¿Qué se supone que significa eso? -Te viene a vivir conmigo. Ese siempre fue tu hogar.

Asiento, algo aturdida por la repentina decisión. Busco dos maletas del armario y guardo toda mi ropa y la de Mía, bajo la atenta mirada de David.

-De verdad no quería hacerte daño, Tn__ -Murmura. Billie lanza un gruñido y lo fulmina con la mirada, en advertencia.

Cuando ya todo está listo, bajamos las escaleras con cierta dificultad. No hay nadie en la sala, por lo que salimos tranquilamente.

Echamos todo en los asientos de atrás del auto, mientras Mía duerme en mis brazos.

-Sé que no quieres hablar de esto, pero... -Lo interrumpo.

-Tienes razón, no quiero. -Miro hacia la ventana, intentando dar por terminada la conversación.

-No puedo creer que ese imbécil intentara tocarte, juro que sólo quiero volver y matarlo -Dice, apretando el volante con fuerza. Noto cómo sus nudillos se vuelven de un color blanco en cosa de segundos.

Nos detenemos en una calle cuando el semáforo está en rojo, y aprovecho para agradecerle. Toco su mano y lo miro fijamente

-Te lo agradezco, Billie. Si no fuera por ti... -Hago una pausa, para tomar una bocanada de aire, que luego suelto en un ruidoso suspiro, algo frustrado- Simplemente gracias.

-Tn__, sabes que recorrería el mundo para encontrarte. Si algo les llega a pasar, a alguna de las dos... -Pasa su mano libre por el cabello, dejándolo más desordenado de lo que estaba por la pelea- No quiero imaginarlo.

Me dedico a observarlo, antes de que el semáforo cambie a verde. Tiene el labio partido, de donde brota sangre aún y en la ceja un corte más profundo, de donde la sangre seca y la fresca le manchan parte del ojo.

En cosa de diez o quince minutos llegamos a casa, sin decir otra palabra en el camino, aunque nuestras manos seguían unidas, lo que fue bastante incómodo para que pudiera manejar.

Al llegar, Ollie nos esperaba en la puerta, con el rostro desfigurado por la preocupación. Cuando bajé del auto corrió a abrazarme, aunque con cuidado de no despertar a Mía. Decidí entrar mientras ella hablaba con Billie. Subí las escaleras, ya sabiendo el camino, y me adentré en la que fue nuestra habitación por tantos meses. Todo seguía igual, a excepción de que en un rincón, sobre una mesita de noche, yacían unos aretes que reconocería en cualquier parte. Helena, la sexy peliroja, los llevaba hoy en la tarde. Un nudo se formó en mi garganta, pero lo ignoré. Sabía que nada volvería a ser igual, lo adivinaba.

Deposito a Mía en su cuna, que ahora estaba cerca de nuestra... Su cama.

Al darme cuenta que la bebé no despertaría, bajo las escaleras otra vez, en busca de Billie. Esas heridas deben ser curadas. Pero lo que mr encuentro me desanima por completo.

Billie estaba sentado en el sofá, con Helena entre sus piernas curándole los cortes con un algodón. Puedo escucharlos discutir por algo, pero es mejor no intervenir.

Camino hacia la cocina y veo a Ollie preparando lo que parece ser pizza.

-Hola -Le digo, sentándome en un taburete. Nota mi desánimo enseguida y me lanza una sonrisa en señal de perdón.

Let yourself go (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora