Cap 6

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A la mañana siguiente Ayel abrió los ojos.
Miro a su alrededor y suspiro. —Seguimos en Brasil... —susurro y miro la cama.

Alex había girado y ahora están pegado al pecho de Urías mientras él le abrazaba.
Ayel lo observó mientras dormía. Su facciones estaban completamente relajadas.
Respiraba lento y calmado. Alex por consiguiente dormía como un ángel. Ayel se sentía realmente la mujer más afortunada de todas.
Tenía un esposo maravilloso y un hijo asombroso. Ambos eran el motor de su vida. No podía pensar en perderlos.
Urías y ella habían empezado odiándose, amándose, odiándose, amándose.
Un ciclo sin fin que creyó no terminar. Ahora estaba acostada en la cama con Urías de esposo.
Años atrás para ella hubiera sido impensable esto. Seria traición a su
familia. Pero con su ayuda y la de sus amigos pudo evitar caer en el rencor y amar.
Ayel levantó un brazo y toco su mejilla con la yema de los dedos. Lo amaba.
Cuando fue hospitalizada en Inglaterra y le dijeron que estaba embarazada creyó morir de felicidad y dolor al mismo tiempo. Tendría un bebé del hombre al que amaba y odiaba.
Creyó que alejándose de él lo suficiente, podría olvidarlo, pero no
fue así. Verlo ser atravesado por una espada y estar al borde de la muerte la hicieron sacar lo que realmente sentía por él. Amor. No iba a permitir que nada le pase a él o a su hijo. Los protegería a ambos.

Con esos pensamientos Ayel se sobresalto cuando sintió la mano de Urías sobre la suya.

Urías le beso los nudillos —Buenos días... —susurró mientras le masajeaba la mano.

—Buenos días... ¿Te desperté?

—No, pero me gusta despertar así.

Ayel sonrió. Alex se movió y apretando los ojos los abrió para mirarlos a los dos y luego sonreír.

—Hola mi príncipe... —susurró Ayel —¿Has dormido bien? —acercándose a él le dio un beso en la mejilla.

Alex sonrió.

—Has despertado de buen humor ¿eh?  —Urías le dio un beso. Lo que ocasionó que volviera a sonreír.

No querían levantarse. Querían permanecer así para siempre.

—Bien. —Ayel se sento en la cama —Debes comer.

Urías se levanto y fue al baño. Para cuando hubo salido Ayel y Alex estaba riendo en la cama. Ayel miro a su esposo.

—¿Tienes hambre?  —le preguntó él

Ella asintió —Un poco. Quiero ir a comprar, desayunar e irnos. ¿Te parece?

—No encuentro nada malo en ello. —acercándose a Alex lo tomo en brazos. —¿Tú le encuentras algo malo campeón?

—Bien. —Ayel fue a buscar el canguro para Urías.  —Póntelo.
.
.
.

Urías los guio hacia el mercado por varias calles y pasillos. El lugar estaba muy activo y la gente iba de un lugar a otro. El mercado tenia varios puestos de venta de varias cosas, desde comida, especias, ropa. De todo. Ayel lo siguió hasta el puesto
justo al final del mercado cuyo paisaje era la entrada al bosque. Varios camiones de carga llegaban al mercado para dejar frutas y verduras.

—Aquí compre nuestra comida ayer. —le dijo Urías al llegar a un puesto pequeño que vendía carne asada.

Ayel miro el lugar. Había mucho calor, pero la gente no parecía notarlo. Vestían blusas de tirantes y shorts cortos para poder soportar el clima.
Urías tomo algunas frutas y botellas de agua que le serían útiles. Llegando a Rio de janeiro irían al banco a sacar dinero.

Ayel se alejó de él unos puestos más mientras observaba lo colorido de las telas que se vendían, rojo, amarillo, verde. Todo resaltaba ahí. Saliendo del mercado vio a los niños correr y jugar con pelotas de goma. Mirando hacia atrás vio a Urías concentrado en elegir sus alimentos.
Decidida a regresar con él Ayel miro de nuevo hacia el bosque. Pero antes de ir a ellos un escalofrío le recorrió la espalda.
Girando sobre sus talones miro a su alrededor de nuevo pero no vio nada fuera de lo común.

Salió del mercado y buscó.

Un camión grande con una cabina atrás cubierta de lona para que no se pudiera ver la carga paso delante de ella y se estacionaron atrás de un edificio justo a lado del mercado. Una inquietud la recorrió y los siguió lo más discretamente posible.
Mirando a los lados y siguiéndolos tres hombres bajaron del camión. Dos iban adelante y el tercero bajo de la cabina de carga. Los tres llevaban rifles en la espalda.
Se alejaron del camión y entraron al edificio para luego cerrar la puerta.

Ayel estaba inquieta.
Tenía que regresar, pero una fuerza asombrosa como si de un imán se
tratará la hizo caminar a la parte de atrás del camión.
Mirando a su alrededor para no ser vista Ayel se acerco. Con cautela. Los hombres podrían salir del edificio en cualquier momento y ella no podía teletransportarse.

Cuando estuvo detrás del camión sintió un aroma a bosque. Había alguien dentro. Retrocedió un poco. No podía entrar. ¿O si?

—Joder Ayel... Piensa. —siseo.

Levantando la lona quedó perpleja y no dudó en subir al camión.

Dentro había una niña de unos 5 años acostada boca abajo. Tenia el pelo negro y piel morena clara. La tenían amarrada de piernas y brazos detrás de la espalda con cinta en la boca. Vestía un simple camisón blanco.

—Oh, dios... —susurró Ayel —Malditos... —mascullo cuando la rabia la invadió.

¿Qué clase de enfermos le podían hacer eso a una niña? Cuando se acerco la niña abrió los ojos e intento alejarse de ella pero no pudo por las cuerdas.
Intento levantarse pero no pudo. Ayel pudo ver sus ojos verdes claros.
Ayel sabia que no le entendería. Pero aún así hablo.

—Ssshhh... —le hizo seña para que no se moviera  —No voy a hacerte daño.

La niña la miro con los ojos entrecerrados.
Ayel movió las manos en señal de calma. La niña la miro analizándola. Pero tenia un brillo de miedo y esperanza en los ojos.

—No voy a dejar que te hagan daño. Lo prometo. Te voy a liberar, pero no quiero que grites. —susurró.

Acercándose a sus manos vio que la niña tenia en su muñeca derecha una venda maltratada cubriendo una herida.

—Chi' —Ayel se sintió enferma. Malditos. Le habían lastimado. —Tranquila.

Actuando lo más rápido Ayel le soltó las manos para evitar lastimarla más. La niña tenia la mira en ella sin saber de donde había salido.

Ayel le liberó los pies y con cuidado le quito la cinta de la boca. —Listo, ¿cómo...

Antes de terminar de preguntar la niña se levanto y salió corriendo del camión.
Ayel no tardo en seguirla. Bajando de la cabina corrió detrás de ella.
La gente era tanta que tuvo que frenar para no chocar con una anciana.
Mirando a su alrededor la niña entro al bosque. Ayel se encaminó ahí cuando una mano la detuvo. Dando un salto miro a su lado y Urías le miraba aliviado.

—¿Dónde estabas? Me habías preocupado.

—Urías...

De pronto la gente se arrimo para ver como tres hombres armados corrían al bosque.

—La niña. —Ayel corrió pero Urías le detuvo.

—¿A dónde vas? ¿Qué niña?

—Esos hombres persiguen a una niña. Tengo que salvarla. —Ayel escupió las
palabras con las pulsaciones a mil.

—Ayel no puedes. No sabes en lo que te metes.

Ayel lo miro —No voy a dejarla sola. ¿Si fuera Alex el perseguido?

Urías apretó la mandíbula. —Iré yo.

—No. Tú cuida de Alex. Yo me haré cargo.

—Joder Ayel... —siseo él —Prométeme que vas a regresar sana y salva. —pidió dándose por vencido.

Ayel sonrió —No te preocupes amor, aún nos falta mucho por lo que pelear.

Urías asintió. —Te veré en el hotel.

Ayel asintió antes de correr hacia el bosque.

Unidos... |Trilogía Were Hunter #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora