hablemos sin pensar (Diabolik Lovers)

(31)

"mientras tus labios sean dulces está bien" responde con simpleza.

el vampiro de cabellera lila envuelve al humano entre sus brazos, una tenue sonrisita plagada de posesividad se asoma por su rostro cuando el contrario se relaja en su regazo, limitándose a esconder ese rosa que inunda sus mejillas y se extiende por sus orejas.

a Kanato le gustaba jugar rudo, todo lo que le pertenece sería roto por sus manos cuántas veces quiera, destrozar en mil fragmentos y tirar o conservar. sin embargo, había aprendido algo en esa larga semana, (t/n) se derretía y avergonzaba cuando era halagado y querido.

sabe que (t/n) siempre ha sido alguien dócil —hasta cierto punto—, quizá algunas veces se revelaba con palabras venenosas en su lengua, pero se sometía al instante ante las amenazas sobre su cuerpo. entonces lo trato como una más de sus muñecas, no le importaba herir, pero desde la noche que entendió el comportamiento sintió un gusto enfermizo por molestarlo con cariño empalagoso.

lo besaba, lo abrazaba, lo llenaba de afecto y siempre lo trataba como una preciosa reliquia, puliendo día tras día su esplendor con azucarados toques y cumplidos.

incluso ahora mismo, que comía un rollo de canela y manjar, tenía la nuca y orejas teñidas en rosa, ardiendo con sutileza buscando atención.

adorable.

inclinó su rostro hacía el hombro del humano, frotando su mejilla con la de (t/n) quién detuvo sus pequeñas mordidas al postre, las tonalidades rojizas no tardaron en acentuar su expresión.

"¿heh?" el humano jadeó al escuchar un estruendoso ruido proveniente de la primera planta, reconoció al instante que lo había causado.

¿por qué Subaru-san había golpeado la pared?

intento levantarse pero Kanato se aferró a él con un poco más de fuerza, (t/n) lo miró y no distinguía la expresión del vampiro.

"no es nada importante" asegura "quiero que mi precioso (t/n) se quedé conmigo" añade, besando la piel expuesta.

duda por unos instantes, sin embargo no escuchaba gritos o semejante, por lo que creyó en Kanato y centro su atención en el dulce ambiente.

porque, ahora no importaba que tan mal lo haya pasado en su llegada, simplemente aceptaría su presente e intentaría vivir de buena manera.

quién diría que, lejos de sus espectativas, la ilusión se quebraba debajo suya, con una aterrorizada dama de cabellera rubia en el suelo y el furioso vampiro de cabellera blanca hundiendo su puño en el concreto, con los espectadores de puntiagudos caninos mostraban el desagrado ante la reaparición de la mujer.