10: "𝑴𝒊𝒆𝒅𝒐 𝒂 𝑷𝒆𝒓𝒅𝒆𝒓𝒍𝒐"

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La lluvia descendía del cielo, diminuta y chispeante sobre la tela de sus ropas y posándose sobre sus cabellos, humedeciendo el espacio.
Victoria lo admiró con intensas ganas de abrazarlo, de sentirse cubierta por sus brazos y llorar en su pecho hasta saberse libre, sensación que solo sentía cada vez que se encontraba rodeada de su calidez, de su esencia tan amable que le generaba tanta calma. Él se había vuelto indispensable para ella, tanto que le generó temor no reconocer la raíz de todos esos sentimientos que la subyugaban.

Esteban le miró con gran preocupación, una vez sostuvo la cargada lágrima que, segundos antes, bordeó su naríz y alcanzó el nacimiento de sus labios. No podían apartar la mirada, estudiando el enigma que los encandilaba y los involucraba a ambos en esos sentimientos que no quisieron exponer, inexorablemente. Él quiso poder arrancar todo el dolor que sumergía allí, en el descolorido verde en sus ojos y temiendo que pudiera haber provocado el mismo en su interior. Ese momento que se había sentido eterno se acabó a causa del estruendo de un trueno que anticipaba la tormenta. Victoria apartó el rostro para limpiarse las lágrimas, regresando en tiempo y espacio.

—No imaginé jamás encontrarlo aquí... —Admitió intentando entender porque, de todos los lugares de la ciudad, se lo tenía que encontrar en un lugar tan público y en ese momento tan inoportuno en el que no podía arrojarse en sus brazos.

—Vine a retirar a mi hija, Estrella. —Dijo como si fuera obvio. Victoria recordó que le había comentado de sus hijos la primera noche que estuvieron juntos.

—Claro, discúlpeme, estoy un poco dispersa. —Y como para no estarlo, cuando todo lo que estaba atormentando su vida, era agobiante y parecía nunca acabarse.

Esteban la analizó de reojo intentando tener una distancia prudente para no presionarla, aunque en su interior deseaba apropiarse de ella, estrecharla contra su cuerpo y besarla hasta dejarla sin aliento. Debía dejar de anhelar el deseo en su mirada o acabaría haciendo una locura allí mismo, tan solo por recurrir a saciar esa sed.

—¿Se encuentra bien? —Preguntó, evitando mencionar lo ocurrido la noche anterior en la extensión de la palabra "noche" la cual no había sido tan larga como los anteriores momentos que habían compartido, pero que no le quitaba lo memorable. Por más que quisiera, no podía evitar sentirse agobiado ante la sola idea de que ella tomara sus estúpidas palabras con tal seriedad y quisiera apartarse de él definitivamente. Más aún, cuando su cabello bailaba con la brisa haciéndole llegar ese aroma que tanto le enloquecía y esa sensualidad que ella desprendía de todo su ser, sintió su pulso alterarse solo de sentirla tan cerca. Ella suspiró y le preocupó ver como le rehuía a su mirada. La intensa conexión que había entre ellos casi que se podía tocar con las manos.

—Si Señor, ¿porque no iba a estarlo? —Musitó con poco entusiasmo y Esteban frunció el entrecejo. Ella se veía muy extraña, y sabía que no había sido la mejor noche, pero presentía ver algo más en su actitud, estaba ocultando sentimientos muy profundos.

—Si no quiere que la bese aquí, en frente de todas estas personas y que provoquemos un escándalo, le voy a suplicar que me diga lo que le sucede. —Habló junto. Tanto que Victoria pudo sentir su calor pegando casi en su espalda. Cerró los ojos por un instante suplicándose a sí misma no perder el control ante esa hipnosis en la que se sumergía por su causa y que le hacía temblar hasta las manos.

—Mi hija tiene problemas de comportamiento, Señor San Román, y me tiene un poco preocupada, eso es todo. —Comentó y aunque no mentía, había mucho más que decir y Esteban supo verlo cuando ella le miró a los ojos, al fin. Se vio obligado a pestañear una vez estuvo ligado a esa mirada tan demostrativa. Victoria contuvo el aire por un momento.

𝑨𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒛⊰ [ParejaTekila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora