Capítulo 5: La apuesta.

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Narra Sally.

No tengo idea de como llegué a la mansión de Eleonor, ni en que momento el sol salió y mucho menos cuanto alcohol aún seguía en mi sistema. De lo que si estaba segura era de que tenía un gran dolor de cabeza, que estaba durmiendo en el sofá de abajo de la casa y que, de alguna manera que no podía explicar, estaba metida tapada con una manta bastante ajustada. Sólo rogaba que no haya sido por la ayuda de Kevin porque sí vaciaría todo el contenido de mi estómago.

O quizás lo haría de todas formas.

Corrí al baño que se encontraba en la parte de abajo, sintiendo todo mi estómago revuelto y las nauseas atacándome. Gracias a dios era una falsa alarma. Suspiré mientras cerraba los ojos con fuerza para recuperarme del mareo que me había dado por mis movimientos brusco en un intento de llegar al baño lo antes posible.

Cuando estuve segura de que no me caería desmayada o no terminaría abrazaba al inodoro, me acerqué al lavabo para mojarme la nuca e inspeccionar los daños de la noche anterior. Mi maquillaje estaba corrido, de tal manera que mis ojos me hacía parecer un mapache, el labial fuerte que me había aplicado estaba por todos lados en mi rostro.

¿Con quién me había besado? El guapo de ojos raros.

Diablos, él era caliente. Fruncí el ceño al recordar la manera rara en la que se había ido. En un momento, habíamos estado besándonos, o tal vez lo incité a que nos besáramos, y sus manos había encontrado su mano a mis caderas mientras yo jugaba con su cabello y, al otro, él estaba prácticamente huyendo de mi. ¿Qué demonios?

Suspiré. Me había perdido un muy buen espécimen, lamentablemente. A la mierda con el guapo la voz de mi consciencia de manifestó y, como siempre, le hice caso.

Era momento de un largo baño para sacarme los restos de la noche anterior de encima, incluido el chico guapo. El agua caliente siempre me ayudaba a relajar mis músculos mientras que limpiaba de mi piel el aroma a cigarrillo, alcohol y sudor. Pero en vez de ser una ducha para dejar esa fiesta atrás, en lo único que podía pensar era en esos ojos verdes que me habían mirado como si pudiera ver a través de todos los muros que había levantado, como si supiera una verdad que incluso yo no alcanzaba a conocer.

—¡Sal de la ducha de una vez, quien quiera que seas, y vete de mi casa ahora mismo! —Gritó Eleonor desde afuera de la puerta del baño.

—¡Tranquila! ¡Solo soy yo! —Grité de regreso.

Por lo general, la casa de Eleonor terminaba con algunas personas de más. Algunas veces fueron las conquistas de una noche de nosotras, otras personas que querían seguir la fiesta en otro lado o, incluso, algún colado que no sabía ni donde estaba parado y aprovechaba el descuido de Eleonor para entrar e instalarse. Era parte de la rutina. Lo feo era levantarse con resaca y tener que comenzar a echar a aquellas personas que utilizaban las instalaciones como si fuese un hotel o algo por el estilo. Ese era el momento en que mi amiga sacaba sus garras.

—Ya estoy aquí. —Dije cuando asomé la cabeza en la cocina para encontrar a Eleonor observando a su conquista preparar el desayuno. Ese era un buen cambio.

—¿En serio tienes que venir a desayunar solo envuelta en esa bata? —Preguntó Eleonor— Si querías al hombre, solo tenías que pedirlo, no tratar de robártelo como una zorra que enseña toda su mercadería.

—Eres una aguafiestas, Elle. —Ese era su apodo cuando había gente que no nos conocía. Ella rió cuando me vio poner los ojos en banco ante su discurso.

—Carter, ella es Sal. Sal, el es Carter y mí adquisición más reciente. —Me dice Eleonor con una amplia sonrisa.

—Hola. —Me sonrió con una perfecta sonrisa de comercial de pasta de dientes.

Opposites Attract. [Attraction #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora