CAPÍTULO 6

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「 . . . 」


Pocas veces se podía ver a una Elizabeth Vitale nerviosa pues era reconocida por siempre hablar con seguridad, pocas cosas o incluso personas lograban sacarla de su zona de confort, pero ahora, en esa ocasión se encontraba en su auto con las manos sudorosas agarrando firmemente el volante.

Había llegado al estacionamiento público del edificio de inmigración y como siempre, estaba diez minutos antes de la hora citada. Había estado repasando el tema durante toda la noche y la mañana, ni siquiera había dormido bien, estaba seguro que si se miraba en el espejo vería las ojeras bajo sus ojos. Sacó de su bolso u poco de maquillaje y lo aplicó esperando disimular un poco el gesto cansado. No lo había conseguido.

Cuando habló con Sebastian, el hombre parecía demasiado tranquilo con el hecho de que, a partir de ese momento, para todos sus conocidos, serían una pareja felizmente comprometida; el solo pensar en sus hermanos y su padre se le contraía el estómago, ¿Cómo les diría esa noticia después de decirle a todo el mundo cuanto odiaba a su "prometido"?

Suspiró recargando su cabeza en el respaldo del asiento, cerró los ojos y pensó en sus sueños, en o que deseaba desde que se graduó de la universidad, poder hacer algo importante que ayudara a la ciencia y a la par, a estudiantes que no tenían las mismas oportunidades que otros, no podía dejar que una pequeñez como lo era aquello, la alejara de lo que siempre quiso, además, sería solo por unos meses hasta que su papeleo estuviese listo, todo volvería a ser normal y ella estaría tranquila, separada y enfocándose en su nuevo laboratorio. Una sonrisa iluminó su rostro por unos cuantos segundos, pero la felicidad fue apenas momentánea, nuevamente las ideas negativas a tomar en cuenta llegaron a ella ¿Cómo le diría a su familia después de meses que todo había sido un juego?, pensó volviendo el estrés a su cuerpo.

Observó la hora y tomo aire bajando del auto. Lo cerró con alarma la cual hizo un audible eco en el estacionamiento, un par de miradas estuvieron sobre ella pero ignoró el detalle y continuó su camino. En el momento que entró al extraño y antiguo edificio de inmigración dirigió su mirada a su alrededor buscando la recepción donde pudiese preguntar... ¿Qué preguntaría? No tenía idea de a donde se dirigiría, Sebastian no le había informado, pero aun así se acercó a una mesa donde se encontraba una joven tecleando con certeza y avidez.

La castaña carraspeó llamando su atención, la recepcionista levantó la mirada mientras continuaba tecleando, Elizabeth se quedó sorprendida con ello.

—Vengo a arreglar un asunto...— no continuó porque la chica había dejado de teclear y ahora no le ponía atención, parecía estar viendo a alguien detrás de la italiana, alguien que había acaparado su atención por completo.

En el momento que Elizabeth se giró se encontró a Sebastian, estaba a un par de pasos por lo que la castaña quiso retroceder para recuperar su espacio personal, pero estaba la mesa de información y no le permitió alejarse.

—Puntual, me gusta— comentó a modo de saludo, Elizabeth frunció el ceño por unos segundos antes de rodar los ojos negando.

—Debes tener muchos amigos— dijo sin pensar, de inmediato cerró la boca y caminó lejos de la atenta espectadora que se encontraba a sus espaldas siguiendo con la mirada a ambos. Sebastian caminó a su lado sin prisa.

—¿Puedo preguntar por qué el comentario?

Elizabeth tardó en responder, estaba pensado en algo que no hiriera susceptibilidades, en ocasiones solía hablar sin pensarlo. Ambos subieron al elevador y tomaron distancia dentro, la última vez que estuvieron en un ascensor iban de la mano, ahora cada uno estaba en un extremo como completos desconocidos.

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora