CAPÍTULO 29

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「 . . .  」


Las risas eran audibles en aquel pequeño café, uno de los mejores en la ciudad según Mark, el arquitecto. Hasta el momento que llegaron a dicho lugar fue cuando se presentaron formalmente, habían dejado atrás las formalidades para hablarse por si nombre, de esa manera Elizabeth se sentía un poco más cómoda y Mark no podía estar más feliz con ello.

—¿De verdad ese chiste no lo conocías?, ¿Qué tipo de gente frecuentas? — cuestionó Mark mientras bebía un poco de su segundo café.

Elizabeth por su parte sonrió de forma educada y se encogió de hombros recargándose en el respaldo de la silla de madera, era algo incómoda pero no del todo como para molestarle.

—La verdad es que mis amigos son pocos, algunos un tanto nerd, mis hermanos son muy diferentes, somos diferentes entre todos y...— calló pues iba a mencionar a Sebastian, quien había formado parte de su vida, cuando le preguntaban de amigos o cercanos, su imagen aparecía de inmediato, pero ahora no deseaba mencionarlo.

—Pues debes juntarte más conmigo para estos chistes— comentó el hombre notando lo que Elizabeth diría, no quiso incomodarla, mucho menos que recordara a su prometido por lo que cambió rápidamente de tema.

Media hora después Elizabeth había terminado su único café, estaba entretenida, reía con Mark, era muy gracioso y agradable, pero cada que un chiste le gustaba, deseaba mandarle un mensaje a Sebastian para contarle, tan solo deseaba hablar con él.

—Es tarde, tengo que irme— anunció la italiana de pronto, Mark observó su reloj y asintió, no deseaba dejarla ir pero sabía era normal, el tiempo se le fue volando y deseaba nuevamente salir con ella, aun así no sabía que tan conveniente sería pedirle otra salida.

—Claro, ¿Cuándo quieres que veamos detalles del edificio? — cuestionó, sin embargo el teléfono de la chica sonó y no pudo responder verbalmente, con su mano le hizo una seña de que la esperara, el arquitecto asintió.

—¿Si? — respondió Elizabeth sin ver el número pues sabía que solo personas cercanas tenían ese número.

La voz que sonó al otro lado le erizó la piel, su cuerpo reaccionaba ante esa voz y ante la imagen de esa persona.

—¿Dónde estás? — preguntó Sebastian, había llegado a casa y se encontraba solo.

—Estoy...— pensó en qué decir, ¿Miento?, se cuestionó pero en el mismo momento que se hizo esa pregunta mentalmente, frunció el ceño reprendiéndose por la actitud de nerviosismos y temor, algo no propio de ella; ¿Por qué tendría que mentir?, le diré la verdad, él y yo no somos nada, no tiene por qué molestarse, y si así fuese, no me interesa. —Estoy tomando un café con Mark— anunció con total naturalidad.

Al otro lado de la ciudad, Sebastian se quedó con la palabra en la boca. La había llamado para preguntar cuando llegaría pues le tenía un obsequio, había seguido el consejo de su madre, pero ahora deseaba tirarlo por la ventana e ir hasta donde ella se encontraba para golpear a quien quiera que fuese Mark.

—No deberías salir con alguien más, la prensa podría verte, tendríamos que dar explicaciones y...

—No pasa nada, nadie me sigue, a ti si— lo interrumpió Elizabeth quien dejó su abrigo nuevamente en la silla, pensó en irse, pero ahora el plan era diferente.

—Elizabeth, si alguien...

—Iré más tarde, come bien— comentó antes de colgar dejando a un Sebastian molesto y un Mark confundido al escuchar dicha conversación, o al menos, la mitad de ésta.

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora