CAPÍTULO 11

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[ Perdón por tardarme en subir, soy maestra y ésta semana fue de calificaciones y demás, pero espero tener un tiempito libre para poder subirles más capítulos, el 11 es corto, así que subiré el 12 de una vez. ]



「 . . . 」

Sebastian se sentía hasta cierto punto cómodo entre sus conocidos, algunos de ellos habían sido invitados por cortesía y por pertenecer al círculo social de su familia, y era esa misma razón por la cual no estaba obligado a acercarse y hablar, un saludo había bastado con ellos para después enfocarse en hablar con su mejor amigo.

—Así que, ¿Dónde esa la bella novia? — preguntó con los labios a centímetros de su vaso el cual estaba casi vacío, era su tercer trago, pero aun así, Stephen era conocido por su aguante con el alcohol por lo que no había nada de que, preocuparse, en realidad, Stephen era la persona más tranquila que Sebastian había llegado a conocer y ese era uno de los motivos principales por lo que su amistad funcionaba después de tantos años.

—Ella está...— Sebastian levantó la mirada por encima de los invitados cercanos, el jardín se había llenado de mesas con manteles blancos dignos de la celebración, si bien era una reunión pequeña, el jardín era lo suficientemente grande como para perderse entre la multitud. El rubio frunció el ceño al no verla Elizabeth por ningún lado, recordaba el color del vestido pero no estaba tan familiarizado con ella como para encontrarla rápidamente; frunció el ceño volteando a los lados hasta que notó como su hermana se acercaba casi brincando con entusiasmo.

—¿Buscas a mi bella cuñada? — preguntó aunque sabía la respuesta, simplemente lo había hecho para obviar la situación, tras el asentimiento lento de cabeza del mayor, sonrió señalando con la barbilla la improvisada barra cerca del límite del jardín, ahí, sentada junto un hombre, Elizabeth parecía divertirse, estaba sonriendo y riendo de una forma tan adorable que Sebastian maldijo al hombre a su lado por no ser él, siempre que estaba cerca uno del otro la tensión era notable y a veces, incómoda, pero en ese momento a la lejanía, la castaña estaba relajada, bromeando y riendo, por un momento el rubio se molestó sin saber la razón, ¿Por qué Elizabeth le sonreía a ese hombre y a él no? Se conocían de más tiempo, tal vez ese hombre le gustaba después de todo, tal vez era su tipo, "¿Yo sería su tipo también?" pensó antes de negar para sí mismo deshaciéndose de esa pregunta mental y dejando de divagar.

—¿Te vas a quedar ahí rabiando de celos mientras otro hace reír a tu chica? — preguntó Stephen siguiendo la mirada furiosa de su amigo, a su lado, la risilla de su hermana se hizo audible pues Megan jamás en su vida había visto a su hermano celoso, y era un acontecimiento digno de admirar.

—No la está haciendo reír, ella solo... es cortés— Sebastian respondió mientras entrecerraba los ojos como si con ello pudiese tener más alcance visual sobre la pareja a varios metros de distancia de ellos.

—Claro— dijeron los presentes con total sarcasmo.

El canadiense frunció los labios meditando cuan extraño sería para Elizabeth si él iba y marcaba territorio, sabía la respuesta, sin embargo, estaban fingiendo y ante la sociedad, que un prometido fuese a marcar distancia con su prometida no era mal visto. El hombre sonrió, metió las manos a los bolsillos de su pantalón con suma confianza en sí mismo y se dirigió hasta donde los risueños se encontraban.

Conforme se acercaba podía escuchar las risas de ambos, pero se centró en la de la castaña, parecía ser suave, delicada pero cargada de diversión, el solo escucharla le hizo sonreír, cuando llegó a su lado no quitó la sonrisa, simplemente la convirtió en una llena de sarcasmo.

—¿Te diviertes, cariño?

Fue la forma en que Sebastian saludó, la risa de Elizabeth se fue apagando poco a poco dejando una sonrisa leve, frunció el ceño un momento tras escucharlo pero asintió segundos después.

—La verdad si, la presencia del joven Larsson me hizo bien— respondió siendo sincera, Elizabeth no notó la forma en que la vena en la frente de Sebastian comenzaba a hacerse visible, los celos que carcomían al canadiense no eran notorios para la joven.

—¿Elizabeth es tu prometida? — preguntó Oscar Larsson sorprendido, Larsson era un socio cercano en la empresa de los Loughty, había trabajado en diversos proyectos por lo cual había sido invitado al evento. Sebastian y él no tenían mayor problema en trabajar juntos, todos sabían que el jefe no se relacionaba con los demás por lo que Oscar había asistido por compromiso laboral y si bien Sebastian nunca lo tomó en cuenta más allá de un socio en las juntas, ahora estaba en su lista negra.

—Así es, Elizabeth es mi prometida— respondió Sebastian con un tono de voz que dejó claro que estaba todo menos divertido y cómodo con la situación. El rubio pasó el brazo por la espalda de la castaña acercándose a ella, Elizabeth sonrió divertida entendiendo por fin el juego entre ambos hombres, rodó los ojos y suspiró antes de bajar de la silla.

—Fue un gusto platicar contigo, Oscar, tal vez nos veamos después en la empresa, cuando vaya a visitar a Sebastian— si bien todo aquello era falso, Elizabeth tenía muy presente que para que cualquier tipo de relación funcionase, el respeto era fundamental, por lo que aunque no se llevara bien con su prometido ficticio, ambos debían respetarse frente a los demás, así que se alejó no sin antes acariciar el brazo de Sebastian quien la siguió con la mirada recorriendo su cuerpo, cada vez se convencía de lo hermosa que era y eso le molestaba, pues estaba seguro que una chica como ella, jamás se fijaría en alguien como él, y no, no dudaba de que su físico fuese atractivo ante el grupo femenino, pero Elizabeth parecía ser inmune a esos encantos.

"¿Por qué carajos estoy pensando eso siquiera?" se regañó mentalmente antes de dirigir la mirada hacia Oscar, quien también observaba a Elizabeth. Al percatarse de que el canadiense lo observaba alzó las cejas encogiéndose de hombros.

—Vaya chica, Sebastian, te felicito es hermosa y muy divertida, inteligente es algo que ni siquiera debo destacar pues es considerada la mujer científica del año en nuestra ciudad— comentó el castaño mientras terminaba su inocente bebida regresando la mirada al frente una vez la castaña desapareció del panorama.

El aludido lo escuchó entrecerrando los ojos con esa sonrisa irónica que muchos conocían y algunos detestaban.

—Lo sé, por eso la hice mi prometida— respondió seguro de lo dicho, y a decir verdad, en ese momento estaba totalmente seguro de lo que decía, tanto que hubiese deseado fuera verdad.

—Pues nuevamente, felicidades— dijo Oscar mientras se levantaba de su asiento dejando el vaso vacío sobre la superficie de la barra, encaró al hombre y le sonrió sincero —nos estaremos viendo después— dijo para después seguir su camino de largo.

Sebastian mantuvo en el contrario la mirada hasta que se detuvo a saludar en la mesa de los demás socios. El rubio rodó los ojos negando, ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Por qué había hecho aquello?, quienes conocían de cerca a Sebastian en el aspecto sentimental podían afirmar que la atención y el interés eran cosas que el canadiense no sabía demostrar, los celos no formaban parte de su vocabulario, o al menos, no lo hacían, pues en aquel momento, aunque no lo aceptase por completo, lo que lo había llevado a acercarse a Elizabeth había sido ese temor de que ella se fijara en alguien más, pero, ¿Cómo podría él interferir en algo tan personal como aquello? Tenían un trato y Sebastian lo sabía, sabía porque estaban haciendo todo aquello, y también tenía presente que en cualquier momento podía terminar, ahora lo estaba ansiando más que antes pues no deseaba que esa chica se metiera en lugares de su mente donde no podría sacarla después.

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora