「 . . . 」
—¿Por qué no entramos? — preguntó Megan un poco preocupada por la palidez que adoptó el rostro de Elizabeth, quien asintió intentando recuperar la normalidad en su respiración, pues sentía que no lograba respirar como deseaba.
La italiana se adentró en el departamento dejando su bolso en la mesita más cercana, lo único que quería era sentarse y cerrar los ojos porque el oxígeno no estaba llegando a su cerebro y los mareos se hicieron presentes. Megan por su parte, cerró la puerta tras de sí y se quitó el abrigo que portaba, estaba un poco preocupada pues se dio cuenta que no debió contarle de esa manera.
—¿Quieres agua? — cuestionó la rubia indecisa si acercarse a Elizabeth o quedarse justo donde se encontraba, a unos cuantos metros de distancia.
—¿Qué fue lo que le sucedió? — preguntó Elizabeth abriendo los ojos y fijando la mirada en Megan, la joven bajó el rostro un momento antes de sentarse lentamente en el sofá contiguo al de la castaña y comenzar a hablar.
—Él... tuvo un accidente automovilístico, chocó hace un par de semanas...
Conforme Elizabeth escuchaba cada palabra, sentía vidrios llegar a su corazón, le dolía respirar, su cabeza estaba embotada y no podía siquiera pensar de manera razonable, solo imaginaba a Sebastian de las peores maneras, deseaba salir de ahí y llegar a él, pero ni siquiera sabía dónde estaba.
—¿Elizabeth?, ¿Me escuchaste? — llamó la menor a la castaña quien mantenía la mirada fija al frente, parecía que estaba en un tipo de transe, tan solo un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas y sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas no derramadas.
La aludida parpadeó dejando escapar las últimas lágrimas de sus ojos, mismas que limpió con el dorso de su mano intentando no arruinar su tenue maquillaje. Ya era demasiado tarde para eso.
—¿Él está bien? — preguntó observando a la rubia, quien asintió sonriendo de manera leve, intentando con ese gesto darle la tranquilidad que sabía necesitaba.
—Lo está, llamó porque estuvo unos días en el hospital, nada grave, se recuperó y olvidó llamarnos, tan solo para decirnos que estaba bien, iba ebrio y chocó, tuvo algunos golpes internos pero nada más— comentó con un tono de voz suave, como quien le habla a un animal asustado.
—¿Por qué me cuentas todo esto? — preguntó la italiana levantándose de su asiento, tenía diversas emociones encontradas. Ahora que sabía estaba bien, estaba furiosa con él por no avisarle, aunque sabía no respondía a sus llamadas, pero aun así... se sintió culpable por alejarse, se sintió culpable porque tal vez Sebastian había bebido a su causa, porque no sería la única que lo hizo, no sería la única que pensó una noche solitaria que el alcohol sería su auxiliar para olvidarse del dolor que sentía, al menos por una noche.
—No sabíamos dónde estaba, cuando se fue no supimos más de él, temimos por lo peor, cuando habló con papá él...— guardó silencio, la menor bajó la mirada y tras unos segundos observó a Elizabeth —quise saber dónde estaba pero me dijo que no estaba preparado para volver a todo, a nosotros, está intentando avanzar, y...
Elizabeth la interrumpió riendo de manera sarcástica, se dio la vuelta para que Megan no pudiera ver las traicioneras lágrimas que aún brotaban de sus ojos, caminó a la cocina para servirse un vaso con agua, la rubia la siguió.
—Así que intenta avanzar— dijo nuevamente, su tono cargada de sarcasmo —me alegro por él, no le será difícil, excepto con el dinero que no obtuvo de mi laboratorio.
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¿Dopamina o tinta?
RomanceTERMINADA. Elizabeth es una científica italiana que tras llegar a Nueva York construye una reputación como una de las investigadoras más jóvenes. Sebastian es un escritor frustrado que se hace cargo de la empresa familiar por obligación. Estas dos...