CAPÍTULO 16

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「 . . . 」


Los ojos cansados de Sebastian observaban la cafetera casi como si estuviese dormido de pie. Había tenido una noche fatal, hacía años no se sentía tan cansado al despertar, tuvo pesadillas que ni siquiera recordaba del todo, pero esa sensación familiar de haberse estresado o temido por la noche lo acompañó desde que se levantó de la cama.

Ahora, estaba esperando de forma ansiosa a que la cafetera terminara de hacer su labor para poder siquiera despertar con cafeína. No había escuchado los pasos de Elizabeth, no notó su presencia hasta que se pasó a su lado buscando en una de las puertas superiores de los compartimentos de la cocina, una barrita de cereal endulzado, de las favoritas de la castaña.

El canadiense levantó la mirada esperando un saludo que nunca llegó. Elizabeth pasó de largo como si el hombre a su lado no existiera. Fingiendo desinterés, Sebastian la siguió con la mirada, la joven estaba poniendo en recipientes de plástico su desayuno, algo que la había visto hacer anteriormente, pero ahora su semblante era diferente. En días pasados al menos hablaban del clima, tintorería, algo; esa mañana Sebastian se sentía invisible a esos ojos femeninos que tanto le gustaban. La observó buscar en otro de los compartimentos su termo, en ese momento sonrió al recordar que lo tenía en la oficina.

—Yo tengo tu termo— dijo sirviéndose café en su taza y recargándose contra el mueble de la cocina.

Elizabeth levantó la mirada cerrando los ojos por un momento, había olvidado ese pequeño incidente. Los recuerdos de los mensajes del día anterior llegaron a su mente debilitándola ante eso, se había sentido como una adolescente emocionada, y ahora, había vuelto a la realidad.

—Bien, compraré otro de camino a la universidad— anunció tomando el par de barritas que había sacado de la caja, buscó sus llaves y se dispuso a salir de la cocina, pero antes, la voz de Sebastian la detuvo.

—Tendremos una reunión en casa.

La italiana frunció el ceño y se giró lentamente sobre sus talones sin entender. Al ver al hombre hizo una cara que denotaba lo confundida que estaba sobre sus palabras.

—Olvidé mencionártelo ayer, Stephen quiere venir, dijo algo de celebrar la nueva casa... — se encogió de hombros restándole importancia al tema, pero eso le puso los nervios de punta a la castaña que continuaba mirándolo sin comprender. —Será hoy, es viernes y es un buen día, no pude negarme— explicó Sebastian siendo honesto con el tema, pues el día anterior antes de salir Stephen había insistido en una reunión de amigos en casa del canadiense y su prometida, el objetivo era conocerse entre todos y pasar una agradable noche, o al menos eso pensó Stephen ante la propuesta, pero Sebastian no estaba del todo seguro que aquello resultaría.

—¿Y qué quieres que haga? — habló Elizabeth por fin, el tono molestó a Sebastian quien se giró para no verla.

—Compra botana, yo traeré la bebida, puedes invitar a quien quieras— dijo simplemente.

—Como sea— después de responder aquello, la italiana negó sabiendo que el rubio no podía verle, abrió la boca para decir otra cosa, pero rodó los ojos antes de salir de la cocina.

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Aquel día se había ido más rápido de lo normal para Elizabeth, las primeras horas de clase pasaron en un parpadeo, pudo ayudar a sus asesorados con sus investigaciones, revisó algunas extracciones de ADN, PCRs y demás, hasta que la hora de salida llegó, por alguna razón lo ocurrido el día anterior con Sebastian le había dejado un mal sabor de boca y las ganas de llegar a casa eran nulas esa tarde, además, la presión de la reunión en casa la tenía nerviosa, no sabía cómo comportarse aún con Sebastian, y cuando pensó se estaban llevando bien, el hombre parecía cambiar de personalidad, voluble se quedaba corto para definirlo.

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora