Capítulo 43

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「 . . .  」


—Su hijo quiere verle.

Escuchó Raymond Loughty al otro lado de la línea. El hombre bajaba del auto dejando que el chofer abriera su puerta, ni siquiera se dignó a verle la cara, mucho menos a agradecerle.

—No Tengo tiempo hoy— respondió el hombre mientras subía los últimos peldaños de la escalera principal de aquel enorme porche.

—Creo que no tendrás opción.

Escuchó el patriarca Loughty, al levantar la vista pudo ver a su hijo frente a él, en efecto le estaba esperando. El mayor sonrió resignado a tener que entablar una conversación con él, lo cual siempre le dificultó, al menos desde que su hijo mayor había fallecido.

Raymond se había alejado de todos, sus hijos incluidos, cuando perdió a Vladik, el fracaso como padre llegó de lleno y no supo manejarlo, creyó que siendo más duro y estando ausente cambiaría el destino de Sebastian, incluso aunque eso implicara que le considerara un mal padre, no deseaba que sufriera, deseaba hacerlo fuerte, invencible, no meter sentimientos de por medio, porque él mejor que nadie sabía que el amor era una fortaleza, pero también la más grande debilidad; el problema había sido que tal vez el mensaje no llegó a Sebastian y ahora le odiaba, poco le importaba, pues siempre pensó que estaba haciendo lo mejor para él, dejarle una fortuna para que no tuviese que sufrir lo que él cuando fue un niño, al final todos van a traicionarles, el separarlo de la científica solo aceleraba el proceso.

—Mi secretaria me lo dijo, no lo creí— contestó Raymond mientras pasaba de largo a lado de Sebastian, el cual lo siguió hasta el despacho.

La casa estaba vacía, supuso que su madre estaría en alguna terapia, con el doctor o... aislada en la clínica, otra vez. El rubio bajó la mirada sin desear pensar en eso demasiado.

—Necesito hablar contigo— anunció en el momento que ingresaron al despacho, la puerta cerrada tras ellos.

—Te escucho— dijo Raymond tomando asiento en la pesada silla de piel. Ambos ojos azules idénticos se observaban.

—No quiero continuar con el plan, no quiero que Elizabeth...

—¡Elizabeth! — gritó el hombre divertido, casi en un tono cargado de burla, sonrió con sarcasmo y junto sus dedos observando a su hijo —creí que serías más astuto, que pensarías en tu madre, tu hermana... pero veo que nada de eso te importa.

—Eso no es cierto, yo haré lo posible por ayudarles, estaré para ellas y...

—Y eso no es suficiente, Sebastian, las dejarás en la calle, esa inversión y el porcentaje era nuestra salvación, la tuya, podrías se escritor como deseabas, si componías la empresa...

—¡Esa maldita empresa yo no la destruí!, ¿Por qué debo levantarla yo?

—Porque es de tu familia, hijo, porque no puedes ser un perdedor, debes triunfar siempre.

—No a costa de los demás, no obtendré dinero a costas de un proyecto ajeno, mucho menos si es de...

Se calló, y Raymond sonrió nuevamente, bajó la mirada fingiendo decepción y negó un par de veces.

—Menos si es de Elizabeth, tu adorada Elizabeth...— chasqueó la lengua antes de enderezarse en la silla y dejar los codos sobre la mesa, la mirada fija en Sebastian en quien era notorio el enojo y desamparo, no tenía idea de lo que estaba haciendo. —No puedes cancelarlo, si lo haces iré a contarle todo a esa pobre chica, ¿Qué crees que piense cuando se dé cuenta de que la engañaste y estás sacando dinero de su proyecto?, vaya, Sebastian, confió en ti y tú... bueno...

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora