CAPÍTULO 19

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「 .. . 」



Los primeros rayos del sol entraron por las ventanas, pues las cortinas de la sala no habían sido corridas la noche anterior, Sebastian comenzó a abrir los ojos poco a poco, de inmediato sintió un dolor en su cuello al intentar moverse, fue entonces que notó un peso sobre parte de su cuerpo y su brazo izquierdo.

Sintió su corazón acelerarse cuando su mirada fue hacia Elizabeth quien se encontraba dormida pacíficamente casi sobre él, su rostro denotaba tranquilidad, sus labios ligeramente entreabiertos, sus mejillas rosadas y su cabello apenas desordenado emanaba un aroma a flores que le embriagó los sentidos, el rubio cerró los ojos aspirando ese olor y por un momento se sintió cómodo; no podía negar que cuando se dio cuenta de lo que había sucedido estuvo asustado, pero una vez recordó la noche anterior se tranquilizó, habían hablado de sus pasados, de sus temores, se habían abierto uno al otro como nunca antes Sebastian lo había hecho con nadie, y la verdad era que hacía mucho tiempo no se sentía tan cómodo con alguien como con esa castaña que ahora estaba entre sus brazos, agradeció internamente que aquella mañana su erección matutina se hubiese quedado dormida más deseaba ir al baño, pero no quería despertarla así que sin moverla demasiado se acomodó para volver a dormir, no le costó trabajo pues solo fue cuestión de segundos tras cerrar los ojos para quedarse plenamente dormido.

Elizabeth mantuvo los ojos cerrados y su respiración tranquila, aunque le fue complicado pues sentía su corazón latir como si estuviese corriendo, y así se sentía. Estaba asustada más no incómoda, le daba temor el saber cómo habían terminado y qué sucedería después, su forma de ser tan analítica no le permitía dejar cosas a la deriva, siempre debía tener un plan, saber que era lo que haría, todos esos pensamientos la abrumaron e intentó levantarse, sin embargo, el brazo de Sebastian estaba pesado, intentó moverlo, pero fue en ese momento que volteó a verlo y se quedó quieta. Entre abrió los labios casi formando un círculo pequeño.

Era lo más bello que había visto, nunca había tenido la oportunidad de poder verlo a esa distancia, o al menos, de verlo de esa forma y aunque había notado que era guapo, extremadamente guapo, esa nueva visión de era mil veces mejor... era como un pequeño dormido, sin preocupación alguna, tranquilo, parecía que ese peso que siempre cargaba se había esfumado dejando a ese escritor que tenía ganas de comerse al mundo.

Imagina despertar todos los días con esta vista, pensó y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Elizabeth Vitale quien amaba su espacio y que jamás pensó siquiera dormir con alguien o tener ese tipo de intimidad muy diferente al sexo, ahora estaba pensando en despertar en los brazos de un hombre, y no un hombre cualquiera, sino Sebastian Loughty. Sin pensar movió la cabeza acercándose un poco más, pudo oler su loción y cerró los ojos por unos momentos disfrutando del aroma pues amaba como olía; cuando abrió los ojos su nariz casi rozaba el mentón masculino, unos milímetros más y podría sentir su barba de cinco días. Mentiría si dijera que desde la noche en que se besaron no había pensado en esos labios contra los suyos, contra su cuello, su pecho...

Tomo aire y se incorporó poco a poco deseando alejarse para tomar una ducha fría, helada. En ese momento Sebastian despertó frunciendo el ceño y la observó con uno de sus ojos entreabierto, parecía que la luz le lastimaba.

—¿Estás bien? — susurró medio dormido y eso le apachurró el corazón a la castaña quien tuvo que agarrarse del respaldo del asiento para no regresarse y comerle la boca.

—Lo estoy— asintió con la mirada al frente, no quería verle o terminaría haciendo algo de lo que tal vez se arrepentiría. —Llegamos tarde— aclaró la garganta antes de incorporarse pasando por encima de las piernas del rubio quien recargó la cabeza nuevamente contra el cojín del sofá, observaba atento cada movimiento de la italiana.

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora