CAPÍTULO 38

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「 . . .  」


—¿Estás nervioso?

La pregunta por parte de Elizabeth rompió el silencio que se había formado en el automóvil de la castaña. Sebastian volteó a verla antes de regresar la mirada al frente y negó con la cabeza, pero en realidad, si lo estaba, algo no común en él puesto que pocas cosas lograban sacarlo de su zona de confort, pero enfrentarse a la familia de su novia, después de que todo había sido tan complicado, era algo nuevo para él y si, estaba nervioso por ello.

—Vamos entonces— dijo la italiana, tomando las llaves del auto antes de abrir la portezuela y bajar.

El aire fresco del bosque inundó sus pulmones y por un momento sintió la tranquilidad del lugar antes de escuchar la voz de su hermana que gritaba al ver a su hermanita llegar a la casa de campo de los Vitale.

—¡Caerá un rayo!, ¡Viniste! — gritó Anne, mientras corría hacia su hermana menor para abrazarla.

Sebastian se había entretenido buscando sus lentes de sol, al ver a la familia de la castaña asomarse por la puerta de la casa, deseo hacerse tan pequeño en el asiento, que no fuese visible.

—Dije que vendría, y aquí estoy— respondió la castaña al tiempo que observaba a su pequeño sobrino correr hacia ella con sus pasitos torpes aún, seguido de su madre y Leonardo.

—Es un milagro que hayas venido, pensamos que ya no recordarías el camino— comentó Leonardo a modo de juego, sonriendo al ver como Elizabeth cargaba a su pequeño.

La casa de campo de los Vitale durante mucho tiempo había sido un refugio para los hijos del matrimonio. Cuando se mudaron de Italia, las cosas se habían complicado, la familia había perdido a dos personas importantes, y el acoplarse a la ciudad era complejo para todos, más para Elizabeth y su padre, quienes solían amar Italia con todo su corazón, pero sabía que para poder crecer y hacer lo que soñaba, debía irse; eso no significaba que todo iría bien en Nueva York, por lo que cuando la ciudad la abrumaba solía huir a esa casa de campo que poco a poco fue creciendo cuando los ingresos de los hijos aumentó, convirtiéndola en una casa enorme llena de pequeños lujos que disfrutaban los Vitale.

—Entonces, vamos adentro, luego bajamos las maletas— comentó Anne quien estaba ansiosa por entrar todos a la casa y esperar por su pareja.

—Sí, yo quería...— comenzó Elizabeth, pero fue interrumpida cuando la puerta del copiloto se abrió.

Leonardo, Anne y Julia enfocaron su vista en esa parte del auto, desde su ángulo no podían saber de quien se trataba. En ese momento, Sebastian salió del auto portando sus gafas oscuras, el hombre tenía una sonrisa divertida en el rostro, la mejor manera de disfrazar los nervios que tenía por dentro.

—Buenas tardes— saludó.

Los hermanos de Elizabeth se cruzaron de brazos, Leonardo tenía una mirada furiosa, mientras Anne estaba sorprendida, pero también divertida ante la situación.

—Hola— saludó el pequeño Santiago agitando su manita mientras se resguardaba en los brazos de Elizabeth, quien, si no hubiese tenido cargado a su sobrino, estaría comiéndose las uñas.

El fin de semana había dado comienzo.

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—¡Es increíble que hayas hecho esto, Elizabeth! — gritó Leonardo en el momento que todos entraron a la casa.

¿Dopamina o tinta?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora