Capítulo 1: Otro Hombre.

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"Gracias amor. Gracias por llegar a mi vida y transformarla en este cuento de hadas que hemos vivido. Gracias por salvarme. Solo Dios sabe cuánto te amo mi ángel. Más que nunca, más que siempre. Te amo Leticia Mendiola, nunca lo dudes."

"Gracias por esta vida tan maravillosa que nos has dado. Gracias por ser el esposo tan extraordinario que eres. El padre ejemplar que se entrega completamente a sus hijos. Te amo Fernando Mendiola, nunca lo olvides."

*   *   *

"Jijijijiji. Ay Caro, que cosas dices." Lety se reía de su amiga quien le estaba rogando que dejara a sus hijos ir de vacaciones a Puerto Vallarta con su familia. "Estas locas. Mis bebés no van a ningún lado."

"Eres una aguafiestas. Eduardo acaba de remodelar la terraza y me muero por tener la casa llena."

"Jijijiji. Una casa llena no es para los débiles de corazón. Cuando se juntan todos, en la casa hay tanto ruido que hasta el perro quiere salir huyendo. Jijijijiji."

"¡Exactamente! ¿No quieres un descanso? Omar ya le dio permiso a Alex y Dany. Solo es una semana. Y así, Fernando y tú tienen una semana de luna de miel. ¿No me digas que no suena maravilloso?

"No te voy a negar que sí, suena como un sueño. Hace mucho que Fernando y yo no tenemos tiempo a solas. Años." Leticia jugaba con su anillo pensativa. Después de todo, sus hijos ya no eran unos bebés que la necesitaban las veinticuatro horas del día. Eduardo y Carolina también merecían participar de la locura que era entretener a seis personitas con más energía que una planta nuclear en el verano. "Mira, hagamos un trato, si tú logras convencer a Fernando Mendiola que su princesa y sus clones pasen una semana fuera de casa sin nosotros, también tendrán mi bendición."

"Ahhhhhh." Carolina prácticamente gritó de emoción. "Déjamelo a mí. Fernando nunca me ha dicho que no."

"Hasta hoy." Leticia se echó a reír, muy segura de que su esposo jamás accedería a una locura semejante. "No estás hablando de rentar el salón más caro del mundo o de contratar a modelos francesas que cobran solo por considerar trabajar para nosotros. Estas hablando de nuestros tesoros. Te deseo toda la suerte del mundo, amiga."

Leticia observaba a sus hijos con total y absoluta adoración, cuando alguien se acercó a ella. "Señora Mendiola, aquí está su piña colada." El mesero le sonrió a Lety amablemente.

"Gracias, pero yo no he pedido nada."

"Se la envía el señor que está en la mesa del fondo." El mesero se retiró sin esperar una respuesta. Leticia le dio un sorbo a su bebida favorita antes de darse la vuelta esperando ver a Fernando en la mesa que había señalado el mesero, hablando con nuevos clientes. Pero su sonrisa se desvaneció cuando su mirada se cruzó con la de aquel hombre; un hombre que había esperado nunca volver a ver en su vida.

Leticia rápidamente escaneó el salón en busca de su esposo y lo vio hablando con una modelo, algo que ella había aprendido era la normalidad en su negocio, pero no dejaba de irritarla gracias a cómo la había alterado darse cuenta de que Aldo Domenzaín estaba de vuelta en la ciudad de México. La joven modelo estaba desesperada por acaparar la atención de Fernando, hablando de sus proyectos anteriores y explicándole que su sueño era trabajar al lado de el gran Luigi Lombardi. Fernando no estaba prestándole demasiada atención, lo que la hacía esforzarse aún más acariciando el brazo de él y jugando con su cabello.

Con el tiempo, Lety había aprendido que su esposo siempre estaría rodeado de modelos y actrices, pero hasta el sol de hoy, a ninguna la había mirado como a ella. Fernando se había entregado en cuerpo y alma a su familia y para él no existía nada mas importante. Sus mañanas estaban dedicadas a Conceptos, sus tardes a sus hijos, y sus noches a su mujer, y no había una sola cosa que cambiaría de su perfecta vida. Para Fernando Mendiola, estar rodeado de mujeres hermosas era la parte mas insignificante de su trabajo.

Lety devolvió la mirada hacia la mesa del fondo y esta vez estaba vacía. ¿Acaso lo habría imaginado? Desconcertada por la situación, Lety decidió salir hacia la calle a tomar aire sintiéndose repentinamente mareada y abrumada. Fernando la observó salir desde la distancia, con una pregunta clara en su mirada, pero ella le señaló que todo está bien.

Una vez afuera, Lety se recostó de una pared mientras toda la calle le daba vueltas. Sin entender que sucedía, Lety respiró profundo, forzando sus pulmones a llenarse del aire, pero la voz de aquel hombre se lo sacó como si fuese un golpe en el estómago.

"Leticia. Dios mío, pero que hermosa estas." Su voz era lo suficientemente aterradora para que se le pararan los pelos, pero se dio la vuelta con la cara en alto para enfrentarlo.

"Ahórrate tus comentarios. ¿Qué haces aquí? Pensé que la última vez que nos vimos te había quedado claro que no te quería cerca."

"No Leticia. Te equivocas. A mí me quedó claro que Fernando no me quería cerca de ti. Tu nunca me rechazaste y creo saber por qué." Aldo pasó un dedo por su hombro desnudo y Lety luchó por sostener su postura y no huir de su toque. "Estoy seguro de que, al igual que yo, todo este tiempo te has estado preguntando que fue exactamente lo que perdiste aquel día."

"Aldo Domenzaín, tú estás... tú estás..." Leticia tenía mucho que decirle a ese descarado, pero la lengua le pesaba.

"Déjame adivinar. ¿Loco? No Leticia. La que está loca eres tú. Por rechazarme. Fernando no te merece. Yo sí." La sonrisa de Aldo era siniestra mientras jugaba con un rizo suelto que caía sobre el hombro de Lety. "Si mis cálculos no fallan, en estos momentos todo debe de estarte dando vueltas, ¿o me equivoco? Claro que solo le diste un pequeño sorbo a tu bebida, pero tal vez así es mejor. Estando media consciente, podrás disfrutar de lo que te perdiste todos estos años."

Leticia no sabía de qué hablaba ese hombre, pero le aterraba que tuviera razón; ella se sentía peor. Todo le daba vueltas y la sangre no parecía llegar a su cabeza. A lo lejos, Lety pudo distinguir la mirada que tanto necesitaba en ese momento; la de su salvador. Excepto que no era la que ella estaba esperando, esa cálida y dulce mirada que siempre le regalaba cuando la distancia los separaba. Los ojos de Fernando estaban llenos de rabia y de dolor. Dos emociones que hacía mucho tiempo no lo dominaban.

"Suelt..." Leticia no entendía lo que pasaba. Todo le daba vueltas y la lengua le pesaba. Aldo acomodó los brazos de Lety sobre su cuello y ella se aferró a él buscando no caer. Había una oscuridad que la llamaba por su nombre y cada vez era más difícil resistirla.

A su alrededor también había otra oscuridad que la confundía, y un fuerte sonido de metal protestando contra metal llenó sus oídos. A lo lejos pudo escuchar un grito, alguien llamaba su nombre con desespero, pero cuando se sintió recostada sobre la suavidad de un asiento, cedió ante la presión de la oscuridad y se dejó llevar hacia sus profundidades sin resistencia.

"¡Letyyyyyyyy!"

Fernando no entendía nada. ¿Qué hacía ese hombre de vuelta en sus vidas? ¿Qué hacía Lety con él? ¿Por qué lo abrazó y se subió a su carro? ¿Desde cuándo lo engañaba con él? ¿O, era posible que él se la llevó a la fuerza?

"¿Qué diablos está pasando?" Fernando podía sentir su neurosis burbujeando adentro de su pecho, pero tenía que calmarse y llevar a sus hijos a casa antes de perder el control por completo.

Y Llegaste Tú: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora