"Bésame Fernando Mendiola. Bésame hasta que olvide los últimos dos meses." Lety acarició el rostro de su esposo con sensualidad. "Bésame como solo tú sabes hacerlo."
"No sabes cuánto tiempo llevo esperando esas palabras." Fernando susurró antes de deslizar su mano por el cuello de su esposa para atraer su rostro al de él con autoridad, tomando el control de la situación como tanto le gustaba.
Lety podía sentir la sonrisa en los labios de su esposo al encontrarse con los de ella mientras la guiaba suavemente por la habitación hasta que sintió la frialdad de la pared en su espalda y un gruñido escapó del pecho de Fernando. Con una destreza practicada, él le quitó la playera que llevaba puesta, exponiendo ante él esa delicada piel que parecía arder con anticipación. Con las manos en su cintura, pegó su cuerpo al de ella apretándola contra la pared y Leticia movió su cabeza a un lado, dándole acceso a su cuello. Con una lentitud que lo estaba matando, recorrió ese camino de su oreja a su cuello que fácilmente él podría llamar su punto débil. Cuando llegó a su pecho sintió que moría al saborear esa piel que lo embriagaba más que el vino más caro del mundo.
"Te amo Fernando Mendiola, nunca lo dudes." Leticia podía sentir a Fernando en cada célula de su piel. Sus labios sobre sus pechos, sus manos en su cintura, y esa dureza que amenazaba con atravesarle el vientre, pero un así no era suficiente. Lety metió sus manos debajo de la playera de él y recorrió ese fuerte pecho que era su lugar seguro antes de arrancarle la camisa con el mismo desespero que lo había hecho él.
"Yo te amo más, nunca lo olvides." Los labios de Fernando buscaron los de ella nuevamente y los atraparon en una danza que amenazaba con arrancarlos con ferocidad. Fernando levantó a su mujer por la cintura, provocando que ella lo abrazara con las piernas y le robara un nuevo gemido desde lo mas profundo de su alma. A través de los años, Fernando y Lety habían aprendido a comunicarse de muchas formas; con miradas, con palabras, con silencios... pero este, este era su lenguaje favorito. Con el lenguaje del amor se decían las cosas que no se atrevían a pronunciar en voz alta, y también aquellas cosas para las que aun no se habían inventado las palabras adecuadas en ningunos de los idiomas que existían sobre este amplio mundo. Sus cuerpos se conocían a la perfección, y, aun así, no paraban de descubrirse mutuamente. Las manos de Fernando recorrían las piernas que lo abrazaban, odiando la gruesa tela que se interponía entre él y esa cálida piel.
"Lety..." susurró contra su boca con el poco aire que le estaba llegando a los pulmones. "Pensé que te había prohibido usar pantalones."
"Tal vez. Pero cuando yo salí de mi casa esta noche, jamás me imagine que la terminaría en tus brazos." Lety lo volvió a besar, enredando sus manos en su cabello, pero el desespero de Fernando era demasiado para seguir jugando.
"Bueno, entonces me toca hacer algo al respecto, ¿no?" Fernando la abrazó fuertemente y entre risas llegó hasta la cama y la recostó sobre ella. Con una traviesa sonrisa que le salía del alma y desbordaba su rostro, Fernando deshizo el botón de sus jeans y, de un solo jalón, la molesta pieza de ropa voló al otro lado de la habitación. "Mucho mejor."
Fernando la atrapó bajo su cuerpo, probándole una vez mas la dureza de su deseo y atrapando esos labios carnosos que deseaba más que el mismo aire que lo mantenía vivo. Otra vez, Fernando descendió por su cuello hacia sus pechos, pero sus besos eran mucho mas desesperados, dejando marcas donde sus dientes rozaban la delicada piel de su mujer, robándole gemidos de placer al prácticamente destrozar la pieza de ropa que disque había sido diseñada para ofrecer soporte, pero en realidad no era más un instrumento de tortura para él.
Con el toque de una delicada pluma, los labios de Fernando continuaron con el recorrido del cuerpo de su mujer, besando lentamente su vientre y las cicatrices que le dieron paso a los regalos más valiosos que había recibido en toda su vida, recordándole a Lety lo orgullosa que debía estar de su cuerpo y lo que había logrado. Usualmente, Fernando invertía mas tiempo en su recorrido, pero hoy su desespero lo llevó directamente al destino que tenía en mente al emprender aquel viaje.
Sin articular una sola palabra, removió la ropa interior de su esposa y ella facilitó su tarea levantando las caderas con facilidad. Fernando saboreo sus labios con anticipación, mientras con sus dedos jugaba con el punto mas sensible de su mujer. Al notar su humedad, un escalofrío recorrió su espalda y sabiendo que estaba completamente lista para recibirlo, enterró un dedo en ella robándole un gemido que intentó ahogar, pero no pudo.
"Fernando... aahhhh... no me tortures así." La voz ronca de Lety solo lo impulsó a introducir otro dedo en ella y a moverlos mas rápido. Guiándose por ese lenguaje que solo él podía entender, llevó su boca al lugar donde todos los nervios del cuerpo de ella iban a morir. Para Fernando era un placer inigualable guiarla directamente a la luna con su lengua para disfrutar de aquellos gemidos que hablaban de un placer desmedido y saborear los jugos que ella le regalaba como premio por su dedicación con una mano enterrada en su cabello, y la otra apuñada alrededor de las sabanas de aquella cama.
"Lety, mi Lety." Fernando recorría su cuerpo a besos una vez mas mientras se despojaba de las ultimas piezas de ropa que aún lo cubrían a él. "No puedo tenerte lo suficiente." Le susurró contra el cuello al posicionarse entre sus piernas.
"Me vas a tener por el resto de nuestras vidas. Hasta que la muerte nos separe, ¿lo recuerdas?"
"Júramelo." Un desespero mas allá del físico dominó la mirada de Fernando con una intensidad que derritió el corazón de Lety. "Júramelo Lety, por favor."
"Te lo juro mi amor." Lety acarició el rostro de su amado con dulzura. "Por siempre y para siempre."
"Solo Dios sabe cuanto te amo mi Lety, solo Dios lo sabe." Las palabras de Fernando llenaron sus oídos como un bálsamo que cicatrizaba cada una de sus heridas mientras el se adentraba en ella y sus cuerpos se convertían en uno. Ella lo había extrañado de una forma sobrenatural. Él siempre tenia las palabras adecuadas cuando ella más las necesitaba sin que se las pidiera. Sus brazos eran ese lugar seguro que ella había llamado su hogar y el que había extrañado con un desespero que era físicamente doloroso.
Fernando se movía lentamente, disfrutando con locura la calidez que ella le regalaba. Las manos de ella recorrían su ancha espalda mientras sus labios le comunicaban con pasión la necesidad que tenia de él, recorriendo su pecho y subiendo por su cuello hasta atrapar sus labios y morderlos con sensualidad antes de fundirse en un profundo beso. Cada embestida de él era una pregunta silenciosa acerca de su futuro y cada gemido de ella era una promesa que rebasaba los límites del tiempo, impulsándolo a aumentar el ritmo cada vez más y más. Cada caricia de él ahuyentaba a los fantasmas del pasado lejos de ellos, y cada beso de ella sellaba la puerta de sus corazones, asegurándose que nunca volverían para atormentarlos. En esa cama, entregados el uno al otro, tomando y regalando placer a manos llenas, sus almas se encontraron nuevamente, cerrando por completo esa distancia que los malos entendidos y las dudas habían abierto sin el permiso de nadie.
Los sentidos de Lety estaban completamente enfocados en ese hombre que la estaba amando tan intensamente. Envuelta por la pasión levantó sus caderas dándole acceso hasta lo más profundo de su ser. Fernando sentía que moría en brazos de aquella mágica criatura que guardaba la llave de su locura y de su sanidad, y sabia muy bien cómo y cuando usarlas. Lety arqueó su espalda intensificando la presión con la que lo había envuelto, provocando que con sus roces los dos llegaran a la cima del placer juntos, fundidos en un apasionado beso que los dejó sin aire mientras se tragaban los gemidos que confirmaban la intensidad y pasión de ese encuentro que tanto habían deseado.
Fernando topó su frente con la de su esposa. "Eres mía Leticia Mendiola, por siempre y para siempre mía."
"Nunca he dejado de serlo." Le respondió ella, besando su mejilla suavemente y relajando su cuerpo para soltarlo. "Tú eres el único dueño de mi corazón y de mi cuerpo..."
"Hasta que la muerte nos separe." Fernando suspiró recostándose sobre su espalda y atrayéndola sobre su pecho.
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Y Llegaste Tú: Segundas Oportunidades
Fanfiction"Los finales felices son para las historias que aún no terminan." Cuando Leticia Padilla Solís llegó a la vida de Fernando, ella se la cambió por completo y cuando lo pudo admitir, lo gritó a los cuatro vientos. El amor verdadero llega y te cambia p...