Capítulo 4: El Colapso.

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En la cocina, Fernando estaba caminando de lado a lado mientras le preparaba el café a su esposa. El alivio que sintió cuando la abrazó al verla, había sido remplazado por un nudo en la garganta que no le gustaba para nada. Las preguntas aún seguían sin ser respondidas, y la ansiedad por lo desconocido lo estaba devolviendo al estado de neurosis descontrolada que vivió cuando la vio abrazar a ese tipo. Fernando agradeció al cielo la llamada de Omar que le entró justo en el momento que sentía que se iba a meter al baño para hacerle reclamos.

"¿Bueno?"

"Fernandito, brother, ¿tienes alguna noticia?"

"Apenas te iba a llamar. Lety acaba de llegar a casa."

"¿Y se puede saber por que no me llamaste? Llevo toda la mañana con el alma en un hilo."

"Ya Omar, deja el drama."

"¿Y que te dijo? ¿Dónde estaba? ¿Por qué se fue con el?"

"No se Carbajal. Todavía no hablamos. Lo único importante es que ya está en casa."

"Eso si es un alivio mi hermano. Yo ya estaba listo para sonar la alarma aquí en Conceptos."

"¿Nadie se enteró de nada?"

"Solo Carolina, pero necesitaba preguntarle si sabía algo de Lety. Dijo que más tarde iba a tu casa, pero tiene una junta que no puede cancelar antes de eso."

"¿Una junta? En el calendario de producción no había ninguna junta."

"Tengo la impresión que no era de trabajo."

Fernando notó un cambio en el tono de voz de su mejor amigo, pero este no era el momento de profundizar en el tema. Fernando tenía muchas preocupaciones, y los problemas de sus amigos no eran uno de ellos. "Ella sabrá lo que hace. Gracias por todo Omar."

"Ningún gracias. Ahora tu y yo..."

"Omar después me matas si quieres. Me está entrando otra llamada. Adiós." Fernando colgó la llamada de Omar para contestar la otra línea, donde le hablaba una voz robótica como las que te atienden cuando llamas a compañías demasiado grandes para tener personas atendiendo el teléfono.

"Si quiere saber que hizo su esposa anoche, revise su correo electrónico de inmediato."

Fernando no tenía ni la más mínima intención de obedecer a un simple robot y colgó antes de que terminara su mensaje. Terminó de preparar su café y el de su esposa y se fue a la sala intentando sacar esa rara llamada de su mente, pero la curiosidad era mucho más de lo que sabía manejar.

Como quien no quiere la cosa, abrió varias aplicaciones en su teléfono, pero no se estaba engañando en lo más mínimo y antes de darse cuenta, abrió su correo. Con leer el título del primer y más reciente correo recibido, Fernando pudo sentir su mundo derrumbarse a su alrededor; fuera lo que fuera no era una broma.

Leticia Padilla Solís: una diosa en la cama.

Con dedos temblorosos, Fernando confirmó sus peores miedos. En la pantalla de su celular se estaba materializando su peor pesadilla. Ahí estaba ella, su mujer, dormida en una cama con Aldo Domenzain. Las fotos pasaban frente a sus ojos quemando sus pupilas, una tras otra. Leticia en la cama con él. Leticia sola. Leticia quitándose la ropa. Leticia, Leticia, Leticia.

"¡NO!" El grito enfurecido de Fernando llenó la casa con violencia.

"¡¿Qué te pasa?!" Leticia corrió hacia él, incapaz de imaginarse que era lo que lo atormentaba de esa manera.

"Leticia Padilla Solís. Me quieres explicar, ¿QUE DEMONIOS PASÓ ANOCHE?" Fernando gritaba colérico.

"Fernando tranquilízate. Yo... Yo... Yo no sé..." Fernando tenía años de no llamarla por su nombre de soltera.

"¿Cómo no vas a saber?" Le reclamó él. "Dímelo maldita sea." Fernando, fuera de sí y cegado por la furia que se apoderó de él, la tomó por los brazos y la sacudió violentamente. "¡Dímelo en mi cara!"

"¡ME ESTÁS LASTIMANDO!" Le gritó ella, pero él no la soltaba. "Fernando tranquilízate por Dios." Los ojos de Lety se llenaron de lágrimas. Todo esto era demasiado para ella. ¿Qué le pasaba a su dulce y amoroso esposo?

"NO ME IMPORTA. ¿Qué demonios hiciste anoche Leticia? ¡Dímelo!"

"Fernando, si quieres escucharlo, primero tienes que tranquilizarte." Le dijo ella entre sollozos. Leticia tenía todas las intenciones de decirle la verdad, pero no esperaba que él se pusiera tan mal antes de escucharla.

"No puedo Lety. ¡No puedo!" A pesar de sus palabras, Fernando la soltó, sabiendo muy bien que le estaba haciendo daño. "¿Sabes qué clase de noche pasé imaginándome que te había pasado algo por mi culpa? No. Claro que no puedes. Porque mientras yo estaba aquí, cuidando a nuestros hijos, muerto del miedo, tu estabas en la calle, ¡REVOLCANDOTE CON OTRO!"

"¡¿Qué?! ¿Y tú de donde sacas semejante barbaridad?" Leticia sintió adrenalina correr por su cuerpo, sacando de ahí las fuerzas para enfrentarse a él.

"Ah! Ósea, ¿qué me lo vas a negar?"

"¡Claro que te lo voy a negar! ¡Yo no me he acostado ni mucho menos revolcado con NADIE! ¡Me ofende que me hables de esa forma! Pensé que me conocías mejor que eso."

"Yo también lo pensé. Y a lo mejor te creería, si no fuera porque el muy leal de tu amante se tomó la molestia de mándame las pruebas directamente a mí." Fernando aventó su celular con furia sobre el sofá más cercano a ella para que viera de lo que hablaba. "Cuéntame Leticia, ¿desde cuando me engañas con el retrasado de Domenzaín?"

"Fernando... mi amor..."

"Ningún mi amor Leticia. Obviamente, tú a mí no me amas. ¿Cómo pudiste? ¿Después de todo lo que hemos pasado? ¿Después de lo duro que ha sido para nosotros construir esta vida que tenemos juntos?" Muy a pesar de su coraje, Fernando pudo sentir como sus ojos se llenaron de unas lágrimas que parecían fuego, quemándolo desde lo más profundo de su alma.

"Fernando, escúchame, esto no es lo que parece. ¿Tú de verdad piensas que yo sería capaz de hacerte algo así? ¿De hacernos algo así? Claro que no. Escúchame por favor." La voz de Leticia era una súplica que cayó sobre oídos sordos.

"No Leticia. Ya no te quiero escuchar. Para lo que acabo de ver con mis propios ojos, no existe explicación alguna. Te felicito Leticia. Por fin conseguiste lastimarme tanto como yo a ti. Pero se te pasó la mano, ¿sabes? Porque en el proceso, no destruiste solo mi vida, sino la de mis hijos también. No puedo creer que después de tantos años aún me odiaras tanto." Fernando se dio la vuelta y salió de su casa, ignorando como su esposa llamaba su nombre a con gritos desesperados.

Y Llegaste Tú: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora