Capítulo 10: Otra Mujer.

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Inseguro de cuánto tiempo había pasado, Fernando se despegó de aquella puerta sintiendo que una parte de él se quedó allí. El no se quería ir. El quería entrar y arreglar las cosas de una vez por todas, pero sabía que había herido a su esposa al no considerar sus palabras. Completamente derrotado y con la cabeza baja, se subió a su coche y se dirigió a un lugar que tenía muchos años sin visitar; un bar.

*   *   *

"¿Don Fernando Mendiola?" El barman reconoció a Fernando instantáneamente a pesar de lo cambiado que estaba. "¿Y ese milagro que nos visita? Ya tenía muchos años sin verlo."

"Ya vez Pedrito. Uno intenta cambiar, pero al final del día, sigo siendo el mismo miserable que la vida me había destinado a ser. Un whiskey doble en las rocas, por favor."

Pedrito le sirvió su trago observando al hombre frente a él disimuladamente. Parte esencial de su trabajo era escuchar, y a través de los años, las historias de Don Fernando Mendiola habían cambiado en contexto de una forma impresionante. Cuando el recién había ganado la presidencia de su empresa, los rumores estaban plasmados de nombres de mujeres y situaciones comprometedoras. Después, anunció públicamente su compromiso con la coheredera de la empresa, pero los rumores seguían siendo los mismos y en ocasiones peor que antes; muchas mujeres, muchos problemas. Pero al poco tiempo, Pedrito comenzó a escuchar cosas que jamás había esperado escuchar. Fernando Mendiola se había casado con su asistente. Al poco tiempo se convirtió en padre de una hermosa niña después de un accidente de carro que sonó por toda la ciudad... y hasta ahora, no había vuelto a saber nada de él. Para ser un simple barman, Pedrito se encontró más de una vez sintiéndose orgulloso del hombre del que a veces hablaban sus clientes... Hasta hoy. ¿Qué habría pasado en ese tiempo de silencio? Porque era claro que algo pasó, o el no estaría en ese bar, con una barba que le llegaba al pecho y vestido de una forma poco habitual para un hombre tan importante.

Fernando no tenía ni la más mínima idea cuanto tiempo llevaba ahí, observando el hielo derretirse en la bebida que él seguía sin tocar mientras consideraba por qué su esposa se rehusaba a aceptar su perdón. El coraje comenzaba a apoderarse de Fernando al pensar en lo injusta que estaba siendo Lety con él. El estaba dispuesto a perdonar una infidelidad, cosa que no es nada fácil hacer, con tal de no perder a su familia y ella se daba el lujo de correrlo de su propia casa.

Guiado por el mismo coraje, Fernando sacó su celular de su bolsillo y examinó por segunda vez en todo este tiempo aquel correo que le destruyó la vida con el solo fin de alimentar su enojo. Las fotos eran claras. Lety no hizo nada en contra de su voluntad. No fue una víctima más como tantas veces en su pasado... ¿O sí?

Fernando estaba tan perdido en sus pensamientos que cuando sintió una mano sobre su espalda acariciarlo con familiaridad, ni si quiera se volteó para ver quien era. El solo quería sentir un toque sobre su cuerpo en ese momento, y no era ese.

"Llevo una hora sentada al otro lado de la barra intentando descifrar si eres o no eres tú. Estas casi irreconocible, pero mi cuerpo jamás te olvidaría tan fácilmente."

"Fátima Bosh. Tu siempre tan oportuna." Fernando no sentía absolutamente nada por la ex – modelo, pero de igual forma no removió la mano que recorría su espalda. "¿Por qué insistes en buscar hombres que no están disponibles?"

"No se trata de hombres que no están disponibles. Se trata de ti Fernando. Tú y yo la pasamos muy bien más de una vez, y eso es algo difícil de olvidar." Fátima se sentó a su lado, prácticamente tendiéndose sobre él. "Hace mucho tiempo que no te veía por estos lugares. ¿Cómo convenciste a tu mujer de dejarte salir?"

"Mi mujer no me gobierna. Yo hago lo que me da la gana." Fernando por fin tomó el vaso sudado en sus manos y se tomó su aguado contenido de un solo trago. "¿Qué no ves que estoy solo?"

"Mmmmm. ¿Problemas en el paraíso?" Fátima acarició su cabello. "Sabes muy bien que hacerte olvidar es mi especialidad."

"No me tientes Fátima..." Fernando la miró de pies a cabeza. A pesar del tiempo, ella seguía siendo una mujer atractiva, casi tirada sobre el con una falda negra que muy apenas la tapaba, y un top morado de mangas delgaditas que se le pegaba al cuerpo de una forma que le dejaba muy poco a la imaginación. Nadie podía negar que era muy atractiva, pero no le inspiraba absolutamente nada, aunque sus palabras sugirieran lo contrario. 

Sin ninguna invitación y tomándolo por sorpresa, Fátima lo besó. Fernando hizo un esfuerzo para devolverle el beso, pero su cuerpo no quería responder a sus órdenes. El intentó concentrarse en lo que sus sentidos le transmitían desesperado por sentir algo; si Lety lo pudo hacer, él también podía hacerlo, ¿no?

Los labios de esa mujer se sentían suaves, pero la intensidad con la que solicitaban una respuesta de los de él lo llenaron de la sensación más incómoda que jamás lo había invadido. Sí, Fátima era una mujer muy atractiva y con un conocimiento pleno del juego de la seducción, pero jamás se podría comparar con las sensaciones que Lety despertaba en él.

En los segundos que duró ese incomodo beso que él era incapaz de corresponder, Fernando comprendió la gravedad de sus errores los últimos días. Él no le podía corresponder ese beso a esa arpía, porque simple y sencillamente ella no era su Lety; la mujer que había jurado amar todos los días de su vida. Ese pensamiento lo llevó a una realización aun mayor, que o hizo abrir los ojos como platillos voladores que no sabían dónde aterrizar.

De la misma forma que él estaba congelado en ese momento, Lety jamás habría sido capaz de hacer nada con otro hombre. Lety se había entregado a él en alma y cuerpo y ese había sido un cambio tan radical y permanente en la vida de ella como en la de él. Entre ellos se podrían interponer miles Fátimas o Aldos, Marcias o Tomases, pero ellos nacieron el uno para el otro. Por más que esas personas hicieran lo mejor de sí mismos, o los rodearan de malos entendidos, jamás podrían despertar en ellos nada, porque simple y sencillamente no eran el amor de sus vidas, y no había hombre o mujer sobre la faz de la tierra que podría cambiar ese hecho ni volviendo a nacer.

Claro que él no tenía que perdonarle nada a Lety. O por lo menos no el hecho de que se acostara con otro porque él estaba seguro de que no lo había hecho. Ella estaba en todo su derecho de tratarlo como lo hizo porque aparte de injusto, se portó como todo un macho indignado frente a ella, y ahora estaba en una barra, dejándose besar por una mujer que solo le provocaba lástima.

¡Lástima! Eso era lo que había en los ojos de Lety. Los pensamientos de Fernando se aclararon aun más. Sin decir una sola palabra, Fernando se separó de aquella loca y se enfocó nuevamente en el teléfono que había dejado sobre la barra. Fernando notó algo que se le pasó por alto o que tal vez no quiso ver antes. Las fotos que le habían enviado a él habían sido tomadas de un video, cualquiera con experiencia en diseño gráfico y digitalización lo podría distinguir. ¿Sería un fotomontaje? Había posibilidades, pero la única forma de saberlo sería examinando las fotos con uno de los programas en las computadoras de Conceptos, y tendría que estar loco para permitir que esas imágenes llegaran al servidor de la empresa. Pero aun dejando todo eso de lado, para él la mirada de Lety era más clara que hace dos meses. Los ojos de la mujer que el tanto amaba estaban llenos de lástima. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? De repente, Fernando se sintió desesperado por pedirle disculpas y entre más pronto mejor. Ahora solo le restaba salir de esa situación y rogarle al cielo que no fuera demasiado tarde para recuperar a su familia.

"¿Es en serio Fernando? ¿El matrimonio te arruinó de tal forma que puedes ignorar un beso mío con tanta facilidad?" Fátima se cruzó de brazos, ofendida por su falta de interés.

"Lo siento, pero cuando uno encuentra el amor, jamás puede volver a ser la misma persona. Sinceramente, y de todo corazón, espero que algún día lo encuentres y dejes de desperdiciar tu vida de esta forma... porque no hay nada más precioso que ir por la vida de la mano de la persona que la llena de sentido."

"Wow Fernando. Tú de verdad que amas a esa mujer."

"Si. De verdad la amo. No es un juego, no es una fantasía. Es un amor real. Cuídate, Fátima, y no me lo tomes a mal, pero espero no volverte a ver en toda mi vida." Fernando se levantó de la banca donde estaba y después de dejar dinero sobre la barra, salió de aquel lugar sin dar otra mirada atrás.

Y Llegaste Tú: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora