Capítulo 8: Te Perdono.

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"¿Papi, y ahora por qué nos compras helados?" Andrea miró a su padre con curiosidad en sus ojos. "Ya habíamos comido postre con la abuela." Fernando los llevó a su heladería favorita y los cuatro se sentaron en una mesa cerca de la ventana que daba a la calle. Fernando y Andrea estaban sentados de un lado de la mesa y los gemelos estaban frente a ellos.

"Porque quiero mi reina. Me gusta verlos felices."

"Papá. Mira a tu alrededor." Andrea señaló a sus hermanos. Santiago tenía sus audífonos puestos golpeando la mesa al ritmo de la música que escuchaba mientras Sebastián estaba concentrado en un dibujo que estaba haciendo y los helados de ambos se derretían en la mesa frente a ellos. "¿Qué te hace pensar que con un simple helado y dos horas de tu media atención seremos felices?" Andrea le había hecho una pregunta muy importante a su padre, una para la que no tenía respuesta.

"Andrea. Yo sé que todo esto es difícil para ustedes, que no entienden muchas cosas. Pero hija, tu mamá y yo, antes de ser sus padres, somos un matrimonio. Y para tener un matrimonio exitoso se necesitan muchas cosas. Cosas que ustedes están muy pequeños para comprender..."

"Papá, todo eso son excusas. Si de verdad te importara arreglar las cosas, nunca te hubieras ido. Ni siquiera el tío Omar entiende tu actitud."

"Andy cuéntame una cosa, ¿el tío Omar pasa mucho tiempo en la casa?" Fernando sabía que no era así. Ahora vivían juntos y Omar no se ausentaba por mucho tiempo. Pero estaba muy claro que cuando de Lety se trataba, los celos de Fernando no lo dejaban guiarse por la lógica.

"No tanto como antes." Le contestó la niña sinceramente.

"¿Antes de qué?" En el fondo Fernando sabía que era una pregunta muy tonta, pero no pudo evitarla.

"¿De qué tú crees? Antes de que nos abandonaras."

"Hija, yo no los abandoné..."

"¿Ah no? ¿Y cómo se llama lo que tu hiciste?" Por primera vez esa noche, Sebastián le hizo un reclamo a su padre con una cara de dolor que le hizo un nudo en el estómago a Fernando. ¿Como era posible que sus hijos estuvieran tan afectados por su ausencia?

"Sebastián, como ya le dije a tu hermana, su mamá y yo..."

"Tienen problemas de adultos. Estoy harto de esa cantaleta." El niño se enfocó nuevamente en su dibujo sabiendo que cualquier cosa que le dijera su padre no cambiaría nada.

Fernando no tenía palabras para excusarse frente a sus hijos. En primer lugar, estaban muy pequeños para entender sus razones. Y, en segundo lugar, Fernando no podía imponer sus sentimientos en ellos. Los niños se sentían abandonados y traicionados por él, a pesar de que él se sintiera completamente justificado en sus acciones.

Cuando Fernando llevó a sus hijos de regreso a casa, estaba decidido a ponerle fin a esa situación. Sus hijos estaban sufriendo y no era necesario cuando él tenía muy claro que sin Lety no podía vivir. Mientras comían sus helados, Fernando observó a sus hijos y le quedó más que claro que Andrea parecía la más afectada por todo lo que estaba pasando entre sus padres. Ella era su princesa y la distancia entre ellos le dolía. Los varones, aunque también estaban distantes, no eran tan fríos como su hermana.

"¡Mami!" Los tres niños entraron a la casa corriendo después de que su papá abriera la puerta con su llave.

"¡Mis amores!" Leticia le dio un beso a cada uno en la frente. "¿Y eso que regresaron tan temprano?"

"No la estaban pasando nada bien. No les gusta estar lejos de ti." Fernando jugaba con sus llaves algo nervioso.

"Mamá, ¿estabas llorando?" Sebastián levanta una ceja, incapaz de evitar mirar a su padre al pronunciar la pregunta.

"No mi amor. Estaba limpiando y se me metió polvo en los ojos, eso es todo."

"Mira mami, ya no llores, te trajimos helado." Andrea le enseñó la bolsa que llevaba para ella.

"Que rico mi amor. ¿Me lo guardas en el congelador por favor? Necesito hablar con su papá algunas cosas." Andrea se fue directo a la cocina, sin despedirse o dirigirle otra palabra a Fernando.

"¿Podemos jugar Play Station?" Preguntaron los gemelos casi al unísono.

"Está bien. Pero solo un rato. Ni sueñen que van a pasar la noche ahí pegados." Lety los señaló con el dedo índice, una mano en la cintura, y una sonrisa que solo ellos podían inspirar.

"¡Okey! Adiós, papá." Era sorprendente como, al estar de mejor ánimo, los gemelos actuaban como si fueran una sola persona.

"Eres una madre maravillosa." Le dijo Fernando al observar a sus hijos correr escaleras arriba.

"Gracias." Al estar solos, Leticia miró a su esposo fijamente a los ojos. Ella podía estar muy dolida por la situación en la que se encontraba su matrimonio, pero no tenía por qué bajar la mirada. Ella era inocente de lo que se le había acusado. "Fernando yo..."

"Déjame hablar a mi primero, por favor." La interrumpió el, tomando una de las manos de ella en la suya.

"Eh, ah... está bien. Dime." Lety concentro sus fuerzas en evitar que su ojo temblara, pero el simple toque de su mano la transporto años atrás. A largas noches en bares a media luz, a besos robados en la oficina, a noches de pasión detrás de puertas cerradas mientras se conocían más y más... Leticia Mendiola extrañaba a ese hombre con cada célula de su ser y no lo podía negar.

"Lety. Mi Lety. Te extraño. Yo no sé vivir sin ti, sin ustedes. Mi vida está vacía y no tengo la más mínima motivación para seguir adelante. Los niños nos necesitan a los dos, juntos. Mis hijos están sufriendo demasiado, y de nada sirve porque al final del día yo te sigo amando. Lety, estoy listo para volver a casa. Quiero que sepas que yo te perdono..."

Y Llegaste Tú: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora