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Las palabras dañan. Una lectora como yo lo sabía muy bien, incluso aunque solamente hubiera experimentado multitud de veces esos momentos en los que te catapultaban hacia la ilusión, como cuando un protagonista dañado decidía aceptar finalmente sus sentimientos por la chica a quien nadie le habría echado un vistazo de antemano. El revoloteo, la felicidad, todo eso se contagiaba con facilidad en las novelas. Ahora me daba cuenta de que todo eso era nimio. Lo mismo daba, un sujeto, un predicado y un complemento me habían herido más de lo que me hubiera gustado. El problema era que, hasta aquel día en la cafetería, no me había percatado de las terribles ilusiones que me había estado montando en mi cabeza. ¿Qué importaba si hasta ahora había estado viviendo experiencias similares a las que podría tener una protagonista random de una de mis novelas? Eso no significaba que fuera a convertirme en una. No debía engañarme. Aiden no era nada más que un escort, quien se movía por su propio interés y que te decía las palabras que deseabas escuchar, incluso si tú misma no sabías exactamente cuáles eran. Desde luego, no había nada mejor que oír la opinión que tienen sobre ti cuando no estás presente, esa siempre será la respuesta más sincera que podrás encontrar, y yo lo había experimentado en mi propia carne. Desde entonces, no había querido ni verlo por lo que me había quedado en casa de Jackie durante dos días, tratando de evitarlo, hasta que me enfrentó en la fiesta.
A raíz de eso y de camino a casa, podría haber hablado con él e incluso me había planteado seriamente encararlo, más aún cuando me había reclamado aspectos de nuestro acuerdo en la fiesta que ni si quiera debería haber planteado, por mucho que estuviera convencido de ello. Sin embargo, viniendo en el taxi y tras reflexionar mucho, me di cuenta de que me había enfurecido con él para sustituir la terrible decepción que sentía, tras escucharle hablar tan despectivamente sobre mí en la cafetería. Decepción. ¿Por qué debería sentirlo? ¿Por qué debería reprocharle nada? No debía olvidar ni por un segundo mi lugar. No era su novia, ni era nada mío. Ni si quiera era mi amigo, aunque estos días atrás hubiera tratado de convencerme a mí misma de que sí. No, él estaba en todo su derecho a tener su propia opinión sobre mí y era totalmente lícito. ¿Qué importaba realmente que hubiera conseguido hacerme sentir especial? ¿Acaso ese no era ese su trabajo precisamente? ¿Quién querría acostarse con alguien que no la viera bien? Por supuesto que tuvo que decirme todas esas cosas. La que había estado equivocada había sido yo que decidí creérmelas. Cuando esta reflexión se encontró ante mí con claridad, todos los demás pensamientos empalidecieron a su lado, y fui consciente de que no había nada más que hablar entre nosotros. Ahora sabía perfectamente dónde me encontraba y no pensaba volver a distraerme con nada que no se ciñese a esta verdad, debía reconstruirme y seguir adelante, sin perder de vista mi objetivo. Blake no era nada mío, debía dejar de abrirme emocionalmente con facilidad, y limitarme a obtener lo que deseaba de él, sin esperar nada más. Se acabó eso de bromear como si tuviéramos alguna clase de amistad. Era mi escort, mi amante. Nada más, y así debía seguir siendo, al menos hasta que consiguiera avanzar socialmente.
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SE BUSCA AMANTE
Художественная проза1° 𝗘𝗻𝘁𝗿𝗲𝗴𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗲𝗿𝗶𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗔𝗿𝗰𝗮́𝗻𝗴𝗲𝗹𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗜𝗻𝗳𝗶𝗲𝗿𝗻𝗼. Nadie esperaría que la chica en exceso timida, estudiosa y reservada que se sentaba al final de la clase y que trataba de evitar llamar la atención, desesp...