Capítulo 24 (Parte I): Aiden

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Dos. Dos han sido las semanas que pasasen desde mi discusión con Crystal. Dos largas y tediosas semanas en la que he aprendido a las malas el significado extensivo de la palabra "extrañar".

Cada maldita noche me he removido en mi cama solitaria echando en falta su olor avainillado, la suavidad de su piel, su aliento sobre mis labios, sus abrazos, caricias y sonrisas ladeadas.

En cada noche, cada sueño y cada pensamiento, he recordado una a una las tardes en las que aún estaba a mi lado.

En aquella época no había sabido valorar lo jodidamente afortunado que era por el simple hecho de que ese pedazo de mujer hubiera decidido tomarme como su amante. Como el idiota que había sido en el pasado, creía que el favor se lo estaba haciendo yo a ella, que mis enseñanzas serían mucho más valiosas que lo que Crystal tuviera que ofrecerme. Yo le había enseñado todo lo que sabía, más no había previsto que la realidad fuera tan distinta a lo que había creído.

Estúpido. Crystal Moore me acababa de dar a probar mi propia medicina. Lo había intentado todo: ejercicio, trabajo, ocio y hasta los malditos libros de psicología barata. También traté de olvidarla por medio de otras mujeres, con las que ni si quiera había logrado sentir excitación, volviéndose incómodo para ambos en cada una de las ocasiones.

Su ausencia me había pegado fuerte. ¿Por qué? Porque como el idiota que era, no había sabido ver cuánto me había acostumbrado a su presencia continua, ni como había invadido mis rutinas diarias con su esencia, así que en el momento en el que había desaparecido de la noche a la mañana había despertó un dolor mucho más intenso que el que experimentase la noche en la que me mandó a la mierda.

Ella tenía razón, no podía darle amor. Entonces, si los dos teníamos tan claro este aspecto, ¿por qué el dejarla marchar se sentía como si estuvieran arrancándome una parte de mi cuerpo?

Procuraba no encontrarme con ella en ningún lugar, ya que cada vez que la veía, mis piernas reaccionaban por sí solas, aproximándose hacia el lugar en el que estuviera. En más de una ocasión tuve que fingir que pasaba a su lado, porque la costumbre de estar a su lado me había instado a acercarme hasta donde hallase, y en cuanto me daba cuenta de lo que estaba haciendo luchaba contra mis deseos para seguir mi camino.

SE BUSCA AMANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora