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Hola, ¡Feliz navidad! me inicio con una nueva historia. La verdad que no pensaba subir este capítulo hasta que no hubiera terminado la de Ellie y Adam... pero hoy es mi cumple y ayer fue navidad, así que quería haceros algo especial, por lo que tras mucho pensármelo decidí subir un capítulo de esta novela. ¡Espero que os guste! No olvidéis dejar estrellitas si lo hace. Besitos. PD: el resto lo subiré cuando acabe la de loco por las curvas.
Los libros tienen sabores. Esta afirmación, aunque en principio pueda sonar/leerse extravagante, no lo es. Para comprender esta perspectiva, debería remontarme a mi infancia, época que, aunque en principio debería ser preciosa, lúdica y mágica puede tornarse sombría para muchas personas.
Si tuviera que destacar un recuerdo agradable sería probablemente el olor de los libros viejos. Mi padre, Shaun Moore, me inculcó desde pequeña esta maravillosa afición. Comenzó llevándome a la biblioteca, y todo inició con la frase, "Crystal, ahora vamos a entrar a un sitio mágico" aseguró en una tonalidad dramática que conseguía emocionar e ilusionar a mi yo de 6 años. Aquello sin duda captó mi atención, ¿magia? En ese entonces, realmente creía en ella, así que si tal sitio era mágico ganaba puntos a pasos de unicornio agigantados en la escala de mi interés infantil.
Cuando me interné en aquel edificio de la mano de papá, no sentí la magia de la que hablaba. Había esperado duendes y hadas recibiéndome tras las puertas, más lo que me encontré fue simplemente una sala fría y aséptica. La biblioteca nacional de Forest Grove era cuanto menos deprimente. En aquellos años ni si quiera había una sección infantil, y tenías que compartir espacio con individuos que te triplicaban en edad. La cuestión era que mi padre me dejó vagar por todo el lugar, sin quitarme el ojo de encima, claro, por lo que comencé a hacer lo que haría cualquier niña de seis años en una sala aburrida, cantar. Ya pueden imaginarse como terminó aquel espectáculo propio de un show infantil. La bibliotecaria, de quien apenas recuerdo su nombre, me ordenó de malas formas que me callara y poniéndome un libro entre las manos, me hizo sentarme en una silla que era demasiado grande para mi altura.
Hoy en día se lo agradezco, aunque en ese entonces me inspirara un miedo desproporcionado. Así que allí me encontraba, ante un libro viejo del que no recuerdo el nombre, pero lo primero que llamó mi atención al abrirlo fue el olor, que impregnó mis fosas nasales y aunque entonces no lo supiera activó en mi cerebro una sensación agradable. La curiosidad que sentí, preguntándome si todos los demás libros olerían igual, superó el miedo que despertaba en mí que la señora aquella me pudiera volver a regañar, por lo que me levanté de la silla torturadora de espaldas y comencé a recorrer las estanterías sacando libros de la parte inferior. Apilé entre mis minúsculas manos como máximo tres libros, no me juzguen, con esa edad el peso que sostenía superaba por mucho el mío. Después de andar con ellos como una funambulista por la cuerda floja, tambaleándome, los dejé sobre la dura silla en la que me habían hecho sentar y abriéndolos comencé a oler uno tras otro. Aquel día descubrí los primeros signos de la magia lectora que acompañaban al sentido del olfato, más no lo interpreté así, pues no pude identificar a qué olía, pero descubrí que había dos tipos diferentes de esencias dependiendo del tiempo que tuviera. Fue el primer paso para alcanzar la que sería mi tabla de salvación, así como también fue la primera vez que me expulsaron de una biblioteca. ¿Podían echar a alguien de un espacio público? Al parecer sí.
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SE BUSCA AMANTE
General Fiction1° 𝗘𝗻𝘁𝗿𝗲𝗴𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗲𝗿𝗶𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗔𝗿𝗰𝗮́𝗻𝗴𝗲𝗹𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗜𝗻𝗳𝗶𝗲𝗿𝗻𝗼. Nadie esperaría que la chica en exceso timida, estudiosa y reservada que se sentaba al final de la clase y que trataba de evitar llamar la atención, desesp...