SE BUSCA AMANTE

Capítulo 5: Aiden

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Cuando empiezas a trabajar de escort pronto te das cuenta de que debes abrir la mente y prepararte para vivir situaciones atípicas, dejar los juicios a un lado y hacer tu trabajo sin pensar en nada más, bueno en nada tampoco, a veces reflexiono sobre la lista de la compra.

Una de las primeras circunstancias que experimenté cuando Alex me reclutó, fue una mujer cuya fantasía sexual era que un payaso le introdujese globos en forma de falo por la vagina. Por lo que no sólo tuve que disfrazarme del primo de Ronald Mc'donald, sino que esas dos horas las dediqué a luchar contra la fuerza del rozamiento vaginal. La señora decía sentirse volar cada vez que explotaba uno, porque el ruido hacía que se corriera.

Debo destacar que esa situación tampoco era tan bizarra si la comparo con actuar como si fuera un muerto o vestirme de diferente tipo de animales. No, ni si quiera esas podrían acercarse al pódium de la rareza suprema, al menos no habiendo sido testigo hace unos pocos años al desbordamiento de mi paciencia: una cliente que me engañó. Las primeras reuniones que concertamos parecían transcurrir totalmente normal, hasta que con el paso del tiempo se atrevió a confesarme su deseo de ser madre (hagamos un minuto de silencio por todos esos escorts caídos que aparte de dar placer también actuamos de psicólogos y terapistas emocionales, como las peluqueras), esto quizás debería haberme hecho sospechar, pero no lo tomé en cuenta ya que muchas mujeres se ponen sensibles tras el sexo, los días siguientes se consagró a calcular mi talla a ojo y, al cabo de dos semanas, apareció con un regalo muy peculiar: un traje un gigantesco de bebé. ¿Desean saber cómo un hombre puede perder la escasa dignidad que le queda? Prueben a actuar como un bebé y finjan mamar de los pechos resecos de esa infame mujer. No contenta con ello, también quiso cambiarme el pañal. Horrible. Ni si quiera había querido sexo, eso solamente había sido una excusa. Desde entonces, había dado carpetazo a esas mujeres y dejaba ese tipo de casos especiales a los gemelos.

No obstante, ni si quiera este tipo de experiencias consiguió sorprenderme tanto como el reconocimiento de que la loca que dejó colgado el anuncio fuera "sabelotodo Moore". Con ese entrecejo que parecía la selva de las amazonas, esa coleta mal hecha y ese estilo de ropa desganado, siempre había creído que era asexual. Lo único que debía ponerle a esa mujer era un libro de derecho. Y ahora debía creer ¿qué? ¿Qué era la chalada del anuncio? Todo parecía ser producto de una cámara oculta, como había dicho ella. Sin embargo, por la expresión de asombro que había compuesto estaba claro que me esperaba tan poco como yo a ella.