𝟐𝟕

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HINATA

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HINATA

Estoy casi entrando en el portal cuando miro las luces de la pequeña librería con cafetería que hay al otro lado de la calle. Es uno de mis lugares favoritos, paso por aquí con frecuencia después de las clases para leer los libros que hay en las estanterías mientras saboreo productos recién horneados. No es una librería al uso, es oscura y acogedora, a lo que hay que sumar que sirven increíbles pretzels de elaboración propia.

Decido entrar a comprar un pretzel... o dos. Quizás Naruto esté en casa y pueda compartirlo con él. Sé que el concierto es mañana por la noche, así que es posible que se haya quedado ensayando hasta tarde, pero nunca se sabe. Se me ha agotado la batería, si no, le enviaría un mensaje de texto para preguntarle.
Ya estoy dentro del local cuando me llama la atención una risa familiar.

Con el pretzel para llevar que me tiende la camarera en la mano, me doy la vuelta, y mis ojos se posan directamente en la espalda y los hombros de Naruto. Una gorra de béisbol intenta esconder su cabello, pero conozco su risa. Una bella pelirosa con una falda muy corta está casi encima de él. Otro tipo está sentado un poco más alejado de ellos, también con una gorra de béisbol.
Esa mujer... «La conozco...».

Noto que me mareo y que se me revuelve el estómago. Me asaltan las náuseas cuando la veo abrazar a Naruto. Él le pone las manos sobre los hombros y le besa la mejilla.
Se me detiene la respiración, ¡Demonios!, todo el mundo se detiene.
Hay algo entre ellos, una complicidad que habla de muchos años juntos.
Me humedezco los labios, mareada, con el corazón en carne viva y sangrando
Vuelvo a rebobinar el recuerdo que tengo de ella..., saliendo del edificio de Dallas donde vivía Naruto, con la falda del revés... Prueba palpable de que se la acababa de tirar.

—Oye, ¿estás bien? —me pregunta la camarera que me ha entregado el pretzel.

Trago saliva y asiento con la cabeza, las lágrimas me hacen arder los ojos, tengo las palabras pegadas a la garganta mientras me apoyo en la pared. En un movimiento borroso, salgo corriendo por la puerta hacia la noche.
Llego a casa aturdida. A las nueve, mi teléfono ya está medio cargado, y han entrado un montón de mensajes de texto; algunos son de Toneri preguntándome si voy a ir por allí, y hay varios de Naruto, que quiere saber dónde estoy.

Los ignoro todos.

Hanna también me llama, pero prefiero no responder. Unos minutos más tarde, me envía un mensaje de texto: vendrán a Nueva York dentro de unos días.
No me importa; solo quiero acurrucarme y olvidar lo que he visto esta noche.
Me obligo a comerme el pretzel y me tomo una copa de vino... y luego otra. Al poco rato tengo la botella encima de la mesa para poder beber a morro.

Cuando llega Gaara a casa alrededor de las diez, estoy encogida en el sofá con una manta encima, recostada en los cojines, llorando por una película que emiten en Lifetime.
Se sienta y me rodea los hombros con un brazo. Lo he llamado antes y le he contado todo.

𝓚𝓲𝓾𝓫𝔂   ✶   𝒩𝐻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora