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HINATA

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HINATA

Estoy nerviosa al pensar que voy a estar en la inauguración de la exposición de Naruto en la galería de arte. Gaara me acompaña con una expresión sombría y contemplativa en la cara; supongo que todavía está reflexionando sobre la conversación que mantuvimos anoche con Minato.

Pienso en la carpeta que me entregó, en la que ha guardado todos los recibos de los gastos que Gaara y yo hemos tenido a lo largo de nuestra estancia en Nueva York, y el costo total asciende a más de cuatrocientos mil dólares, que han sido abonados en plazos en los cuatro últimos años, a medida que Naruto alcanzaba el éxito. Minato incluso me ha contado que Naruto negoció que debían dejarme ir a estudiar en Nueva York como parte del trato para renunciar a mí. Y quería pagarlo él... Era algo que quería hacer por mí.
Me había dejado estupefacta que Minato le regalara medio millón de dólares para que se fuera, y que luego él se hubiera gastado la mayor parte de ese dinero en Gaara y en mí.
Además, en la carpeta había una invitación muy bien diseñada con la dirección de una galería de arte en el Soho.
He venido esta noche para preguntarle por qué.
Por qué hizo... todo eso.
La primera persona a la que veo es a Sakura.
Nuestros ojos se encuentran desde extremos opuestos de la habitación, y ella se tambalea. Palidece antes de dejar la bebida en la bandeja del camarero que pasa junto a ella, y atraviesa la multitud para llegar hasta nosotros.

Me pongo rígida y tenso la espalda.

Gaara me mira de reojo.

—¿Zorra a la vista?

Ya veremos —murmuro.

—Joder. Debería haber traído los nudillos metálicos. —Enlaza el brazo con el mío—. Estamos juntos, niña. Es posible que tú y yo seamos basura blanca de Texas, pero no nos ha ido tan mal... Por cierto —añade—. Me alegra que te hayas puesto el vestido blanco, te hace parecer una novia. Por otro lado, la visión que se aproxima vestida de rosa es un algo difícil de tolerar durante demasiado tiempo.

Me recuerda una bola de algodón de azúcar, ¿no crees? —Miro a Gaara con una mueca—. Tal vez venir no ha sido una buena idea.

Él niega con la cabeza.

—No, debes escucharla. Has dado un gran paso al venir. Estamos aquí, y hay champán y marisco gratis. Un hombre tiene que comer.

La visión del vestido rosa decorado con un millón de lentejuelas se detiene justo delante de nosotros. Tengo que entrecerrar los ojos para que no me dañe las córneas.

Así que eres Hinata —me dice, mirándome atentamente, como si yo fuera un perro rabioso que estuviera a punto de atacarla—. Estaba tan nerviosa en Dallas que apenas te miré. También eres diferente a los bocetos que ha hecho de ti..., aunque esta noche es la primera vez que los veo bien.

𝓚𝓲𝓾𝓫𝔂   ✶   𝒩𝐻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora