𝟏𝟔

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HINATA

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HINATA

—Tu comportamiento es completamente inaceptable —dice Hanna desde la barra de la cocina mientras se sirve un vaso de té helado. —No pienso permitir que te acuestes con un matón.

Apesar de que es evidente que está nerviosa, pronuncia las palabras sin aspavientos.
Así es ella.

«No le respondas —me digo para mis adentros—. Solo empeorarás la situación. Es una persona crítica, no conseguirás que cambie de opinión».

Estoy sentada ante la mesa en la que desayunamos, retorciéndome los dedos en el regazo. Llevamos aquí media hora y me palpita la cabeza.
Al parecer, Hanna ha usado una aplicación del móvil para saber a dónde fui después de marcharme de su casa, y vio que estaba en el ático. Por eso fueron allí Minato y ella.

—Estabas en la cama, con él. —Respira hondo.

Noto que me ruborizo y bajo la mirada a la mesa.

—No nos hemos acostado.

Miro de reojo el móvil para ver si me ha enviado un mensaje de texto.

—Guarda el teléfono, Hinata.

Lo pongo boca abajo.

—Lo siento.

Se acomoda en la silla que hay delante de mí con la cara muy pálida.

—No lo vas a volver a ver.

Sus palabras repican como tañidos de campañas inalcanzables...
Claros, fríos y secos.

—Va a ser difícil, puesto que estás casada con su padre. Por supuesto que lo veré... —replico, agarrándome con fuerza al borde de la silla.

Niega con la cabeza.

—No quería tener que decírtelo, pero la de la limpieza ha encontrado drogas en su habitación desde la noche que estuvo aquí.

No me sorprende demasiado.

—No me importa —aseguro.

Es algo que ya resolveremos él y yo.

Separa los labios.

—No sabes lo que dices. Si te mete en su mundo..., bueno, acabarías tomando el camino equivocado, como tu madre...

«Yo no soy como mi madre».

De hecho, considerando de dónde vengo, soy casi perfecta.

—No soy como ella, sino como mi abuela.

—Puedes llegar más lejos que cualquier persona de Tin Town, más lejos que tu abuela —afirma bruscamente.

No puedo permitir que incluya a mi abuela con las demás personas de Tin Town.
Cuando me levanto, la ira que me envuelve es como una tormenta que me eriza hasta la superficie.

—No importa de dónde sea. Lo único que importa es a dónde voy.

Cojo el móvil de la mesa y le envío a Naruto mensaje de texto con el corazón acelerado; necesito salir de aquí.

«Por favor, ven a buscarme. Te necesito. Estoy en casa».

Hanna suspira y se pone de pie para llevar el vaso al fregadero, donde lo lava antes de dejarlo en la rejilla de secado. Hay una expresión triste en su rostro cuando me mira.

—No te va a responder.

Giro la cabeza hacia ella.

—¿Cómo lo sabes? ¿Qué esta pasando?

Se mira las uñas.

—Minato me ha enviado un mensaje de texto hace un rato. Naruto se va a Los Ángeles. No te quiere a su lado.

Me siento fatal. No, eso no puede ser cierto. Me ha pedido que vaya a Los Ángeles con él. Él me quiere tanto como yo a él.

—¿Cuándo?

Se encoge de hombros.

—Muy pronto.

Un mensaje de texto entrante hace que me vibre el teléfono y, cuando lo levanto, se me acelera el pulso al ver que es de él.
Pero cuando lo leo, se me rompe el corazón.

«No puedo. Adiós».

 Adiós»

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