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HINATA

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HINATA

El miércoles por la noche me despierto al oír un trueno resonando sobre los altos edificios de Manhattan.

Perfecto, justo lo que necesito, y una noche en la que Gaara se ha quedado a dormir con Lee.

Reviso el móvil, y veo que es la una de la mañana del jueves. ¡Agg...! Salgo de la cama en la oscuridad para ir al cuarto de baño. Está siendo una semana extraña y todo por culpa de Naruto y su «Eres mía, Hina» del domingo.

Al mirarme en el espejo, me fijo en las ojeras que me ha provocado no dormir bien esta semana.
En ese momento, un rayo atraviesa el cielo y el sonido reverbera traspasando los muros de hormigón del apartamento. Se me escapa un grito cuando se va la luz y me quedo sumergida en una oscuridad total. Odio las tormentas desde la noche en la que mataron a mi madre.
Tropezándome en la oscuridad, regreso a mi habitación, donde me doy un golpe en el pie por andar demasiado rápido, y grito.

¡Maldita sea!

Doy saltitos a la pata coja entre improperios hasta que logro encontrar el cajón de la mesilla de noche donde guardo una pequeña linterna por si acaso se diera un apocalipsis zombi... o un apagón.
Pero no está ahí. ¡Gaara! El mes pasado se fue de campamento con Lee y me la pidió prestada. Lo insulto para mis adentros.
Empiezo a palpar las almohadas hasta que encuentro el móvil y uso la linterna, pero sé que no durará mucho, ya que me queda poca batería. Me acerco a la puerta del balcón, y por fin reúno el valor para mirar, aunque trato de ignorar el fuerte estallido de otro rayo. Me encuentro la manzana a oscuras. Sin semáforos, sin luces en los escaparates, sin farolas, nada... El rayo debe de haber alcanzado un transformador en alguna parte.
La vista de la ciudad resulta tan espeluznante que me vuelvo a estremecer.

«Velas... Necesito velas».

Voy a la cocina, donde me pongo a rebuscar en los cajones en busca de las velas perfumadas que Gaara compra en Bath & Body Works y de cerillas. No tengo suerte, y cuando me golpeo la cabeza con la puerta abierta de una alacena, suelto otra maldición.
Para empeorar la situación, acabo encontrando las velas, pero no las cerillas. Aterrada como si luchara contra un monstruo, decido olvidarme de todo e ir a acurrucarme debajo de las mantas, en la cama, mientras rezo para que la tormenta pase pronto.
Cuando suenan unos golpes en la puerta, pego un grito.

¿Hinata? ¿Estás bien?

Cojeo hasta la puerta y la abro, aunque dejo el pestillo puesto. Enciendo la luz del teléfono, lo que le hace entrecerrar los ojos.

Kiuby solo lleva encima unos boxers con la Union Jack. Sus musculosos abdominales quedan a la vista, y, sí, compruebo que son más prominentes desde la última vez que los vi. Tiene el pecho ancho y definido, sus bíceps parecen tan duros que harían rebotar a una moneda, y la profunda V que dibujan los marcados oblicuos me está haciendo salivar.

𝓚𝓲𝓾𝓫𝔂   ✶   𝒩𝐻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora