𝟑𝟎

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HINATA

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HINATA

Después de leerme el mensaje de texto de Naruto, he guardado el móvil. Aunque le he dicho que iba a apagarlo, no lo he hecho. Se trata más bien de que no puedo hablar con él en este momento.
Cierro los ojos y recuesto la cabeza contra la pared de la biblioteca donde me estoy escondiendo, aunque la excusa para estar aquí es que estoy haciendo un trabajo de investigación para una de las clases.
Saco el Gatorade con sabor a cereza que Gaara me he metido en la mochila esta mañana y lo tomo con unas galletitas saladas: un almuerzo que se supone que es para campeones.

Después de obligarme a anotar algunos datos más en el portátil, lo recojo todo y me voy a recibir la clase de krav magá a la que asisto todos los fines de semana en un pequeño gimnasio en Brewster Street. En cuanto me mudé a Nueva York me inscribí en un curso similar al que estaba recibiendo en Dallas. Es una disciplina que ayuda a convertir los instintos viscerales en movimientos eficientes, y mi instructor es uno de los mejores de la ciudad.
Después de una agotadora lección en la que mi contrincante me lanza al tatami más veces de las que considero necesarias —aunque mi cuerpo acepta de buen grado ese dolor—, me ducho allí y me pongo los pantalones negros y la blusa blanca de botones con el cuello de encaje que son el uniforme de Bono's. Me seco el cabello y me hago un moño. El único maquillaje que me aplico es un lápiz labial rojo intenso y algo de máscara de pestañas.

Esta noche tengo el turno de la cena. Como es fin de semana, todo está que arde, y me alegro, porque así no tendré tiempo para pensar en Naruto.
Cuando atravieso la puerta, recibo otro mensaje de Hanna. Me envió uno anoche comunicándome que vendrían a Nueva York, y no he llegado a contestarle. Escribo la respuesta y le pregunto por sus planes, deseando saber si veré a Riuka. Me dice que este desplazamiento lo harán sin la niña, y que se alojarán en el ático, dado que los pintores han terminado ya. Me invita a cenar con ellos el domingo por la noche y le digo que sí, ya que no tengo que trabajar.
Su siguiente mensaje me deja sorprendida.

«Asistiremos a la inauguración de la exposición de Kiuby el lunes. ¿Vas a ir?».

¿Exposición de Kiuby? ¿A qué se refiere?
No sé bien cómo responderle.
Se dirige a mí uno de los jefes, y sé que ha llegado el momento de ponerme a trabajar. Tengo ganas de saber más de esa exposición, pero no quiero que me despidan, así que guardo el teléfono.
A las nueve, cuando ya ha pasado lo peor, estoy llevando los entrantes a una mesa de cuatro comensales en el momento en el que escucho una voz familiar a mi espalda.

Imagino que ha sido un largo camino desde el diner de Ichi's a Manhattan. Sin embargo, sigues siendo camarera. Qué... pintoresco...

𝓚𝓲𝓾𝓫𝔂   ✶   𝒩𝐻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora