𝟎𝟔

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KYUBI

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KYUBI

—La primera regla en esta casa es que no puedes, repito, no puedes, perder el tiempo con Hinata.—Mi padre mueve las manos antes de continuar—. Todos conocemos tu... reputación con las mujeres, pero ella es tu hermanastra, y tiene por delante un futuro brillante.

El tono de mi padre es agudo como el roce de las uñas en la pizarra mientras estoy sentado frente a él en una silla de madera dura, en su despacho. Hemos venido aquí en cuanto llegamos del aeropuerto.

«Hinata».

Exhalo el aire mientras me arrepiento de lo que ocurrió en el avión.
Sin duda, él ha notado la forma en que la miraba.

—Me he fijado en cómo la estabas mirando. Es demasiado joven para ti, así que no te hagas ninguna idea rara.

Arqueo una ceja.

—Yo no me hago ideas. —Pero le estoy mintiendo. Hina me fascina. Es hermosa y dulce.

Corto bruscamente esos pensamientos.
Pasa de mí, y no la culpo por ello.
Debe de estar cabreada conmigo. No se merece a alguien tan gilipollas como yo.

Meto todo lo que pienso de ella en una caja, la cierro con una cadena y la lanzo al rincón más oscuro de mi mente. «Me voy a olvidar de ella», me digo. Después de todo, alejar a la gente es lo que mejor aprendí de mi padre.

Es un hombre alto e imponente, de hombros anchos y una cara que parece hecha de granito, que golpea puertas, habla poco y va a por lo que le interesa, sin importarle lo que cueste.
No se parece en nada a mi madre, que es luminosa como un rayo de luz. Pero al menos él se quedó un poco. Seis meses después de la muerte de Naruko, ella ya estaba por ahí con un nuevo amante a
cuestas. Todavía la veo de vez en cuando, entre novios y vacaciones en lugares exóticos. Nuestra relación es... tóxica. Creo que es difícil para ella verme y no pensar en Naruko. Por otro lado, es difícil para mí ver a mamá y no pensar en mi gemela.

La voz de mi padre me trae de vuelta al presente.

—En segundo lugar, nada de drogas cerca de Hanna y Hinata. Es algo que no pienso tolerar.

Mis ojos buscan los suyos y suelto el aire, mis dedos se contraen involuntariamente mientras los hago tamborilear sobre los vaqueros.

—Con todas estas reglas, me sorprende que me hayas invitado.

Él suelta un profundo suspiro.

𝓚𝓲𝓾𝓫𝔂   ✶   𝒩𝐻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora