𝟎𝟐

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KIUBY

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KIUBY

SEIS AÑOS DESPUÉS

«¡Seré gilipollas...!».
No solo estoy empecinado, sino que estoy peleando a lo grande con una tía lo suficientemente mayor como para ser mi nanny.
La elegante agente de la puerta se cruza de brazos. Está harta de mí. La mayoría de las mujeres llegan a ese punto tarde o temprano.

-Señor, no puede subir con la guitarra. Tendrá que facturarla.

-¿No puedes hacer una excepción conmigo, por favor, Anko? -ruego, mirándole la etiqueta y exagerando el acento inglés.

Por lo general, mi tono más seco acostumbra a sacarme de situaciones
difíciles, en especial con la parte femenina de la población, pero me estoy dando contra una pared de ladrillos desde el momento en que me he acercado a su escritorio. Quizá sean mis tatuajes, mi chupa de cuero o la camiseta de malla sin mangas.
No parezco exactamente un buen tío.
Sus ojos pequeños y brillantes se deslizan sobre mi cuerpo, deteniéndose en el artístico zorro con nueve colas que llevo tatuado en el cuello, para seguir subiendo hasta mi pelo. Me lo toco tímidamente. Este mes llevo rubio (mi color natural) con las puntas azul cobalto, con el tupé engominado y levantado en plan mohicano y los lados afeitados casi al cero. La próxima semana quizá lo lleve blanco. No importa el color, las chicas se vuelven locas con eso.
Salvo Anko.

-Lo siento, pero ya lleva una bolsa de mano y un artículo personal. Eso es todo lo que está permitido en el avión. Son las reglas, y son extremadamente claras.

Señala un letrero que cuelga en
la pared a mi lado, donde se explican las normas para volar con Delta. Es la segunda vez que me lo señala, y como el obstinado gilipollas que soy, me niego a mirar.

-Pero es que es mi verdadero amor. -Doy una palmada a la caja.

-Es una guitarra -me recuerda secamente.

Levanto la funda sobre el mostrador y abro los broches metálicos, para dejar a la vista el instrumento amarillo y azul.

-Es una Gibson Les Paul, atrevida pero liviana al mismo tiempo. Está hecha de arce con incrustaciones de palo de rosa; la mejor que el dinero puede comprar, y su valor asciende a más de cinco mil dólares. Pagué yo mismo por esta preciosidad. Mi querido viejo ni siquiera me ayudó. -Le muestro una pequeña franja horizontal al final del diapasón en el mástil de la guitarra-. ¿Ves esto
aquí? Esa es la tuerca del bajo, y controla la colocación de la cuerda. Está hecha en hueso. No sé qué tipo de hueso es, pero me gusta pensar que de león o tigre. Por supuesto, no los abatieron para hacer
la guitarra, pero sus huesos fueron donados después de morir en una majestuosa batalla en la naturaleza. ¿No te parece adecuado? -Sonrío. «¡Venga, Anko, déjanos subir al avión!», le ruego con los ojos.

Pero Anko se eriza ante mí, frunce aquellas cejas gruesas y espesas detrás de las pequeñas gafas de presbicia.
Sus labios se afinan mientras estudia mi hermosa obra de arte.

𝓚𝓲𝓾𝓫𝔂   ✶   𝒩𝐻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora