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Miraba nerviosamente aquella puerta mientras jugaba con mis manos y sentía mis piernas temblar.
No entendía porque estaba tan nerviosa.
Tomó una bocanada profunda de aire para tocar la puerta con mi puño para luego esperar unos segundos.
La puerta se abre dejando a la vista a aquel hombre azabache musculoso que me miró de reojo con su ceño fruncido.
— ¡Le invitaré ese helado y no aceptó un no como respuesta!.— Exclame con valentía mientras colocaba mis manos detrás de mi espalda.
Él hombre suelta una risa mientras me veía de pies a cabeza, yo llevaba una camiseta de botones blanca con una falda azulada.
— Niña, ¿Sólo para eso me jodes mi tarde?
Apreté mis labios nerviosamente para luego mirarlo fijamente.
— ¡Sí! Usted me ha ayudado bastante y realmente quiero agradecerle, así que muevase y acompañeme.
El suelta una carcajada mientras se recargaba en el marco de la puerta mientras mojaba sus labios.
— Una cerveza.— Responde con una sonrisa. — Se me acabaron y realmente quiero beber algo.
— ¡Entonces serán las cervezas que quiera!.— Sonreí ampliamente mientras me giraba sobre mis talones esperando que el me siguiera.
Escuchó una risa por su parte para luego seguirme.
Caminamos por un par de cuadras, ambos en silencio hasta llegar a un bar tranquilo que conocía ya que solía mamá solía ir allí, cuando papá todavía estaba con nosotras.
Ambos entramos para caminar hasta la barra de bebidas para sentarnos en los bancos, él mesero se acercó a nosotros y se me quedó mirando.
— Identificación.
Escuchó una carcajada provenir del señor Fushiguro y yo avergonzada saque de mi bolso mi cartera para sacar mi identificación para mostrarla.
— Bien. ¿Qué pedirán?
— Dos cervezas.— Responde con una sonrisa el señor Fushiguro para luego mirarme. — ¿Tú que pedirás? ¿Un vaso de leche?.— Menciona entre risas.
Infle mis mejillas.
— Yo quiero sake, por favor.
El mesero se aleja para preparar nuestras bebidas, yo me limite a recargar mis brazos en la barra mientras miraba al señor Fushiguro.
— Siempre me piden mi identificación, siempre creen que soy más chiquita.— Respondí con una leve sonrisa.
— Entiendo. Tienes cara de Mocosa.— Dice entre risas mientras el mesero nos entregaba nuestras bebidas.
