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Todo era borroso. Y su mente estaba en blanco.
Sentía como se arremetian una y otra vez en su interior mientras ella balbuceaba cosas sin sentido. No dolía, no podía sentir nada ya que estaba tan drogada.
— Oh, mierda.— Escucha una risa masculina que conocía perfectamente.
—S.. Sukuna.— Balbuceo temblorosamente mientras sentía sus labios secos.
— Creo que te excediste con lo que tomaste, mi ardiente cachorrita.
Jules aruña las sábanas mientras suspiraba pesadamente.
—Oye, ¿A qué hora seguiremos nosotros?.
Jules mira borrosamente a un par de chicos sentados a un par de metros que fumaban hierva y bebían alcohol.
— Ya les dije, imbéciles. Dejen los billetes y podré considerar compartirles a mi chica.— Gruñe mientras tomaba de las mejillas a Jules.
Jules quería pedirle que parara, pero no podía. Se arrepentía de que en un arranque de tristeza le había pedido a Sukuna que le diera algo para olvidar todo, sus líos, su melancolía, su soledad.
— Mi puta y yo necesitamos dinero, ¿No?.
Jules sintió lágrimas en sus ojos cuando observó como uno de los amigos de Sukuna se acercó a ellos para grabarlos.
— Oh, hermano. Tu novia es jodidamente ardiente.
— ¿Verdad que sí? Mi sucia puta en busca de amor que jamás encontrará, ¿No es así? La puta Jules que le encanta recibir más de una polla para sentirse amada.
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Las lágrimas no parecían cesar ni siquiera en mis sueños. Abro mis ojos mientras sentía un enorme pánico a la par que me inundaba de aquellos recuerdos.
