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Contengo la respiración y trato de mantenerme tranquilo. No hay diferencia entre el monstruo que fue mi padre y en el padre que yo me convertí.
No sabía cómo volver a casa y mirar a Jules después de esto; una culpa voraz consume mi alma y por más que me repito que, joder, ¿Cómo iba a saber que esto le sucedería a Megumi? La culpa no se desvanece, todos los Zen'in que conocí fueron malos padres, parece que me incluyo en esa lista.
Dejé dinero sobre su mano, no me importó vaciar mi cartera. Me perdí en su mirada confusa al recibir todo el fajo de billetes y en cómo se formó una sonrisa tenue que me hizo recordar a la de su madre. Abandonar y huir, melancolía y culpa. Nunca perdoné a mi padre por todo lo que me hizo pasar, estoy seguro que aunque Megumi jamás lo sepa, tampoco me perdonará.
Abrí la puerta del departamento, la oscuridad me recibió sin embargo, también había una tenue luz iluminó mi camino. Jules permanecía recostada en el sofá con una pequeña manta cubriendo su cuerpo.
Me acerqué hasta ella y me senté a su lado, colocó mi mano contra mis ojos y trató de calmar mi respiración agitada, un vacío se siente en la boca de mi estómago; hice lo correcto, no tenía futuro conmigo.
— Uhm, To.. Toji.— Bosteza y giro mi cabeza para ver como ella talla sus con su cobija.— T.. Te estuve esperando, m.. me preocupe por ti ya es muy noche.
Me mantengo callado y solamente me vuelvo a poner de pie para tomarla en brazos y cargarla hasta nuestra habitación. Siento sus ojos sobre mí y su mano acaricia mi mejilla.
No soy tan buena persona como crees que soy. No sabes ni siquiera la mitad de mí.
— ¿E.. Estas ebrio?.— Arruga su nariz levemente.
Solté una risa seca.
— No puedo embriagarme, Jules.— Aclare.
— ¿Dónde estabas? ¿Ya comiste algo? Puedo prepararte algo.— Habla rápidamente y solamente le sonrió.
— ¿Podrías hablar más bajo? Joder, mi cabeza es un maldito lío justo ahora.
Veo como ella asiente con la cabeza y prefiere mantenerse callada. La recuesto sobre la cama y solamente me siento en la orilla de la cama por unos segundos antes de deshacerme de mi ropa.
No puedo llorar. Es jodido que yo haga esto. No puedo quebrarme. Soy más fuerte que esto.
Llevó mi mano a mi pecho y quedó quieto viendo un punto fijo en donde la cuna de Megumi había estado, dónde permaneció llorando y no sabía cómo hacerlo parar cuando su madre murió. Quizá algo de él también murió ese día; perdió a sus dos padres en el mismo día.
