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▬▬▬▬❈❃❀Toji Zen'in❀❁✻▬▬▬▬
Nadie realmente imagina cuánto eres mi adoración, o quizás sí pueden saberlo.
No, lo saben. Ellos lo saben.
Despiadado e insensible, temido y poderoso. Me criaron de forma que me hacían sentir que no tenía nada, que no debía sentir nada, que debía morir teniendo solo una cosa de valor; ese apellido maldito, Zen'in.
Los líderes Zen'in no pueden tener debilidades, eso decía mi predecesor. No hay nada bueno al ser sensible en algo, o por alguien, porque sabrán justo donde atacar hasta hacer tu alma sangrar.
Y mi alma sangra justo ahora, cuando mi mayor debilidad se muestra ante mis ojos; y sólo repito en mi cabeza un enfermizo; mío.
Hay algo en ti que es mío, jodidamente mío. Lo saboreo como una droga que me pide más y más, hasta el punto en que no sé qué sería capaz de hacer, para mantener esa parte tuya y tan mía, a mi lado. Y si hay un Dios, seguro envidiaría la maldita forma en que te alabo y te venero y del cómo mantengo mis creencias, fé y malditos anhelos en tus manos.
— Toji, no quería despertarte. Te mirabas tan bonito y lindo dormido.
Su piel brilla cuando gotas de agua resbalan por tramos de su piel, sus mejillas pintadas por un tenue rojo y esa puta sonrisa que me hacía suspirar y arder. Sus antebrazos están sobre el borde de la bañera mientras levanta su cabeza para verme y no es consciente de la forma en que mira; porque sus ojos tintinean cuando nuestras miradas se encuentran.
— ¿Me miraba bonito? Que mierda dices, encanto.— Suelto una carcajada mientras me ponía de cuclillas para ponerme a su altura.
— Si quieres puedo quejarme sobre que roncas demasiado y que casi me asfixiabas entre tus pectorales mientras dormíamos.— Alza sus hombros mientras ríe.
— Apuesto que no estás consciente de cuántas mujeres o hombres desearían hundirse aquí.— Señalé mis pectorales. — Y tú tan dichosa que eres de tenerme, no lo aprovechas.
— Tienes un ego enorme.— Jules ríe.
Quito mechones húmedos de su cabello que están sobre su frente mientras ella solo permanece mirándome, como fuegos artificiales sus ojos brillan. Miré más en ella, de la misma forma en que ella mira más allá de lo que me hicieron creer que yo era.
— Tengo un ego jodidamente grande porque tan solo mírate, ¿Cómo no puedo creerme tanto cuando tengo a una novia tan preciosa?.— Hago una pausa y sonrió ampliamente.— Tan sólo mirarte haces que mi maldito corazón se acelere y que mi verga se ponga dura; eres el paraíso de mi alma e infierno en mi entrepierna.
