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Solo quise ser algo para alguien. ¿No es lo que todos quieren?
Las cajas de cigarrillos y el olor penetrante a nicotina inundan aquel departamento, veo con desdén todo el lugar y siento nauseas de solo verlo. Le doy un profundo sorbo a una cerveza que sostengo en mi mano hasta beber la última gota y estalló, no puedo ponerme ebrio, no puedo siquiera olvidar todo lo que sucedió en estas paredes.
Veo en su cuna a aquel bebé que llora sin cesar, quizá ya lo sabe, que Hiyori; su madre y mi esposa, jamás volverá y que su miserable padre es el culpable de todo. Ya no teníamos una habitación, la había cerrado con llave porque ese era el peor lugar de todo el departamento; el lugar donde perdí al amor de mi vida.
Me pongo de pie después de pasar todo el día en el suelo bebiendo y buscando trabajo para intentar sacar adelante a lo que quedaba de esto, de una familia rota. Estoy justo frente a la cuna y mantengo mis ojos en aquella pequeña criatura; tan pequeño y frágil.
— Así que eres una bendición, ¿No?.— Rio secamente.— Eres una porqueria.
Yo había elegido su nombre, porque él había sido el inicio de una gran familia que estaba dispuesto a tener, cuando aborrecí toda mi vida tener hijos.
Una bendición. Que se volvio en mi tortura. Y mi maldición.
Quiero tomarlo en brazos y cuidarlo, pero sentía una presión en el pecho, no podía siquiera tocarlo. Tuve que pedirle a la vecina varias veces que se hiciera cargo de él, no le pagaba con dinero, volví a lo mismo, teniendo sexo por favores.
Había cuadros de pinturas alrededor de todo el departamento y destrocé con una navaja cada uno, no podía siquiera ver aquello que ella llegó a tocar o de las cosas que ella amaba, porque yo le había arrebatado todo. Un día decidí que era suficiente, que si toda mi vida fui una escoria, no importaba que hiciera o no, lo seguiría haciendo.
Huí de la ciudad una noche y me paré justo frente a un orfanato con aquel bebé en brazos, comencé a llorar.
Seguro él jamás será feliz en un lugar así. Terminaré de cortar el lazo entre la familia Fushiguro y yo, aunque a ellos jamás les agrado que me casara con su hija.
Parece que la familia Fushiguro sólo será una ilusión.
Veo sus largas pestañas y que posee el mismo color de mis ojos.
Algo tan tuyo y mío. Nuestro. Y debo decirle adiós.
Permanecí varias horas de la noche fuera de aquel orfanato, arrullando a mi hijo y desahogandome con él, no entendió ninguna mierda de lo que dije, pero le conté sobre los Zen'in y sobre que, quizá todo esos desgraciados y yo, estábamos destinados a ser malos padres, porque en un entorno de violencia, la probabilidad de que yo me volviese igual era alta.
