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Estaba en los columpios del parque que estaba a un par de cuadras del motel. Veía como las calles aún estaban ligeramente vacías, y aquel parque no era la excepción.
Sentía el frío de la mañana calar en todo mi cuerpo. Veía impaciente el otro lado de la calle mientras hacía una mueca.
Lleve mi mano a aquel suéter negro que me quedaba sumamente grande, tanto que podía cubrir hasta mis muslos y que olía a él. Me abrace a mí misma mientras veía la pantalla de mi celular con temor.
Tenía algunas llamadas perdidas de mi madre y de aquel número desconocido, que sabía perfectamente quien era.
— Oye.
Despego la vista de la pantalla de mi celular para ver como el señor Fushiguro se sentaba en un columpio que estaba al lado del mío, me entrega una bolsa de plástico blanca.
Él saca de su pantalón su caja de cigarros y su encendedor para prender uno. Realmente fumaba demasiado.
— G.. ¡Gracias!.— Le sonreí ampliamente.
Saque de aquella bolsa una caja rosada y una botella de agua que él había comprado. Observe aquella caja para luego abrirla y ver como en un empaque relataba una sola pastilla.
Me giré a verlo, él tenía su vista perdida mientras fumaba. Sus manos estaban en los bolsillo de sus pantalones y aquel cigarro en la comisura de sus labios.
Pensé en lo descuidados que habíamos sido. Nos habíamos dejado llevar, aunque no le arrepentía. No tenía ningún arrepentimiento que tuviera que ver con él.
— Señor Fushiguro.— Susurre mientras sacaba la pastilla del empaque y la colocaba en mi mano. Siento su potente mirada sobre mí en respuesta. — Sé que siempre se lo estoy diciendo pero, gracias por ésto.
