Poncho se quedó en silencio un largo rato. Por su cabeza pasaban mil ideas, recuerdos de Dulce diciendóle que había alguien más, su conversación con Ucker, la mirada de Mai mientras lo veía con compresión y ahora Any, su wera, repitiendo las palabras de que había alguien más. No sabía qué decir y necesitaba aclarar su mente. Se levantó y la miró, ella estaba confundida, pero él aún no podía decir nada.
—Ya vuelvo wera, voy al baño — y se alejó de ella sin mirar atrás. Entró al baño y no había nadie. Se miró al espejó y vio en sus ojos relfejada la confusión que él sentía. ¿Por qué Dulce se empeñaba en repetir que había alguien más? Pero muy en el fondo, él sabía que probablemente ella tenía razón. En todo este tiempo no lo había querido aceptar, intentaba no pensar en eso para no reconocer que sí había alguien, alguien que lo hacía sentir vivo, ilusionado, emocionado, alguien con quien soñaba y al despertar, sentía un hueco en el estómago, alguien que con una sola sonrisa y mirada, le volvía el mundo alrevés, alguien a quien extrañaba cuando estaba lejos de ella, alguien a quien, de pronto, necesitaba.
—Parece que me conoces mejor de lo que me conozoco yo mismo, Dul — habló para sí mismo en voz alta. ¿Qué iba a hacer? Se sentía confundido, por un lado sabía que había sentimientos que no había querido aceptar, pero por el otro sabía que no debía hacerlo. Era mejor guadarlos en el fondo de su corazón e ignorarlos hasta que desaparecieran. Él no podía enamorarse de alguien más, o bueno, no podía enamorarse de ella, precisamente de ella —Eres un tarado, Poncho — estaba enojado consigo mismo. Respiró profundo para tranquilizarse, necesitaba volver, había dejado a Any sola y no quería que pensara que él estaba molesto por su pregunta, ella no tenía la culpa de nada, no era su culpa que él estuviera como un idiota por ella.
—Controlate Ponchito, controlate — y al decir esto se preparó a salir. Tenía que pensar qué le iba a decir o tal vez después de este rato, ya el tema quedaba olvidado y podían seguir disfrutando su noche. Cuando se iba acercando a la mesa en la que estaban, notó que había un hombre con Any, no lo conocía, era un extraño. No estaban conversando, él estaba muy cerca de ella y ella tenía su espalda en la pared, pero no se veía cómoda, se veía molesta. Una furia recorrió todo su cuerpo y sintió como su cuerpo se tensaba y su boca se secaba. De manera inconciente cerró un puño mientras caminaba para acercarse lo más rápaido posible. «¿Quién es este imbécil?» pensó enojado, cuando estuvo lo suficientemente cerca, escuchó a Any hablar.
—Es Anahí — dijo ella mientras lo empujaba — y te voy a pedir que te alejes de mí — esto hizo que el hombre sonriera y en lugar de alejarse, intentó acercarse más, pero en ese momento ya Poncho estaba ahí deseando con todas sus fuerzas romperle la cara. Lo apartó de ella y se puso en medio, dejando a Any detrás de él.
—¿Qué no escuchaste a la señorita? Creo que quiere que la dejes en paz — Poncho estaba tenso, estaba enojado con ese idiota por atreverse a acercarse a ella y con él mismo por haberla dejado sola tanto tiempo. Por supuesto que algún tarado se iba a acercar, ella es hermosa, atrae las miradas de todos lo hombres. Él lo sabía mejor que nadie, había tenido que soportarlas cada vez que estaba con ella, lo único que los detenía, era que ella estaba con él. «Eres un imbécil, Poncho, la dejaste sola».
—¿Y tu quién eres? — le dijo el extraño mientras lo miraba con ganas de golpearlo. Poncho sabía que no le había gustado la forma en la que lo había empujado, y no le importaba en lo absoluto, lo tenía que alejar de ella. Poncho lo observó con odio y desprecio, eran casi del mismo tamaño, pero los celos y la furia que Poncho sentía lo hacían sentirse más alto y más fuerte, se estaba controlando para no golpearlo.
—Tu peor pesadilla si no desapareces de mi vista en este instante — respondió él sin dejar lugar a dudas de que estaba dispuesto a sacarlo él mismo de ahí si fuera necesario. Poncho sintió la mano de Any en su espalda y, aunque su toque hizo que su tensión bajara, él no relajó su postura ni por un segundo. No iba a permitir que ese idiota estuviera cerca de ella.
Por unos segundos que parecían interminables, se observaron el uno al otro con odio y Poncho veía el deseo de golpearlo que tenía el hombre que estaba frente a él, pero seguramente la mirada fulminante de él lo hizo reconsiderar y vio como se preparaba para alejarse. El extraño sonrió con sarcasmo y se dirigió a Any que estaba detrás de Poncho.
—Espero verte de nuevo sin tu perrito guardián preciosa — y levantó el trago hacia ella mientras se alajaba. Poncho se le iba a ir encima, pero Any fue más rápida y lo tomó por el brazo de inmediato antes de que se separara de ella y se fuera detrás de ese hombre para partirle la cara.
—Ni en tus sueños. ¡Imbécil! — le gritó Poncho mientras se alejaba. Any seguía sosteniéndolo por el brazo y por fin le habló.
—Poncho... — él se volteó de inmediato y todo el odio que sentía hacía solo unos segundos despareció y había sido reemplazado por miedo y preocupación, estaba asustado.
—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? — dijo mientras la miraba de arriba a abajo para asegurarse de que no tenía ni un rasguño. Si no hubiera llegado en ese momento, ese imbécil se pudo haber aprovechado de ella, empezó a sentir enojo de nuevo.
—Estoy bien Poncho — respondió ella sonriendo y él suspiró aliviado, una calidez le recorría el cuerpo cada vez que la veía sonreir — No pasó nada, ni siquiera entiendo por qué se acercó a mí, la verdad — siguió ella mientras sonreía, intentando aligerar el ambiente.
—¿Por qué? — preguntó Poncho incrédulo, no podía dar crédito a esas palabras — Porque eres hermosa Any, porque cuando llegas a cualquier lugar lo iluminas con tu sonrisa y tu alegría, porque eres capaz de volver loco a cualquiera — y al decir esto vio como ella se ruborizó, quizás había sido un poco intenso y se había dejado llevar. Se alejó un poco de ella sin parecer brusco y bajó la mirada para no hacerla sentir incómoda — Perdóname, no tuve que haberte dejado sola, si algo te llegara a pasar...
—No no Poncho, no te preocupes, no pasó nada. Estoy bien, en serio — y mientras le decía eso le agarró la mano y la apretó para asegurarle que todo estaba bien. Era como si lo único que le importara en el mundo, era que ella estuviera bien, que nada le pasara, poder cuidarla y protegerla. La tenía frente a él y se veía tremendamente hermosa, tan frágil y tan inocente, con sus ojos brillantes. En ese momento, comenzó a sonar una música alegre, le parecía familiar.
—¿Por qué no vamos a bailar? — dijo Any un tanto emocionada y divertida. Él la miró confundido — Sí, vamos. Nos sirve para relajarnos un poco. ¿Qué pachó wero? No me digas que te da miedo.
—Any... — lo último que quería en ese momento era bailar.
—Nada de Any — respondió ella y le extendió la mano. Poncho sabía que era caso perdido discutirle, así que la tomó y se dirigieron juntos hacia donde estaba un grupo de gente bailando y se unieron a ellos mientras sonreían.
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Amarte duele (AyA)
RomanceHistoria de un amor que no debió haber sido y nació sin planearlo. Cuando amar duele tanto, cuando te enamoras de la persona incorrecta, cuando amar a esa persona lastima a quienes quieres, ¿qué puedes hacer? ¿cómo te sacas a esa persona de la ca...