Poncho estaba intentando encontrarle sentido a las palabras de Any. «Es... Es tuya Poncho, la escribí para ti». La miró a los ojos y se le hizo difícil concentrarse y recordar qué era lo que estaba pensando. Any bajó la mirada, Poncho no decía nada y eso la confundía, acaba de hacerle una confesión de la que ya se estaba arrepintiendo y el que él no dijera nada no la estaba ayudando. Con un suspiro decidió que era mejor irse, pero antes de que pudiera reaccionar, Poncho la había tomado de la mano y la arrastraba con él.
—¡Ven! — lo escuchó decir, era más una orden que una petición. Ella lo siguió sin protestar, se sentía demasiado aturdida como para reaccionar. Él abrió la puerta del copiloto de su auto para que ella subiera y así lo hizo. Después, él se subió del lado del conductor, vio que Any no se había puesto el cinturón de seguridad, así que se acercó y se lo puso él. Dios, esa cercanía.
Cuando por fin Poncho encendió el auto, Any se cruzó de brazos y se dedicó a mirar por la ventana sin decir nada, los dos iban en completo silencio. Ella hubiera querido preguntar a dónde iban, pero estaba molesta y no quería ser la primera en hablar. Acababa de confesarle que le había escrito una canción, era el turno de él para hablar y si no lo hacía, ella no pensaba romper el silencio. ¿En qué estaba pensando cuando le dijo eso? Suspiró. No lo sabía, las palabras salieron de ella sin que lo pudiera evitar.
Poncho no despegaba la mirada de la carretera. Estaba siendo consumido por un torrente de sentimientos que le costaba controlar. Any le había escrito una canción, la simple idea lo hacía querer gritar y saltar de la felicidad, pero no podía, tenía muchas preguntas. ¿Acaso lo quería? ¿Qué era lo que en verdad sentía ella? ¿Habían cambiado sus sentimientos en todo este tiempo? Siguió conduciendo mientras en su mente planeaba las palabras correctas que le diría, pero en ese momento nada de lo que pensaba le parecía ser lo indicado, no podía hilar ideas completas. ¿Y si simplemente olvidaba todo y la besaba? Tenerla tan cerca después de que le hiciera esa confesión era peligroso. Su olor llenaba el auto y sola necesitaba estirar su mano para poder tocarla.
Siguió conduciendo lo que a Any le pareció una eternidad, se comenzó a desesperar y descubrió que no le había prestado atención al camino, no tenía idea de dónde estaba. ¿Y si necesitaba regresar? A menos de que Poncho pensara llevarla de vuelta, iba a necesitar la dirección. Abrió la boca para preguntarle, pero la volvió a cerrar de inmediato. No iba a hablar, no hasta que él dijera algo. Después de un rato solo vio árboles, estaban un poco alejados de la ciudad. De pronto, el auto por fin se detuvo. Ella se quedó inmóvil mientras él bajaba, llegó hasta la puerta de ella, la abrió y le extendió la mano. Fue un gesto que ella no pudo rechazar y, sin pensarlo, lo tomó de la mano.
Any se quedó sin palabras. Había una plataforma de madera con una baranda del mismo material, parecía que se había construido hacía mucho, pero estaba perfectamente conservada. Ella se acercó al borde y la hermosura y la tranquilidad del paisaje la empezó a inundar. A primera vista, todo era un mar color verde, pero cuando los ojos por fin se acostumbraban a la luz, se podían distinguir más colores. Algunos árboles tenían sus copas rojas, amarillas, anaranjadas y entonces se veía un bosque colorido que brillaba con los rayos del sol que se empezaba a ocultar.
A lo lejos, más allá de los árboles, se veía la ciudad, edificios que parecían diminutos comenzaban a iluminarse. Y el cielo estaba pintado de colores rojizos y naranjas. El aire que se respiraba era fresco y puro, era como estar en otro mundo. Todo un espectáculo para los sentidos. Any sonrió, era un lugar hermoso. Poncho la observaba complacido, sabía que le iba a gustar.
—Es mi lugar favorito — dijo al fin sacando a Any de sus pensamientos. Ella lo observó, él estaba apoyado en la baranda, viendo hacia el horizonte — Si estoy triste o frustrado, enojado o contento, nervioso o asustado, este es el lugar en el siempre termino. Me gusta venir a mirar el paisaje, escuchar el sonido del viento mientras se cuela entre los árboles, sentir la brisa acariciando mi cara. Ver toda esta belleza me hace sentir que mis problemas y preocupaciones son tan pequeñas y que hay cosas mucho más importantes a las cuales prestarle atención. Además — agregó con una sonrisa — al igual que tú, también amo los atardeceres.
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Amarte duele (AyA)
Lãng mạnHistoria de un amor que no debió haber sido y nació sin planearlo. Cuando amar duele tanto, cuando te enamoras de la persona incorrecta, cuando amar a esa persona lastima a quienes quieres, ¿qué puedes hacer? ¿cómo te sacas a esa persona de la ca...