Poncho había salido de la habitación de Any y caminaba sin rumbo fijo. Se sentía destrozado y no sabía qué hacer, no sabía a dónde ir, solo quería desaparecer él o que, al menos, el dolor que sentía desapareciera. Sin darse cuenta, se encontró caminando hacia el lugar de siempre, pero se detuvo al ver hacia dónde iba. No quería ir, se encontraría con todo lo que había preparado para esa tarde y eso solo lo haría sentir peor, por un momento pensó en ir y romper todo, tal vez así se sentiría mejor, pero desistió, quizás llegara alguna pareja que sí podría disfrutar de las rosas y las velas. Se sentó en la arena y comenzó a ver cómo el sol se ocultaba, su último atardecer en Cancún, así no era cómo lo había imaginado.
El cielo se comenzó a teñir de una combinación de rojo y anarajando que se reflejaba en el mar, era un espéctaculo, pero Poncho no lo podía ver así, lo veía no solo como la culminación de un día, sino como la culminación de su propia felicidad. De pronto comenzó a sentir enojo, frustración, quería gritar y sacar todo lo que sentía. ¿Cómo era posible que Any no lo hubiera dejado explicarle lo que había pasado? ¿Cómo podía pedirle que hicieran como si nada hubiera pasado? Sin pensarlo, golpeó la arena con ambas manos, se sentía decepcionado, herido, Any lo había defraudado al rendirse tan fácilmente, al querer echar por la borda lo que sentían. O quizás, ella no sentía nada por él, quizás todo había sido solo atracción física y simplemente se había dejado llevar por las circunstancias. ¿Cómo podía haber pensado que iba a ser diferente? «Imbécil» pensó enojado.
Desde dónde estaba, escuchaba música a los lejos, parecía proveniente del bar. No le prestaba atención a la canción que sonaba, hasta que una parte de esta lo sacó de sus pensamientos:
Quiero donar tu sonrisa a la luna así que de noche, quien la mire, pueda pensar en ti
Los recuerdos llegaron a él como una avalancha incontenible: Any cantando, él contemplándola mientras escuchando su tierna voz, un beso, un abrazo, una caricia, su sonrisa... Tomó su cabeza con ambas manos y, viendo hacia abajo, notó cómo la arena se humedecía con las lágrimas que bajaban por sus mejillas.
—¿Por qué Any? ¿Por qué? Si yo te amo.
Any estaba tirada en su cama, había llorado tanto que pensó que sus lágrimas se secarían, pero no, seguían bajando por su rostro y ella no las podía contener. La almohada que tenía abrazada estaba empapada. Había sido lo mejor, al menos eso se repetía, Poncho no sentía lo mismo que ella y no pensaba exponerse, no quería sufrir. Tampoco quería pensar en lastimar a Dul, sabía que Poncho había sido muy importante para ella. ¿Cómo no había pensado en su amiga antes?
Además, no solo la hubiera destrozado llegar al DF para darse cuenta de que las cosas no serían iguales, los medios también la hubieran destruido como lo habían hecho en el pasado, cuando casi pierde la vida, cuando se burlaban de ella por su enfermedad. ¿Qué habrían dicho si ella hubiera empezado una relación con el ex de unas de sus mejores amigas? La habrían crucificado y Any aún no se sentía preparada para volver a enfrentar las críticas y los chismes. Eso, además, los habría afectado a todos, al grupo, a Dul, a Ucker, a Poncho...
Negó con su cabeza, no se lo quería ni imaginar. Así que sí, había sido lo mejor. Terminar las cosas antes de que se salieran de control, antes de tener que enfrentar todo porque Any no tenía fuerzas. Sí, era una cobarde, había preferido herir a Poncho, lastimarlo y alejarlo, era su mecanismo de defensa porque simplemente no sabía cómo hacerle frente a todo lo que sentía, le ganaba el miedo y la ansiedad que la hacía pensar en todo lo que podía salir mal. Poco a poco pasaron las horas y poco a poco sus ojos se fueron cerrando, hasta que logró quedarse dormida.
Se despertó después de unas horas, se sentía pésimo. Se levantó y fue al baño, se miró en el espejo y, como era de esperarse, tenía los ojos hinchados y la nariz aún roja de tanto llorar. Decidió tomar una ducha, se pudo relajar bajo el agua caliente, intentó no pensar mucho en lo que había pasado, pero no pudo evitar que bajaran unas cuantas lágrimas al recordar que había despertado sin él a su lado. Salió y se vistió, se secó el pelo y se maquilló un poco para intentar cubrir las marcas que delataban su dolor. Decidió salir a caminar, ver el amanecer en la playa, en algunas horas volverían al DF. Cuando iba saliendo, vio en la mesita de noche la hoja doblada en la que estaba su canción o mejor dicho, la canción de Poncho. Suspiró, ya no la quería, la iba a tirar al mar para que las olas se la llevaran, así como sus sentimientos.
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Amarte duele (AyA)
RomanceHistoria de un amor que no debió haber sido y nació sin planearlo. Cuando amar duele tanto, cuando te enamoras de la persona incorrecta, cuando amar a esa persona lastima a quienes quieres, ¿qué puedes hacer? ¿cómo te sacas a esa persona de la ca...