Parte 40 - Intentando olvidar

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Poncho estaba en su camerino dando vueltas. Estaba molesto, enojado. Llevaba varias semanas observando cómo Any se la pasaba con Derrick. Los había visto pasando mucho tiempo juntos y por más que intentaba que no le importara, no lo podía evitar. Se moría de los celos.

—Seguramente con él si no te da miedo, ¿verdad? Con él sí estás dispuesta a intentar algo — habló en voz alta para sí mismo mientras tiraba unos papeles al suelo — Eres un imbécil Alfonso, ¿a tí qué te importa lo que haga ella? — pero la verdad era que sí le importaba, le importaba muchísimo. Se sentó en el sofá del camerino y se tomó la cabeza con ambas manos, ¿por qué no podía olvidarla? ¿Por qué seguía soñando con ella? La puerta del camerino se abrió y Ucker entró.

—¿A qué hora pasó la tormenta por aquí? — dijo observando el desorden a su alrededor. Poncho levantó la mirada y no dijo nada, pero su amigo notó que estaba afligido — ¿Qué pasó mi rey? ¿Qué es esa cara?

—Nada Ucker, no me hagas caso — respondió Poncho mientras se levantaba y comenzaba a recoger las cosas que había tirado al suelo.

—No, no. A mí no me mientas, problemas del corazón, ¿verdad? Acaso es por... — Ucker se quedó pensando, como intentando recordar algo — Cla... Claudia, ¿no?

—¿Qué? — preguntó Poncho confundido.

—Una tal Claudia, papá. La vez pasada me mencionaste algo de ella, que la conociste por un amigo en común y te había estado escribiendo, algo así ¿no? — Poncho acomodó sus pensamientos para intentar entender lo que decía su amigo y de pronto recordó. Claudia, la chava que un amigo le había presentado en una de las tantas noches que había salido. Era muy bonita, cabello castaño y sonrisa encantadora, se había mostrado interesada en él desde el primer momento, pero él no tenía mente para nadie más. Así de mal estaba. Al final habían intercambiado números y casi siempre era ella la que le escribía.

—Ah sí, Claudia, claro — preferió seguirle la corriente a Ucker, eso era mejor que tener que explicar que se moría de los celos por Any y su nuevo perrito guardián.

—¿Entonces qué? ¿Te siguió escribiendo? La traes muerta, mi rey.

—A veces me escribe sí, pero ya sabes que no me interesa Ucker, además ahorita no hay chance de nada de eso, no tenemos tiempo, con la novela y el grupo es imposible.

—Pero ella lo sabe, Poncho, sabe que no tienes tanto tiempo como otros chavos y aún así te sigue buscando, ¿por qué no le das el chance? Acéptale una salida y ves qué tal se dan las cosas. ¿Qué te detiene? — «Nada» pensó Poncho sin contestarle a su amigo. Por más que quisiera encontrar una razón, no había nada que lo detuviera. Nada más que sus sentimientos por Any.

Mai y Any caminaban juntas y se sentaron debajo de unas palmeras para aprovechar la sombra mientras comían y el jugo que habían pedido en la cafetería. Tenían solo un pequeño rato libre antes del ensayo.

—Bueno, ¿entonces qué ha pasado con Derrick?

—Nada, Mai. Nos la pasamos bien juntos, platicamos y nos reímos mucho, pero nada más.

—¿No me vas a negar que el wey babea por tí, Any?

—No sé, digo, creo que sí le gusto.

—¿Le gustas? Ay Any, si por él fuera serías su novia hace tiempo — Any se quedó pensativa — ¿Qué le dirías si te lo pidiera?

—No, no. Ahorita no quiero pensar en eso, solo somos amigos. Además... Tú sabes, Mai.

—Sí, claro que sé, pero ¿qué más da? Si al parecer ustedes dos decidieron olvidar por completo todo lo que vivieron en Cancún y hacer como que nada pasó. ¿O qué? ¿Por fin te decidiste a hablar con él?

Amarte duele (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora