Parte 36 - Corazón herido

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Tan pronto como se recuperó del shock inicial, Poncho alejó a la rubia con fuerza y se separó de ella. Estaba molesto por el atrevimiento y si no hubiera sido porque lo tomó por sorpresa, ese beso nunca habría pasado.

—Óyeme ¿qué te pasa? ¿estás loca? — Poncho se enojó aún más cuando vio que la rubia sonreía ampliamente.

—Te dije que no estoy acostumbrada a que me rechacen y además, siempre logro lo que quiero.

—Pues si lo que querías era molestarme, sí, entonces lo lograste.

—Ay, no seas tan suceptible. ¿Por qué mejor no aprendes a disfrutar la vida?

—La disfruto, creéme que la disfruto, pero al lado de la persona que amo. Podrías intentar aprender algo de eso, en lugar de lanzarte a los brazos de hombres que no están interesados en tí — Poncho salió del bar sin voltear a ver a la rubia que había dejado atrás. Estaba fúrico por el atrevimiento de ella y, además, estaba preocupado porque Any no se había encontrado con él. Debían apresurarse si querían ver el atardecer. Poncho sonrió al recordar la sorpresa que le tenía preparada y se ilusionaba pensando en la carita que pondría ella. Ella, de inmediato, una paz lo llenó, ese beso con una desconocida solo logró convencerlo más de sus sentimientos por Any, sus labios eran los únicos que quería besar, Any era a la única a la que quería sentir cerca.

Any cerró la puerta de la habitación de un portazo y se lanzó a la cama. Las lágrimas bajaban a chorros por sus mejillas, le dolía el alma, sentía que el corazón se le había roto en mil pedazos. ¿Cómo había podido ser tan tonta? ¿Cómo había podido creer que lo de ellos podía durar cuando su viaje acabara? Al parecer, para Poncho era solo juego, del que ya se había cansado y por eso se besó con otra, por eso no se había preocupado cuando ella le dijo que se iba a descansar, por eso no la había ido a buscar en todo el día.

—¿Por qué, Poncho? ¿Por qué me tenías que lastimar? O más bien, ¿por qué te dejaste ilusionar, Anahí? ¿Cómo pudiste ser tan estúpida? — golpeó la almohada con rabia. Deseaba irse de ahí, quería salir corriendo y olvidarse de todo. Pensó en Dulce y se sintió la peor amiga. Mientras las lágrimas seguían bajando por sus mejillas, un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.

—Any, ¿estás ahí, soy yo? — Any se levantó de un salto al oir la voz de Poncho. ¿A qué había ido? —Any, ábreme — Estaba tan enojada, que no pensó antes de hablar.

—Vete Poncho, no quiero verte — Inmediatemente se arrepentió de haber abierto la boca, si no hubiera hablado, tal vez él se habría ido. Poncho se sorprendió al oirla decir eso. Su voz sonaba diferente y él no entendía por qué no quería verlo. Se sentía confundido.

—Any, ¿qué pasa? ¿Estás bien? Ábreme sí, quiero verte.

—No Poncho, por favor vete.

—Tengo la otra llave aquí conmigo Any, si no me abres, voy a entrar — Any se enojó al recordar que ella misma le había dado la otra llave de la habitación, recordó cuando lo habían acordado, así él podía entrar sin necesidad de tocar, eso haría más fácil que nadie los describriera. Se tomó la cabeza con ambas manos pensando en qué hacer. ¿Y si se encerraba en el baño? Sabía que Poncho no se iba a dar por vencido, lo conocía lo suficiente. «Ya basta Anahí, no seas cobarde, termina con esto de una vez». Limpió las lágrimas que aún caían por sus mejillas y abrió la puerta, pero de inmediato le dio la espalda a Poncho, sin siquiera verlo. Escuchó como Poncho cerró la puerta tras él y lo sintió detrás de ella, pero no muy cerca.

—Mi amor, ¿qué pasa? ¿Estás bien? — «Mi amor» pensó Any enojada.

—¿Qué quieres, Poncho? — Él seguía sin entender qué le pasaba a Any, pero intentó portarse normal, pensando que tal vez así se calmaría y hablaría con él.

Amarte duele (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora