18. Chiquilla insolente

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«El mundo no es malo, nosotros lo contaminamos».
    
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                     CAPITULO 18

—Lía Sellers—

Nunca sabremos cuánto nos puede durar la felicidad. Si tan solo me hubieran dicho que después de tantas risas iba a sentir como si me retorcieran el corazón, no hubiese venido. Cuando Berni se molestó porque le dije que le bajara a su tomadera ya no volvimos a decir nada sobre ese tema.

Quería arreglar las cosas con ella y cuando la fui a buscar a su habitación Irene me dijo que salió con Keindy, pero lo que menos imaginé fue que las encontraría golpeadas. Cuando noté que era media noche y no habían regresado le pedí a mis amigos que la fuéramos a buscar y al pasar por un puente escuchamos la débil voz de Keindy pidiendo ayuda. No pensé que fuera tan grave hasta que miré a mi hermana llena de sangre y una cortada en su brazo izquierdo. Keindy estaba muy golpeada, pero a diferencia de mi hermana ella podía hablar, y antes de quedar inconsciente nos dijo que varios hombres las golpearon, porque ellas se estaban besando, y cuando no cedieron a tocarse frente a ellos se pusieron muy agresivos.

Lloré viéndolas tan mal, y lloré del coraje que me dio al darme cuenta el daño que pueden hacer las personas por no aceptar que dos personas de su mismo sexo se pueden amar. Mi hermana y Keindy no son culpables de quererse y eso lo debieron entender esos hombres que la golpearon tanto que están hospitalizadas y no saben si tienen algún derrame cerebral, u otro daño.

—Te prometo que esto no se quedará así, prometí cuidarte y te lo cumpliré —le susurro a mi hermana. Me toca verla por un vidrio. Está conectada a muchas máquinas, tiene un brazo partido y sus costillas muy lastimadas—. Me duele verte ahí en esa camilla, solo porque unos tipos no saben qué es el amor. Nadie merece estar aquí por la ignorancia del ser humano.

Escucho pasos en el pasillo. Levanto la mirada cuando escucho la voz de mis papás. Abrazo a mi papá dejando que el dolor que ahora siento salga. Me duele que sea mi hermana y mi amiga las que estén aquí sin saber qué puede pasar.

—¿Qué lloras si esto es tu culpa? —Mamá me aprieta del brazo para que la mire—. Si no hubieran venido a este maldito lugar nada de esto estuviera pasando —puedo notar el desprecio y la rabia en su manera de hablar—. Si a tu hermana le pasa algo será tu culpa.

—¿Mi culpa? ¡Por Dios, mamá, cómo puedes decir eso! —Exploto—. Si Berni está aquí es porque unos tipos la golpearon a ella y a Keindy.

—Las dos se calman, estamos en un hospital —papá me seca las lágrimas—. Esto no es tu culpa, ¿vale?

—Papá, ellas están mal —las lágrimas vuelven a salir y las quito—. Keindy no se veía nada bien cuando perdió el conocimiento.

—Por mí que esa niñita se muera, parece que te preocupas más por ella y no por tu hermana que dejaste sola y mira dónde terminó.

—Tú no vengas a hacerme sentir culpable, ¿sabes por qué? —Me mira—. Berni estaba tomada, y les dije muchas veces que ella está enferma, y ustedes parecen más preocupados por lo que la gente va a decir si saben que tienen a mi hermana en un centro de ayuda para alcohólicos.

—No sabes lo que dices, mejor cállate.

—No, mujer, Lía tiene razón —interviene papá mirándonos—. Vamos a internar a Berni después que salga de aquí, esto no puede seguir así.

—Olvídenlo, no me voy a exponer a lo que digan mis amigos, Berni no será internada —suelto una risita al ver lo egoísta que puede ser mamá—. No quiero que ustedes le metan sus ideas locas a Berni, en especial tú —me señala.

Lo que llaman un amor prohibido. [LGTB] © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora