38. ¿Amigas?

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«Hay amores que no se pueden olvidar, así duelan».

[...]

                     CAPÍTULO 38

—Lía Sellers—

¿Te imaginas despertar en un hospital con parte de tu cara llena de gasas porque te han marcado la cara? ¿No? Déjame decirte que yo sí. ¿Qué si lloré? No lo hice, tengo tanto dolor en el alma que ya no sé qué es lo que duele y que no, yo no le he hecho daño a nadie y, sin embargo, parece que hay mucha gente que me quiere ver mal.

Jamás comprenderé la maldad que hay en los corazones de las personas, no se miden para hacerle daño a nadie. Puede que no haya llorado, pero bien dicen que quien no llora es quien más carga dolor en el alma. Parece que solo mi cuerpo está aquí, me siento sin fuerzas. Ha pasado un mes desde que aquel hombre con aspecto extraño me cortó la cara, un mes donde nada ha sido tan fácil como pensaba que sería. No sé qué le hice a Betsy que durante toda mi recuperación no vino aquí, me cambiaron de celular y le mandé el número con mi mamá que se ofreció a llevárselo y ella se lo regresó.

No quiere saber nada de mí desde ese día que me terminó porque según no me quiere hacer daño. Ella sabía que estaba dispuesta a todo y que me salí de mi casa por defender nuestro amor, pero Betsy me falló. Debo dejar que todo mi dolor pase, que todo vuelva a ser como antes y lograr sonreír aunque se me haya olvidado hacerlo. Pasé de ser una de las chicas más guapas de la universidad a ser un monstruo. —Así me llaman en la universidad—. Mis compañeros no son comprensivos, y solo fui un día para ponerme al día y las ofensas fueron tantas que quería darme la vuelta y regresar llorando a casa, sin embargo, no lo hice.

Nunca me he considerado una chica débil, pero hasta el más fuerte llora, sufre y siente morirse en vida. Hoy es uno de esos días que siento que nada me sale bien, mi hermana tiene una semana desaparecida y por más que la hemos buscado no sabemos nada de ella. No solo es el alcohol, algo debe estar consumiendo para estar tan mal y llegar al punto de perderse. Me atreví a venir a la universidad porque estamos en exámenes de final de semestre y estudié mucho para poder hacerlos. Miro el examen y no estoy segura que esté bien, miro a mi lado y Eydan me guiñe un ojo. Le sonrío y sé que me está apoyando para que me levante a entregar el examen.

Dejo la hoja en el escritorio de la profesora y salgo del salón, reviso mi bolso en busca de mi celular y no lo encuentro. «No puedo perderlo».

—¿Buscas esto? —Quito la mirada de mi bolso, Betsy está pegada a una pared con mi celular en su mano. Estiro mi mano para que me lo regrese y se niega—. No tan fácil, si me das un beso te lo regreso.

Ahora no.

—Déjate de niñerías, regrésamelo —me le voy encima para quitarle mi celular, se rueda y caigo sentada en el piso. Suelta una risotada y la miro con ganas de querer matarla. Me estira la mano para levantarme y la tomo, pero hago fuerza haciendo que se caiga y me rio—. Sabes que nunca me quedo con nada, amiga.

Se levanta con rapidez y me ayuda a levantar, me saca del pasillo y me mete en el laboratorio.

—¿Amiga? ¿Qué mierda es esa?

—Eso somos, ¿no? —Le quito mi celular y lo guardo en el bolsillo de mi jeans—. Te recuerdo que me terminaste y no fuiste a verme, y según tú, me querías.

—No me llames amiga, no podemos serlo cuando nos deseamos como lo hacemos, cuando nuestros corazones se aceleran con la presencia de la otra, cuando quieres besarme en todo momento y yo a ti —silencio—. No son amigas dos chicas que se aman, no lo son.

—¿Entonces, qué somos? —Inquiero con amargura.

—Somos eso que se ama, pero que no puede estar. Somos todo lo que quieras, menos amigas —se acerca dejando que su nariz se junte con la mía—. Dime que no has estado con más nadie, dímelo.

Lo que llaman un amor prohibido. [LGTB] © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora